Los castillos son los 'hitos históricos' del paisaje vallisoletano. Además de permitir leer en sus muros de sillería, mampostería, ladrillo o tapial la historia del territorio que hoy día conforma la provincia, también constituyen uno de sus mejores recursos turísticos. En la provincia hay más de 60 edificaciones y un centro de interpretación de estas construcciones, que se inauguró en 2019 en el Castillo de Fuensaldaña.
Un patrimonio que ha reunido en una guía para descubrir las antiguas fortificaciones de la provincia el palentino Carlos M. Martín. El escritor se ha embarcado con su libro 'Castillos de Valladolid. De fronteras, comunidades y señoríos' en un recorrido por la veintena que presentan un mejor estado de conservación y son visitables, pero también por los que se han convertido en ruinas y de los que apenas se conservan escasos vestigios o meras referencias históricas. Aunque también trata de facilitar herramientas para comprender, no solamente los caracteres morfológicos de estas construcciones, sino también los fenómenos históricos determinantes de su aparición. «Se trata de facilitar sencillas claves históricas que permitan determinar por qué un determinado castillo surgió en el lugar y en la fecha determinada en que fue edificado».
Una singularidad de la provincia es que conserva algunos con 'denominación de origen'. Estas edificaciones son de la denominada Escuela de Valladolid, un término acuñado por los especialistas en arquitectura e historia militar Fernando Cobos y José Javier de Castro. «Se trata de edificios que responden a un mismo patrón de planificación», detalla Martín. Entre sus características comunes es que muestran una planta cuadrada, con torre del homenaje en uno de sus ángulos.
Castillo de Torrelobatón - Foto: Carlos Manuel MartinLa ruta DO
Los ejemplos de fortificaciones con una tipología constructiva que hizo fortuna en una determinada área mesetaria, que se extiende por un triángulo cuyos vértices son Fuensaldaña, Fuente el Sol y, cerca del límite provincial entre Valladolid y Zamora -hacia poniente-, la plaza de Villalonso.
La tendencia de los castillos con DO arranca, según detalla Martín en el libro, con la realización unas obras que encarga, a mediados del siglo XV, el monarca Enrique IV en los castillos de La Mota y Portillo. Se opta por un modelo de edificio de sencilla planta cuadrada, a la que se incorpora una gran torre del homenaje. La estructura acoge en su interior un conjunto palaciego, que luego fue imitado por personajes de la nobleza, dando lugar a la aparición de un granado ramillete de castillos con una tipología similar, si bien con diferentes proporciones, acomodadas a la capacidad económica de quienes encargaban su construcción.
Castillo de Tiedra. - Foto: Carlos Manuel MartinEn la ruta de con DO se incluyen, además de Medina del Campo y Portillo, los castillos de Villafuerte de Esgueva, Fuensaldaña, Torrelobatón, Villavellid y Fuente el Sol,en tierras vallisoletanas, el zamorano de Villalonso o el palentino de Fuentes de Valdepero.
El de Medina del Campo es una construcción en ladrillo del siglo XV que fue Archivo de la Corona de Castilla y Prisión del Estado. Por su parte, el castillo fortaleza de Portillo se proyectó en el elevado de un cerro, por lo que era un emplazamiento de gran importancia estratégica. En esta misma zona está el de Fuente el Sol, una edificación de planta rectangular con cubos macizos en tres de sus esquinas y la torre del homenaje en la restante. Actualmente, conserva la mitad de su altura, pero mantiene el recuerdo de lo que en su día fue y representó
El rasgo más distintivo del de Villafuerte de Esgueva es su esbelta torre del homenaje, de planta cuadrada, con atalayeras en sus cuatro esquinas. El de Torrelobatón, que se construyó en el siglo XIII y está declarado Bien de Interés Cultural (BIC), también se eleva sobre planta cuadrada, con una torre del homenaje con ocho anillos en vez de almenas en una esquina, dejando las restantes para tres torres cilíndricas más pequeñas. Este castillo poseía una muralla exterior, de la que hoy sólo quedan algunos retazos. Actualmente, acoge el Centro de Interpretación del Movimiento Comunero y estos días es noticia porque el alcalde del municipio ha alertado sobre las grietas que hacen peligrar su estructura.
Entre los ejemplos de la Escuela de Valladolid destaca el Castillo de Fuensaldaña, el más emblemático de todos, que fue sede de las Cortes de Castilla y León. Esta fortaleza comenzó a edificarse en el siglo XIII, pero fue en el siglo XV cuando adquirió su actual aspecto y se utilizó como residencia señorial de los Vivero. Tiene la planta cuadrada característica de esta DO, posee torres circulares en las esquinas, y en uno de sus lienzos, una gran torre del homenaje rectangular, que en planta sobresale dentro del patio de armas. Hoy es un centro de interpretación de los Castillos.
En el rastreo bibliográfico que ha realizado el escritor, apunta que los especialistas atribuyen este impulso constructivo a un afán de emulación. «Las personas que ordenaron su edificación perseguían aparentar el poder y relevancia social de las clases más pudientes», recalca.
Una de las características más significativas de este modelo arquitectónico radica en sus proporciones. La torre del homenaje se eleva hasta una altura similar a la del lado del recinto, mientras este último alcanza una elevación equivalente a la mitad de aquella dimensión.
Por zonas
La propuesta de Carlos M. Martín para conocer los castillos vallisoletanos se plantea en cuatro rutas. Una primera recorre Tierra de Campos y Montes Torozos, donde hay dos itinerarios. Uno discurre por los castillos de Torrelobatón, Tiedra, Villavellid y Urueña, mientras el segundo se centra en los de Villalba de los Alcores y Montealegre de Campos.
Otra propuesta se centra en la campiña del Pisuerga y Páramos del Esgueva, donde una de las rutas pasa por Simancas, Fuensaldaña y Trigueros del Valle, mientras que otra lleva hasta Villafuerte de Esgueva y Encinas de Esgueva.
La tercera zona es la del Campo de Peñafiel, que engloba los castillos de Peñafiel y Curiel de Duero. La última es la de Tierras de Pinares, de Medina y del Vino, que incluye las fortalezas de Portillo, Íscar y Medina del Campo.
Este recorrido por los castillos muestra que la provincia ha conservado «un soberbio legado histórico, que se concreta en un espléndido catálogo de castillos y edificaciones fortificadas, que constituyen uno de sus más significados recursos turísticos históricos-culturales», incide. Y también refrenda que el interés de estas edificaciones no solamente radica en su relevancia arquitectónica -extraordinaria, en muchas ocasiones-, sino también en su reflejo histórico.