Como todos los comienzo de mes se sucede la publicación de encuestas encargadas por distintos medios de comunicación en las que resulta habitual la disparidad de datos que ofrecen, pese a que han sido realizadas sobre las mismas fechas, de tal forma que todas toman en consideración los mismos asuntos coyunturales -discrepancias sobre la ley del solo sí es sí, "caso Mediador", subida del IPC…-, que pueden alterar la intención de voto de los encuestados. Además de ser la fotografía de un instante, lo destacable de las series de sondeos demoscópicos es la tendencia que reflejan. Y en ese caso todas, excepto la del CIS, revelan una orientación clara, que el PP será el partido más votado y que ganará las elecciones del mes de diciembre.
Pero luego los sondeos se bifurcan en dos caminos, el de aquellos medios que aseguran que la suma del PP y Vox alcanzará la mayoría absoluta de forma holgada, y la de los que consideran que cualquiera de los dos bloques –conservadores y ultraderecha por un lado, y socialistas, ultraizquierdistas, nacionalistas, independentistas y los que no quieran sumarse a una fórmula de la que forme parte Vox- tiene posibilidades de formar gobierno porque la suma de escaños es muy pareja.
Ante la disparidad de resultados solo cabe pensar que ninguna encuesta es inocente, -la que menos la del CIS que es la única que sigue dando vencedor de las elecciones al PSOE y a Pedro Sánchez-, y que pretenden que sus vaticinios se cumplan. Ya se sabe que una profecía autocumplida es una predicción que una vez realizada es la causa de que se haga realidad, y si muchas encuestas afirman que el PP será el vencedor de las elecciones contribuirán a ser el caldo de cultivo de la victoria y trabajan para que la opinión pública coincida con la opinión publicada.
Cuánto más conservadores son los medios de comunicación que publican una encuesta más crece la diferencia en intención de voto entre los populares y los socialistas, elevando esa diferencia a más de seis puntos, y más agudizan la caída de Vox cuya pérdida de votos se traslada en masa al Partido Popular, lo mismo que los del difunto Ciudadanos a quien nadie da capacidad de recuperación y apuntan a que quedará como una formación extraparlamentaria. Por la parte de la izquierda, la pérdida de votos de Unidas Podemos no la rentabiliza el PSOE, que en el mejor de los casos se mantiene en el entorno del 26% de intención de voto. La tardanza de Yolanda Díaz en presentar en sociedad su proyecto Sumar es un factor que distorsiona cualquier previsión.
Por la derecha y por la izquierda los bloques están bien definidos sin que ninguno de los dos grandes partidos se asome a la mayoría absoluta y obligará a los pactos poselectorales. Santiago Abascal ya ha advertido que con que sea necesario uno solo de sus votos pedirá entrar a formar parte del gobierno, y en la izquierda nadie duda de la reedición de un gobierno Frankenstein si las matemáticas lo permiten. Lo que nos lleva a la necesidad de que todos los partidos trabajen la cultura de coalición, que en el experimento actual ha dado resultados dispares. Los partidos mayoritarios deben comprender que el pacto interno debe ser la norma de conducta y los partidos minoritarios no tratar de imponer sus programas de máximos envueltos en discursos y prácticas populistas, alejados de la realidad.