Julia, a sus 83 años, bucea en su teléfono móvil mientras escucha con atención las indicaciones de Pablo sobre el modo de crear carpetas en su dispositivo para ordenar las fotos que tiene guardadas en su galería. "Puedes crear una carpeta de tus hijos, tu nieto o las vacaciones de verano", le apunta. Esta imagen se repite casi a diario entre una usuaria mayor y un voluntario de Cruz Roja en el nuevo Espacio de innovación Innoveas de la entidad en Valladolid. Y es que el voluntariado ha cambiado, al igual que las demandas de las personas que atiende la organización. Hace unos años, un anciano recibía la visita de un voluntario para hacerle compañía, dar un paseo o acompañarle a la consulta médica. Ahora, sigue así para algunos perfiles pero también se ha ampliado por que el colectivo de personas mayores requiere de otros servicios como es mejorar las competencias digitales a vulnerables.
Nuevos perfiles que se replican en el voluntariado. Pablo es un claro ejemplo. Salmantino de 60 años pero residente en Valladolid y prejubilado de la empresa Clarios, que antes fue la fábrica de baterías Varta, ubicada en Burgos. Su formación como doctor ingeniero industrial le convierte en una persona muy útil para el centro Innoveas de Cruz Roja, ya que sus conocimientos en tecnología son claves para dar talleres a los mayores. "Nunca había tenido contacto con el voluntariado, entre otras cosas por que no tenía tiempo, ni me plantée entrar en este mundillo", apunta a la Agencia Ical. Ahora, dispone de tiempo de sobra, por lo que al prejubilarse, su hermano que trabaja en Cruz Roja Alicante le dijo que podía probar con el voluntariado. "En principio, iba para dar clases a niños pero me comentaron que estaba desaprovechado", explica. De esta manera, los técnicos de la ONG le 'recolocaron' para dar talleres sobre la pobreza energética entre personas con problemas económicos e impartir charlas sobre el uso del teléfono móvil entre los mayores.
Pablo Marcos no es el único con la etiqueta del cambio de perfil en el voluntariado sino que también hay otros en Innoveas como Fidel Juan, de 62 años y en la reserva del Ejército, tras haber sido técnico superior electricista de aeronaves, y José María Camarero, un ingeniero informático de 49 años, jubilado por una enfermedad tras sufrir un tumor cerebral. Los tres forman parte de la nueva hornada de voluntarios de Cruz Roja en Castilla y León, que en total son 13.637, con una edad media de 44 años.
Todos ellos confiesan que ayudar a las personas mayores es la mejor forma de llenar parte de su tiempo libre ahora que no trabajan, compartiendo sus conocimientos en nuevas tecnologías. Acuden a Innoveas dos días a la semana, entre tres y cuatro horas por la mañana. "Nos gusta ser útiles y estar en contacto con la gente", declaran. Y han encontrado la mejor manera de ayudar a las personas mayores y tratar de reducir la "enorme" brecha digital. Fidel añade que la competencia digital es "fundamental" para un colectivo que, en ocasiones, es reacia por miedo y desconocimiento. Por lo tanto, está encantado de colaborar y ayudar a los mayores en el uso de las nuevas tecnologías. "Tratamos de darles independencia en su manejo y que no tengan que depender de sus hijos o nietos", añade José María.
La directora de Voluntariado de Cruz Roja Castilla y León, María de Diego, explica a Ical que la apertura del nuevo espacio tecnológico es un nuevo nicho para hacer voluntariado. "El concepto de tecnología humanitaria abre muchas posibilidades para las personas vulnerables y permite captar a perfiles de voluntarios muy diversos y más joven", apunta. Eso sí, deja claro que el voluntariado tradicional sigue "muy presente" en la entidad, que se reparte entre las áreas de Educación (4.134 personas), Empleo (118), Inclusión Social (4.852), Medio Ambiente (1.162), Salud (4.420) y Socorros (2.237).
Teléfonos móviles, ordenadores y tabletas
De momento, Pablo está centrado en los talleres sobre teléfonos móviles; Fidel imparte cursos sobre el uso de ordenadores y José María lo hace con los ordenadores y las tabletas, aunque se ajustan a las necesidades de sus 'alumnos'. Pero, el tiempo que pasan los mayores en el centro de Cruz Roja también sirve para combar la soledad no deseada, puesto que su estancia allí es una manera de salir de sus casas, conocer a gente y estar entretenido con otras personas. La mayor parte de los usuarios del nuevo centro de la ONG, ubicado en la Plaza Tenerías, es mujer por que, hasta la fecha, los hombres son reacios a participar en estos encuentros.
"La experiencia en Innovea es maravillosa. Las personas mayores son muy agradecidos y me llena mucho, por que recibo más que ellos, además de ayudarme a mantenerme activo en mi exprofesión y también descubro cosas que no sabía y que he tenido que buscar o pedir información a mi hijo. Estoy feliz", asegura Pablo. Pablo reconoce que no se ve dando un paseo, como voluntario de Cruz Roja, con una persona mayor por que es muy vergonzoso y prefiere ayudar al colectivo a utilizar algo tan esencial como un teléfono móvil. La edad no ayuda para entender estos dispositivos por lo que el taller empieza por lo más básico como encender y apagarlo, volver atrás y a la pantalla principal. Luego, llamar a una persona a través de la agenda y usar el teclado. En las siguientes sesiones, se explica cómo se instalan las aplicaciones o utilizar el Google Maps, hasta llegar a lo más complejo como crear carpetas.
Pablo lamenta que en España se desaproveche la experiencia profesional de las personas, con prejubilaciones a una edad relativamente temprana. De ahí que valore la oportunidad que brindan entidades como Cruz Roja para aprovechar ese conocimiento.
José María tenía experiencia como voluntario en Cáritas, donde hacía visitas a la residencia de ancianos de Cabezón de Pisuerga (Valladolid) y en la propia Asamblea Provincial de Cruz Roja, dando clase a estudiantes con dificultades de aprendizaje o enseñanza de español a refugiados. Ahora, su llegada a Innoveas, le permite estar más cerca de su antiguo empleo, ya que era programador informático. En su caso, la enfermedad ha supuesto un punto de inflexión, ya que, desde entonces, afronta la vida de manera diferente. "La sociedad debería estar más implicada en el voluntariado mientras que el Estado y las propias empresas tienen que invertir en programas como el de Cruz Roja para formar a la gente, sobre todo mayor, como usuarios de banca u otros servicios que presta el sector privado", asevera. Fidel asegura disfrutar de la docencia, a la que ha dedicado la mayor parte de su vida, tanto en el Ejército como para los certificados de profesionalidad. Además, anima a la ciudadanía a colaborar por que "todo el mundo puede ayudar, siempre y cuando haya disposición".
El centro de Innoveas lleva apenas unos meses de funcionamiento y aún no ha alcanzado la velocidad de crucero pero ya va dando nuevos pasos. En breve, ofrecerá a los mayores una inmersión en la realidad virtual con las gafas 3D para que puedan viajar y conocer destinos como el Machu Picchu (Perú), Venecia, Tailandia y Auroras boreales. Una parte de la que se encargan dos jóvenes inmigrantes, la peruana Rosario Laurente y el colombiano Julián Ruiz.
Aprendizaje a demanda
Los técnicos de Cruz Roja en el centro, Juan Antonio Pérez y Fernando Andrade, dejan claro que no son cursos de formación al uso para las personas mayores sino que se trata de talleres de aprendizaje. "Fomentamos el aprendizaje útil y nos ajustamos a lo que demandan los usuarios", explican. De ahí que no se descartan que haya algún taller sobre ciberseguridad, a ya que es un colectivo susceptible de ser víctima de fraudes cibernéticos.
La directora de Voluntariado recuerda que la reducción de la brecha digital entre los mayores no requiere contar con ingenieros e informáticos sino tener personas que muestren interés y pongan en valor las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías. En los casos de Pablo, Fidel y José María, comenta, son voluntarios para aprovechar su talento, además de que ser hombres por que apunta que el voluntariado está "muy" feminizado.