Para la despedida de un amigo, de un compañero como Jesús Anta, tan relevante en nuestra ciudad, deben citarse, antes o después, los cargos que desempeñó como diputado, concejal, secretario del PCE, de CCOO. Y, aún mejor, la forma en que llegó a ejercerlos: ideas claras, dialogante y comprensivo, amable, muy trabajador. Y la manera tan elegante con que se apartaba al concluir el ciclo para el que había sido elegido.
También parece lógico hablar de su obra. Sus publicaciones, sus artículos, sus conferencias, sus exposiciones de fotografía, su blog. Los títulos (es decir: los temas de que trataban) le delatan. Libros sobre fuentes, pozos, lavaderos, los pozos de nieve, la arquitectura vernácula más humilde. Fotografías 'donde habita el agua'. Muchísimos artículos sobre historia de la ciudad. Valladolid por todas partes: personajes, piezas (algunas pequeñísimas: un bastón en el Ayuntamiento, por ejemplo), referencias 'potentes' (siglos y monumentos) o tan solo afectivas (y, en ocasiones, mucho más 'potentes').
Y calles, muchas calles, en las que aparecen los siglos y los días, las viviendas de cada barrio o una humilde fábrica de gaseosas. No es posible pensar en un recorrido histórico de la ciudad tan completo como el suyo. Y decimos recorrido, pues de siempre le gustó (al 50%: le gustaba, y al 50% lo consideraba un compromiso) desplegar recorridos para explicar la ciudad. Hoy el barrio de la Rondilla, mañana los tesoros artísticos del cementerio del Carmen. Recorridos con vecinos, con estudiantes, con cualquiera que estuviese interesado en conocer mejor la ciudad.
Es cierto que, para decir adiós, lo propio es evocar las cualidades de la persona. Y con ello, de alguna forma, revivirla. Impedir que se escape del todo. Airear su humanidad. Su simpatía. Su empatía. Su generosidad. Su inmensa curiosidad (su blog: 'La mirada curiosa'). Y su sentido de la amistad. Y, desde luego, también su militancia. Siempre disponible, en cualquier posición que lo necesitase el PCE, Izquierda Unida o Valladolid Toma la Palabra. Siempre abierto a constantes aportaciones al movimiento vecinal (Belén, su barrio, para empezar).
Hay quien, en la separación, se centra en trazar la trayectoria de la vida. Dónde nació, dónde estudió, creció, se formó. Dónde conoció a Isabel, su compañera. Cuándo nacieron sus hijos, Miguel y Pablo. Y cuándo (y por qué) se volcó en el estudio de la historia. Pero a los amigos, además, nos gusta recordar anécdotas, porque pensamos que ahí le recuperamos mejor. Aquella cena en El Escorial. O mejor: todas las cenas con él. Y sus canciones.
Pero quizá, en este caso, lo mejor sea enumerar quiénes estamos, de qué se compone el coro de tu despedida. Estamos, cómo no, quienes hemos tenido la suerte de conocerte y compartir de cerca tus trabajos, empeños, compromisos, incluso aventuras. También los vecinos y vecinas para los que, sin descanso, trabajaste. Podríamos decir que también están (así creemos verlo), esas calles que recorriste con tanto afecto. Pero pensamos que, sin duda, hay un lugar donde te encontraremos: en el murmullo del agua de esas fuentes que quisiste con tanto ahínco. Siempre te veremos, Jesús, en el murmullo del agua de nuestras fuentes. Te queremos, Jesús.