La cita con las urnas a la que estamos convocados los europeos el próximo 9 de junio para participar en unas elecciones tradicionalmente marcadas por altas tasas de abstención dilucidará algo más que 720 eurodiputados. En un contexto de guerra perenne en Ucrania y de persistente amenaza rusa, pero también de emergencia climática y de desaceleración económica, todo presagia que los resultados supondrán la definitiva constatación de la derechización del Viejo Continente. Francia, Italia, Alemania y Países Bajos, los países fundadores de la UE, así como los últimos llegados del Este, llevan un tiempo experimentando el avance de formaciones euroescépticas que abogan por renacionalizar poderes a los estados miembros.
No sería descabellado vaticinar que el previsible avance de la extrema derecha a tercera fuerza, como predicen los sondeos, acabará rompiendo los tradicionales equilibrios que han sostenido el proyecto europeo. Algo que no solo puede condicionar la formación de mayorías en ese parlamento sino también la senda que se ha marcado en los últimos años y que, previsiblemente, querrán abandonar. En la agenda pendiente de Bruselas se barruntan asuntos tan esenciales como el pacto verde, la regulación digital o la inmigración, un debate sin cerrar pese a haberse alcanzado recientemente un pacto en las cuotas de reparto. Trascendentales desafíos a los que se enfrenta Europa en este mundo crecientemente convulso y de reposicionamientos geopolíticos como es la autonomía en defensa, especialmente si Donald Trump gana en noviembre en Estados Unidos.
En un escenario en el que las políticas más conservadoras se han vuelto ampliamente aceptadas, hay partidos como los de Hungría y Eslovaquia que evitan cualquier intento por suavizar posiciones y otros, como el de Marine Le Pen en Francia o Giorgia Meloni en Italia, que se esfuerzan por proyectar una imagen más moderada que calme temores y abra puertas. Una de ellas entornó desde el mismo arranque de campaña la presidenta de la Comisión Europea y candidata del Partido Popular Europeo (PPE), Ursula von der Leyen, confirmando que buscará el apoyo de algunos de esos partidos, entre ellos el de Meloni: «Es claramente proeuropea». Arruinado desde el minuto uno el argumentario del socialismo español sobre la anomalía que presenta el PP por sus pactos con VOX dentro de su familia política europea, Von der Leyen ha hecho añicos los cordones sanitarios y el tabú sobre este tipo de pactos. En ese rebufo se ha cobijado pronto Alberto Núñez Feijóo, y previsiblemente ahí se tendrá que resituar la mayoría del centroderecha europeo si pretende resistir al auge de las fuerzas a su derecha.