No hace mucho, en estas mismas páginas, el experto en patrimonio Iván Muñoz señalaba que en todos los pueblos de Valladolid había tesoros escondidos. Lamentablemente, la mayoría de ellos se quedan precisamente así, escondidos. Por eso, iniciativas como los Museos vivos ayudan a dar conocer o incluso 'salvar' esas joyas y, de paso, ayudar a que crezca la provincia, concretamente por el norte.
Conviene recordar que desde finales del siglo pasado, los fondos europeos regaban las comarcas de forma generosa en forma de Fondos de Desarrollo Rural, pero llegó la crisis económica de 2008 y el 'grifo' se cerró en 2012... Acabado el 'maná', diversos centros culturales se vieron obligados a echar la persiana, pero hubo colectivos que no se resignaron y buscaron soluciones imaginativas, baratas para mantener a flote esos tesoros para que la gente de fuera siguiera visitando los bellos parajes del norte de Valladolid.
Había que abaratar los costes al máximo. Así de sencillo. Y fue entonces cuando se aplicó el concepto 'smart'. Reservas por internet la visita para que la hagas tranquilamente en grupo o a solas a cualquier hora (a veces, a las ocho de la mañana o a las diez de la noche), no hay guía... «Viene a ser como una especie de Airbnb en este campo», señala Eugenio García Rojo, gerente de ADRI Valladolid Norte y coordinador de Museos vivos en la zona, que añade que «no quitan trabajo a nadie». Y es que muchos pueden pensar que el hecho de que los visitantes se encuentren todo informatizado destruye empleo: «Nosotros ofrecemos el servicio donde no llegan los ayuntamientos o la Diputación. En el momento en el que sí pueden hacerlo, ya sean horas, días o semanas, desaparecemos».
Lo cierto y verdad es que las cifras no mienten y se han disparado, como recalca Miguel Fernández, responsable técnico de un proyecto que vio la luz en 2018 con 12 museos (hoy hay 88). El año pasado se registraron 86 visitas y 289 visitantes: en el Museo del Queso y Centro de Patrimonio Subterráneo de Villalón, Centro de la Avifauna de Monasterio de Vega y Centro de la caza y el lobo de Saelices. En este verano, aparte de estas 'joyas', se sumaron a la red las iglesias de san Justo y Pastor en Cuenca de Campos, la de san Juan Bautista en Villalón de Campos y la de la Asunción en Cabezón de Valderaduey, la Torre Mirador de Villalba de la Loma y el Centro de Interpretación del Arco Ajujar de Medina de Rioseco. En total, 1.062 personas disfrutaron de estas maravillas, y desde que irrumpieron en la provincia, el 27 de enero de 2019, fueron 2.643 los turistas registrados, casi todos nacionales.
El crecimiento es imparable, como sostiene García Rojo, que confía en terminar el año con la iglesia de santa María de Arbas en Mayorga y la Torre Mirador de la iglesia de Santiago en Melgar de Arriba adscritas.
sinergias. Desde el colectivo Acción Local Campos y Torozos, su gerente, Javier Paniagua, parece tener la clave. Debe haber sinergias y, de hecho, existen: «Las comarcas no tienen fronteras. Tú puedes ir al Museo del Queso de Villalón y luego irte a Medina de Rioseco a comprarte unos abisinios en Cubero, unos pasteles en Marina o las rosquillas de palo de la Flor de Castilla. Por no hablar de los embutidos El arco de Villabrágima».
Y es que en la web de Museos vivos hay recomendaciones para comer y dormir, citando posadas, hoteles, casas rurales y restaurantes; 11 en total. Lógicamente, hay muchos más. «Todo lo que sea poner en valor el patrimonio del medio rural es positivo», sentencia, reconociendo que este ambicioso proyecto que se extiende por Galicia, Castilla y León y República Checa «genera mucha riqueza» en la zona.