Pedro Sánchez no pierde ocasión para demostrar que está de acuerdo con lo que dijo Óscar Puente: que él, Sánchez, es el puto amo. El presidente de gobierno además hace alarde de que manda por encima de todo y de todos.
Tras el acuerdo para la renovación del CGPJ se iniciaron las conversaciones sobre el Banco de España aceptando la fórmula habitual: el gobierno elige al gobernador y el principal partido de la oposición al subgobernador. Pero tanto en las negociaciones entre Bolaños y Pons, como las posteriores entre Bolaños y Gamarra, se acordó algo más: no se llevarían a las instituciones del Estado a personas que en los cinco últimos años hubieran ocupado cargos en el gobierno.
La palabra de Pedro Sánchez no tiene ningún valor, pero Félix Bolaños sí contaba con cierto grado de credibilidad, aunque también la ha perdido. Lo ocurrido con la elección de la presidenta del Consejo General del Poder Judicial y con la elección del Gobernador del Banco de España, deja por los suelos la imagen de la cúpula socialista. La bonhomía brilla por su ausencia.
El PP daba por hecho que la presidencia del CGPJ correspondería a alguien del sector llamado, aunque esperaba que su perfil, además de riguroso profesionalmente, no estuviera excesivamente escorado ideológicamente. Sánchez solo dio una orden: quería una mujer, la primera mujer al frente del Consejo. No puede extrañar, el sanchismo promueve mujeres aunque no estén a la altura, el feminismo mal entendido tiene esas cosas, cuyas consecuencias no son precisamente positivas `porque no siempre se elige a las mejores. Sobran los ejemplos. Sánchez apuntó dos nombres de magistradas muy cercanas al PSOE y el PP se plantó. Tras semanas de negociaciones, el PP propuso a una magistrada progresista, Isabel Perelló, que en sus 15 años en el Supremo ha demostrado sobradamente su valía. El gobierno torció el gesto, pero el PP no dio su brazo a torcer y Perelló será presidenta.
En el BdE se han cumplido los peores pronósticos: el gobernador será Escrivá, hombre de larga y prestigiosa trayectoria como economista, hasta que como ministro de Seguridad Social mostró un talante sectario, de cuestionable eficacia, y carácter que provocó tensiones incluso con sus compañeros de gobierno. Con la salida de Calviño para un cargo europeo aspiraba a la vicepresidencia económica, pero fue para María Jesús Montero. El círculo de Escrivá explicaba que había aceptado un irrelevante ministerio de Transformación Digital porque Sánchez se sentía comprometido con él y lo llevaría al Banco de España.
De nuevo el gobierno rompe un acuerdo con el PP y un ministro se va a una institución del Estado. Del Estado. Desde el punto de vista ético no hay por dónde cogerlo, aunque a este gobierno la ética no es algo que le preocupe. Solo le importa el poder, y lo tiene más fácil si maneja las instituciones garantes del respeto al Estado de Derecho. Que con estas maniobras de colocación de afines al sanchismo, hace tiempo que ese respeto brilla por su ausencia.