La unidad de cuidados paliativos pediátricos del Hospital Universitario Río Hortega ha ampliado la atención domiciliaria que habitualmente reciben este tipo de pacientes a otros niños que, aunque no precisan de cuidados paliativos, sí que tienen patologías graves. Se trata de un cambio en el modelo asistencial que busca un doble objetivo. Por un lado, reducir el riesgo de contagio en los desplazamientos y estancia en el hospital y, por otro, mitigar la saturación hospitalaria que se está registrando durante la pandemia.
De este modo, los 20 niños que hasta ahora recibían a los médicos y enfermeros en su casa han pasado a ser 55, con el esfuerzo que esto supone también para los sanitarios, dado que se trata de pacientes con patologías muy complejas, si bien es cierto que dos de ellos no eran niños, sino madres donantes al banco de leche materna.
Una de las premisas que se planteó desde el principio de este cambio es que los menores no perdieran calidad asistencial. «La primera ola, con la declaración del estado de alarma y el confinamiento, obligó a modificar muchos procedimientos y estructuras en la asistencia sanitaria», reconoce el responsable de esta unidad, Pablo del Villar. Dentro de este proceso de cambio, los sanitarios pensaron que la experiencia adquirida en la atención domiciliaria podría ser «una alternativa muy inteligente para afrontar todas estas dificultades». Así, se constituyó un equipo específico y multidisciplinar integrado por dos pediatras, una enfermera y una psicóloga clínica.
Para mantener la calidad asistencial, los sanitarios han tenido que optimizar los tratamientos y desplazar a los domicilios equipos como los de ventilación invasiva, entre otros. Del Villar asegura que la experiencia ha sido satisfactoria, tanto para pacientes como para profesionales. «Ha sido muy intensa, pero buena, pese a las dificultades, sobre todo por haber logrado hacer en los domicilios procedimientos que habitualmente se hacen en el hospital... es un gran logro», señala. Tanto es así, que el doctor opina que «se tiene que impulsar este modelo de atención».
La unidad de cuidados paliativos pediátricos es una unidad funcional, es decir, sus integrantes, excepto Del Villar, compaginan esta labor con otro tipo de actividad sanitaria. Uno de ellos es Ramón Cancho, jefe de sección del Servicio de Pediatría del Río Hortega y neurólogo infantil, un perfil de vital importancia dado que la mayor parte de los pacientes pediátricos que requieren paliativos tienen enfermedades neurodegenerativas. Con este cambio en el sistema asistencial ha tenido que salir a domicilios en los últimos meses a atender a niños con epilepsias graves a los que hay que hacer análisis de sangre semanales, así como otro tipo de extracciones analíticas y otros tratamientos que habitualmente se hacían en el hospital. «Nos hemos tenido que reinventar para seguir dando soporte a estos pacientes», asegura.
Cancho sostiene que el equipo al que pertenece ya tiene «muy bien implementado» este sistema en el área de salud oeste, al que pertenece el Río Hortega, que es el que tiene más niños entre la población de referencia. Pero se queja de que desde el área este no remiten a los pacientes pediátricos con estos problemas, y que se podrían beneficiar también de este servicio. «Es triste que exista esta prestación y haya pacientes que no puedan beneficiarse de ella porque no nos los remiten», concluye.