Fernando Tavera lleva desde los 19 o 20 años en la plaza de toros de Valladolid y ahora tiene 77. Ha dedicado toda su vida, unos 58 años, a la labor de asentar y peinar el albero del coso taurino. Y su labor va más allá de la estética. Es imprescindible que la superficie esté compacta y asentada porque se pisará por novilleros, toreros, rejoneadores, toros y caballos y debe garantizarse la seguridad de todos ellos. Sabe cuáles son las zonas blandas o duras, dónde hay que echar agua, y en qué área hay que afanarse porque es la preferida de la figura de la tarde para torear. Durante todos estos años ha visto evolucionar el trabajo de arenero, de hecho, antes había arena en la plaza y ahora ya es albero que viene de Sevilla. Ha disfrutado de grandes tardes de gloria de toreros, pero más pendiente de que la arena estuviera bien que de cómo habían realizado los pases.
Entró en la plaza de toros de Valladolid de la mano de su primo. «En aquel entonces no cobrábamos nada, trabajábamos muchísimo y prácticamente ni te dejaban ver los toros». Sus hermanos le acompañaron en esos primeros años. Siempre ha estado en la arena, pero no habría aguantado tantos años desarrollando esa labor si no le gustara. Eso sí, este empleo era solo para un par de semanas al año y ha trabajado de conductor el resto del tiempo, cogiéndose vacaciones cuando había feria taurina.
Pero, ¿en qué consiste su trabajo? Pues debe estar pendiente para que el albero no esté ni muy duro ni muy mojado. Deben tener cuidado de que no haya huellas. Adora esta labor y es que le gusta estar en el albero. Es más, no quiere que sus compañeros lo toquen si no está él para supervisar que esté todo correcto. Cuando comenzó todo se hacía con mucho personal y la fuerza de cada uno. Pasaban dos tipos de rastrillos para lograr una superficie lisa tras muchas horas. Ahora hay máquinas que les ayudan.
No obstante, para preparar el ruedo hay nueve personas desde las 9.00 hasta las 12.30 horas y luego están dos horas antes del inicio del festejo taurino. Y una vez que acaba, ellos se quedan en la plaza para dejarlo todo listo para el día siguiente. «Es un trabajo que te tiene que gustar porque son muchas horas y lleva un esfuerzo físico». Además, cuando se mata al toro, salen todos a intentar eliminar el mayor número de huellas en el menor tiempo posible.
Tavera explica que cuentan con un delegado que habla con los toreros para conocer dónde les gusta torear y también ellos les explican qué zonas están más blandas o duras para que lo tengan en cuenta. Todos miran el albero porque es una parte importante de la plaza. Ha tenido la oportunidad de dedicarse a otras faenas, pero no ha querido nunca separarse de la arena.
Y estando tan cerca del toro, pues alguna vez ha visto el peligro. Asegura que antiguamente los toros saltaban las barreras de forma más frecuente. Pero eso ya casi no pasa. Tiene en la memoria un año, hará como tres décadas, que saltó un toro y le cortó la oreja a un compañero con las astas. También recuerda que cuando era más joven tenían que salir ellos al ruedo si el toro le daba una cornada al torero. Esto ya no se hace. Ahora es la cuadrilla de los diestros la que salta para ayudar.
Es el coordinador de la plantilla que hace que el albero esté perfecto para todos los festejos y, de momento, nadie se atreve a hacer este trabajo. Tiene compañeros pero no se animan a tomar las decisiones que él adopta. Ahora que está jubilado va más veces a la plaza durante el año. Tavera es una institución allí. Se ha ganado el respeto de todos con su trabajo y eso lleva a que le dejen estar en el coso de Valladolid en sitios donde un arenero no tiene por qué estar, como en los corrales. Le encanta estar en el desembarque de los toros y cuando entran en chiqueras.
Y en cuanto a las figuras del toreo, pues ha conocido a muchos. Entre sus favoritos están Morante de la Puebla, El Viti, Julio Robles, Manzanares padre, Palomo Linares, Diego Puertas y Dominguín. Y de las figuras que estarán este año tiene ganas de ver torear a Enrique Ponce «porque siempre ha toreado de maravilla».