50 consultorios atienden a menos de tres pacientes semanales

Óscar Fraile
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El Colegio de Médicos sostiene que el equipamiento de estos espacios es tan básico que limita la actividad asistencial y obliga a derivar a los pacientes a centros de salud

Dos personas salen del consultorio de Rueda. - Foto: Jonathan Tajes

Garantizar una adecuada asistencia sanitaria en la comunidad más extensa de Europa, que es, además, una de las más despobladas, es uno de los retos más importantes a los que se enfrenta la Comunidad. La sangría demográfica que vive Castilla y León desde hace años se ve reflejada en unos consultorios rurales cada vez más inactivos por falta de pacientes y por ser unas plazas de difícil cobertura desde el punto de vista médico. Y en medio de estas dificultades se encuentran los miles de ciudadanos que viven en el entorno rural, resignados a conformarse con visitas puntuales de los sanitarios, ya sean a demanda o de forma regular, o a tener que recorrer kilómetros en coche cuando se presenta una urgencia, aunque no todos dispongan de un vehículo o sepan manejarlo.

Según los datos de la Junta de Castilla y León, 51 consultorios locales de los 230 de Valladolid tuvieron menos de 50 citas presenciales entre enero y abril. Es decir, están por debajo de 0,6 visitas al día, si se tienen en cuenta exclusivamente las 83 jornadas laborales que hubo en la provincia en esos cuatro meses. O, lo que es lo mismo, menos de tres pacientes a la semana. Y en ese rango hay consultorios de todo tipo. Desde los que se acercan a esas 50 consultas presenciales, como los de Villasexmir, Robladillo y Castrobol, con 48 cada uno, a otros diez que ni siquiera llegan a la decena de consultas. Por ejemplo, las tres registradas en Villanueva de la Condesa o la única consulta presencial que hizo en Aldealbar y Fontihoyuelo. El primero, una localidad de  Torrescárcela, donde solo están censadas 164 personas, y el segundo, un municipio de 36 habitantes. En el listado figura una única localidad sin ninguna consulta presencial en el primer cuatrimestre: Torre de Peñafiel, aunque su alcalde, Justo de la Fuente, explica que esto se debe a un «conflicto» con la médica asignada a este pueblo, que se negaba a acudir porque no disponía de ordenador para trabajar, aunque se trata de un problema ya solucionado.

La asistencia sanitaria en estos pequeños municipios viene regulada por una orden de la Junta aprobada en 1991 y firmada por el entonces consejero de Sanidad, Francisco Javier León de la Riva, también exalcalde de Valladolid. En esta legislación se especifica que en los núcleos de población donde no haya centro de salud, las consultas se llevarán a cabo por parte de un médico y un enfermero en función del número de habitantes. Así, en los que haya menos de 50 vecinos, la consulta será a demanda. Es decir, cuando alguien la necesite, la solicitará por llamada, ordenador o aplicación móvil, para que el profesional, que suele atender a varias localidades, acuda un día y hora determinado. En los pueblos de entre 50 y cien habitantes, la consulta es una vez a la semana; entre cien y 200, dos días; entre 200 y 500, tres días, y a partir de ese volumen de población, habrá una consulta diaria de lunes a viernes.

Hace casi un cuarto de siglo que se aprobó ese documento y en él ya se avisaba de que el envejecimiento de la población «obliga a incrementar la periodicidad de las consultas médicas y de enfermería en las pequeñas localidades». En otra parte se hace referencia al «índice de envejecimiento existente y la dificultad de desplazamiento a los consultorios de ese tipo de población». No parece que ese problema haya remitido en más de décadas. Todo lo contrario. Es cierto que cada vez hay menos población en los núcleos rurales, pero su envejecimiento incrementa sus necesidades asistenciales.

Ir a otros consultorios

Los problemas en Torre de Peñafiel han obligado a sus vecinos a ir temporalmente a los consultorios de Rábano, a tres kilómetros y Canalejas de Peñafiel, a cinco. «Hay gente que no tiene coche y mayores que tienen que estar pidiendo favores», añade el alcalde.

Jorge Gómez, alcalde de Olmos de Peñafiel, reconoce que «en alguna época» el municipio ha estado «desatendido», pero reconoce que ahora no es así, ya que el médico acude regularmente. Bien es cierto que, si hay una urgencia, tienen que ir al centro de salud de Peñafiel. Hay otros alcaldes de pueblos pequeños que se muestran satisfecho con la asistencia sanitaria que reciben. Por ejemplo, Jorge González, de Fontihoyuelo, quien reconoce que el médico y el enfermero van todas las semanas e incluso a veces esperan un rato allí a ver si se acerca alguien, aunque no haya ninguna consulta programada. A veces son ellos mismos los que llaman a los vecinos para interesarse por si todo está bien y se acercan a sus casas si es necesario.

Una relación cercana que se da en más pueblos. Por ejemplo, el alcalde de Bustillo de Chaves (72 habitantes), Teodoro Barrientos, asegura que el facultativo ha facilitado su teléfono a los vecinos, porque «hay veces que viene y no hay nadie». Aunque él es pesimista con el futuro de estos pueblos azotados por la despoblación y de la viabilidad de los consultorios. «Si en una zona mueren 30 personas al año y no viene nadie, porque la agricultura ahora parece que molesta...», se queja.

Pero, por regla general, los médicos a los que no se les haya solicitado una cita en estos consultorios, no suelen acudir. Así lo reconoce el presidente del Colegio de Médicos de Valladolid, José Luis Almudí. No es una cuestión de dejadez, sino de optimización de unos recursos humanos limitados. «Tenemos déficit de profesionales y los tenemos muy mal repartidos, así que tener a un profesional que haga un desplazamiento desde el centro de salud a un consultorio donde a lo mejor no hay nadie, supone perder dos horas en la que se les puede asignar otra tarea, sobre todo en épocas de vacaciones o picos de demandas», explica.

Otro problema al que se enfrentan los vecinos de estos pueblos es que tener una cita en el consultorio local no siempre garantiza la resolución del problema, puesto que son espacios que cuentan con un equipamiento muy básico. Se trata de locales cedidos por los ayuntamientos y dotados de material por la Consejería de Sanidad. «Pero lo único que hay es una mesa, una silla, una camilla de exploración, un esfigmomanómetro (para medir la presión arterial), un fonendoscopio y, en algunos consultorios más grandes pueden tener un desfibrilador», dice Almudí, que considera que la capacidad de resolver problemas con eso, y con el maletín básico de los profesionales «es muy limitada». «No puedes hacer ninguna prueba complementaria», añade. Por este y otros motivos, Almudí considera que la población rural no recibe una buena asistencia sanitaria. «Lo que necesitan los ciudadanos es que se resuelvan sus problemas de una forma próxima a sus domicilios, concentrando la capacidad de respuesta y aumentando y aumentando la dotación en equipamiento y comunicaciones con el municipio de cabecera», finaliza. Según él, en estos consultorios a veces se lleva a cabo una «medicina de complacencia» más que resolver los problemas reales, y los profesionales se van abocados a abordar «problemas sociosanitarios que deberían ser resueltos por otras estructuras».