"Valladolid valora tanto las tradiciones como Armenia"

David Aso
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«Buscábamos una ciudad pequeña donde se hablara puro castellano para aprenderlo mejor, y como había oído que esta era la 'cuna'...», relata Violetta Hakobyan, armenia afincada en Valladolid desde 2012

Violetta Hakobyan, en su pastelería de la carretera de Rueda, La Francesa. - Foto: Jonathan Tajes

Años en valladolid: 12
Profesión: Pastelera
Comida y bebida favorita: Lechazo y verdejo
Rincón favorito: Parque Ribera de Castilla

Violetta Hakobyan (Ereván, Armenia, 1988) ya era licenciada en Filología Alemana cuando llegó a Valladolid en 2012. Habla inglés, ruso y español, además de alemán y armenio, y aún se sacó aquí un grado superior de FP en Administración y Finanzas, tras el que entró primero en una asesoría y después en una empresa de cosméticos que aprovechó su empatía para trabajar en tiendas de cara al público y su manejo de los idiomas para participar en ferias de distintos países. Fueron casi seis años de los que guarda un «buen recuerdo», pero es una de tantas personas a las que la pandemia le hizo replantearse todo; y forma parte de ese grupo amplio, pero más reducido, de las que pasaron del sueño a la acción para dedicarse a lo que realmente le gusta.

Con la inercia de la fiebre repostera del confinamiento se sacó a distancia un curso de pastelería saludable y en septiembre celebrará el primer aniversario de la pastelería que decidió abrir en un antiguo quiosco de la carretera de Rueda bajo un nombre que define su estilo, La Francesa. «Ahora los niños entran a comprar pasteles en lugar de chuches, dicen que les gustan más y lo agradezco porque siempre se ha dicho que los niños nunca mienten».

A España llegaba en 2010, en principio de visita y en la práctica para quedarse con un «amigo» compatriota que residía en Barcelona y la había invitado a venir, hoy marido y padre de sus dos hijos, de 5 y 8 años. Ambos nacieron ya en Valladolid, adonde decidieron mudarse en 2012: «Buscábamos una ciudad más pequeña y tranquila donde se hablara puro castellano para aprenderlo bien, y como había oído que esta era 'la cuna del castellano'…». 

Algún paralelismo percibe con su país natal: «Es bonito ver que los vallisoletanos son tan fieles a sus tradiciones como los armenios a las nuestras». Lo único que acierta a responder cuando se le pregunta por algo de aquí que no le guste es «la cantidad de locales cerrados que hay». «Ojalá se colaborase más con los negocios pequeños, que son los que dan vida a una ciudad», destaca.

Amagó con irse definitivamente cuando el trabajo de su pareja les llevó a volar a Tenerife cinco días antes de desatarse la pandemia en marzo de 2020. Pasaron tres años allí y allí fue donde estrenó su nueva profesión de pastelera en un restaurante y un obrador, pero al final regresaron. «La verdad es que, cuando viajo fuera de España y vuelvo, siento que vuelvo a mi casa como si siempre hubiera sido esta», aprecia. Para sus hijos lo es desde que vinieron a este mundo y, con los pies en el suelo de su pastelería, Violetta sueña con que ellos «crezcan aquí, se formen aquí y puedan elegir después qué hacer con sus vidas».