Se encuentra muy concentrado llenando su carrito de comida José Eulogio en el sótano de la sede provincial de la Cruz Roja de Valladolid, en el número 6 de la calle Pólvora. Estamos en el departamento de atención a personas en situación de extrema vulnerabilidad donde han ido pasando varias familias y unas cuantas mujeres solas, pero ningún hombre solo. Él es la excepción. No acompañan a este venezolano sus dos hijos «porque están estudiando». Tampoco su mujer, ya que enviudó hace siete años allá en su país. Así que le tocó sacar adelante a la familia como buenamente pudo y por eso lleva alrededor de tres años recibiendo ayudas, el tiempo que lleva en España.
Cada mes se pasa por aquí y mete todo lo que le van dando los voluntarios -verduras, carne de todo tipo, tomate frito, galletas, mermelada, garbanzos, fideos, conservas de pescado...-, que, como señala Carlos, uno de estos, lo hacen en base a sus necesidades. Ha recogido su tarjeta y su cita. Es el protocolo.
«Trabajo medio turno en una granja de equitación, en una escuela», asegura con una inmensa sonrisa este hombre, que confiesa que únicamente está recibiendo el apoyo de Cruz Roja -no ha llamado a más puertas-, para la que se deshace en elogios, pues de sobra sabe que sus hijos, un chico y una chica, que se han sacado hostelería, «son bachilleres y ahorita están esperando a ver si les homologan los títulos», tienen un futuro en España. Unas oportunidades gracias en gran parte a ese 'empujón' que llega en forma de solidaridad.
Sobre las prestaciones energéticas, no ha preguntado porque el casero le incluye el agua y la luz en el alquiler del piso. El gas no. Quizás eso sí podría pedirlo... Titubea, no lo tiene nada claro. Oquizás sí: «No lo pido porque ya tengo bastante con esta ayuda mensual que me llega de Cruz Roja. Hay gente que lo necesita más que yo, hay que ser justo en esta vida».
Poco antes de despedirnos aprovecha este simpático sudamericano siempre risueño que trabaja en la granja solo los fines de semana, para ofrecerse a 'currar' de lunes a viernes a quien quiera contratar sus servicios, ya que a él, lo que realmente desearía sería no tener que depender de todas estas prestaciones y ser completamente autosuficiente. Pero ser extranjero, con 52 años, lo complica todo. Si ya lo es para un nacional encontrar empleo con más de medio siglo a cuestas, en su caso pues...
«Yo soy lo que llaman ustedes aquí un 'manitos', hago de todo, de verdad. Algo de albañilería, un punto de soldadura, también aguas limpias, aguas negras, mantenimiento del coche, cambiar el aceite...», comenta José Eulogio, que aprovecha para subrayar que su «papá» era español y se fue por la Guerra Civil y en Venezuela aprendió a hacer de todo. Solo busca una oportunidad para no tener que depender de ninguna institución.