Valladolid tiene rincones que evocan a una historia no tan pretérita. Lugares donde la memoria sigue viva y se mantiene gracias a sus gentes. Muchos de ellos están vinculados a locales de hostelería, a bares, cafeterías o restaurantes, a sus sabores e incluso olores, que han hecho que esa historia y esas memorias no quedan tapadas por los años o el asfalto que permite la adecuación a los nuevos tiempos. Uno de ellos es el Bar Lladolid Endasa, conocido en sus inicios como el hogar de Endasa o simplemente el bar de Endasa.
La historia del propio establecimiento se empezó a escribir en los años 60 del pasado siglo y está vinculada a lo que fue el poblado de Endasa, un conjunto de viviendas, incrustado en el barrio España, construidas para quienes trabajaban en la Empresa Nacional del Aluminio, conocida por ese acrónimo de Endasa. «Ha tenido varios dueños, Mariano fue el primero, Quique, el Moro, el Nani... mis padres y ahora yo», enumera, con ayuda de los clientes, Sheila Granado, que hace dos años dio el paso de ponerse al frente del negocio una vez que su madre, Asunción García, tuvo que jubilarse de forma anticipada; y que su padre, Juan Carlos Granado, quería cerrarlo. Ella no. Trabajaba en una multinacional, pero había mamado la hostelería desde pequeña –sus padres regentaron El Río, en el paseo del Cauce, muchos años–; para luego hacerse con la concesión del Bar Lladolid Endasa. De esto último hace ya 12 años: «Llevaba cerrado uno desde que lo había dejado Nani». Así que Sheila eligió este sector y un local con mucha historia –la decoración del mismo ya habla de ella–.
En el Bar Lladolid Endasa se come por encargo. El día a día es de desayunos, raciones y tapas. De su tortilla de patatas –«que tiene mucha fama»–, de su oreja a la gallega –«uno de sus imprescindibles», apunta Pedro, cliente y amigo del barrio–, de su chorizo frito al vino o de su torrezno de Soria.
Ración de oreja a la gallega en el Bar Lladolid Endasa. - Foto: Jonathan TajesDe ello siempre hay en la barra y la cocina. «Los clientes nos dicen que es la mejor tortilla de patatas de Valladolid. Hacemos 3-4 al día y varias más por encargo. La semana pasada, un día vendí nueve», apunta Sheila, que la hace con cebolla (cuesta 15 euros). «De la oreja lo importante es el producto y el tiempo de cocción. Los clientes me dicen que no se nota la ternilla», añade.
Aunque los desayunos y los almuerzos atraen a obreros, trabajadores del Ayuntamiento y gente joven, uno de sus 'fuertes' está en esos encargos, donde destacan los cocidos y la olla podrida. El primero suele salir un día a la semana, en función de esas peticiones, casi siempre de la mano de trabajadores de empresas como Michelin o del propio Ayuntamiento –anteriormente también de la Lauki–. El segundo lo comenzó a hacer Sheila a petición de un grupo de jugadores de golf –«este sale menos, pero cuando se prueba, la gente repite», asegura–.
Sheila aprendió los secretos de la cocina de su madre, Asunción, la que mandaba en los fogones de El Río y aquí en el Bar Lladolid Endasa. De hecho, hasta la pandemia, en este eran típicos los pinchos de lechazo los jueves y las sardinas a la parrilla los viernes: «Lo hacíamos aquí dentro de la cocina, ya que tenemos una campana industrial. Nos decían que olía todo el barrio a sardinas menos el bar».
Tras la pandemia dejaron de hacer ambas jornadas por la falta de personal –«trabajábamos mis padres, mi hermano, una extra y yo»–; y de hecho ahora, que solo está Sheila, busca ayuda.
Además de cocido y olla podrida, hace aquello que le pidan, como lechazo asado, paellas y casquería, como las crestas de gallo que hacía su madre. Y muchas celebraciones con gente del barrio, aunque su clientela llega de todos los lugares de la ciudad.
Abierto todos los días, menos los lunes, los fines de semana hace horario continuo. Cuenta con 13 mesas en su interior y otras tantas en el porche cubierto, aunque ahora, con la plaza del Marqués de Suances recién reformada, pedirá ampliar terraza. El nombre es heredado y, aunque en el registro aparece como Bar Lladolid Holidays, todo el mundo lo conoce como Bar Llaladolid Endasa, como un recuerdo a donde está, a lo que fue y es.