Han pasado unos días y aún sigo rumiando la sesión plenaria del Ayuntamiento que abordó el pasado lunes el debate sobre el estado de la ciudad. Seguramente pocos de ustedes, por no decir que ninguno, siguió con interés el sesudo pleno. Les garantizo que no se han perdido nada, más allá de las descalificaciones habituales entre los grupos políticos. Lo de siempre. Ni siquiera cuando se cumplía un año de la llegada al gobierno municipal de un nuevo equipo, los ediles fueron capaces de hablar de los problemas de los vallisoletanos, de sus necesidades, de sus soluciones, de las propuestas para mejorar la ciudad… nada de nada. Para unos, el popular Jesús Julio Carnero se ha convertido en el mejor alcalde de la historia de la ciudad en tan solo doce meses y para los contrarios ha demostrado en este escaso tiempo que es el peor regidor valllisoletano. Como les digo, solo política de la mala.
Un análisis de la situación en que se encuentra la capital es necesario una vez al año. Como en todos los aspectos de la vida, de vez en cuando hay que pararse y reflexionar, pensar si lo que se ha hecho va en el camino correcto y cuáles son los próximos pasos que se quieren dar para alcanzar la meta en el tiempo comprometido. Esto también afecta a los ayuntamientos. El equipo encabezado por Carnero, incluidos los tres ediles de Vox, debería analizar la evolución de los proyectos o las iniciativas planteadas en su programa electoral o las anunciadas en su discurso de toma de posesión. Por el contrario, aquí no se libra nadie, la oposición debería criticar con fundamento y aportar alternativas para que todos fueran creíbles en la calle. En conclusión, el debate más importante del año en el Consistorio de la capital fue una completa decepción. Similar reflexión habría que hacer a nuestros políticos castellanos y leoneses, que esta próxima semana celebran en las Cortes el anual debate sobre el estado de la Comunidad y mucho me temo que servirá para lanzarse los trastos a la cabeza unos a otros sin mucho más provecho.
Lo cierto es que en este primer año de mandato de la coalición PP-Vox no se ha avanzado mucho, quizás es lo normal, pero conviene recordar que ha pasado el 25 por ciento del mandato. La movilidad ha sido el área más intensa en este periodo, pero sin mucho cambio, ya que el soterramiento sigue en vía muerta y la integración avanza sin que Carnero haya denunciado el convenio firmado con la Junta y el Ministerio para su ejecución, a la vez que no se sabe mucho de la zona de bajas emisiones, más allá del tijeretazo anunciado nada más llegar al sillón municipal. El tráfico sigue fluido en una ciudad que nunca ha sido problemática, más allá de atascos puntuales que se producen en horas punta o en lugares donde las obras provocan muchas dificultades, pero que ni antes ni ahora se pueden considerar estructurales. Otras cosas como la polémica eliminación de algunos carriles bici o la construcción de otros avanza a impulsos y habrá que esperar para ver los resultados.
Este es solo uno de los asuntos que interesan a la ciudadanía, aunque hay muchos otros que apenas se enunciaron o solo fue para sacar pecho o criticar sus actuaciones sin entrar demasiado en propuestas. La limpieza, la seguridad, las actividades culturales, las fiestas, el turismo, el comercio la vivienda o los tributos municipales dan casi para un debate cada uno de ellos, sin embargo no repararon en ello más que para echarse flores o tirarse dardos. Como siempre, al final de todos estos debates políticos sobre la nada, el perjudicado es el ciudadano de a pie, el que sufre todos los días los cortes de las calles, los desvíos en el transporte público, la suciedad alrededor de los contenedores, los parques con cardos de un metro de alto, las peleas juveniles, el ruido en torno a los establecimientos de hostelería y un sinfín de incovenientes que no parecen importar a los dirigentes políticos.
Pasa con otras cosas y en otras administraciones, no se puede negar. Sin embargo, los ayuntamientos son la administración más cercana al ciudadano y por ello se considera casi una traición que no se ocupen y preocupen de sus necesidades cotidianas. Luego, muchos dirigentes se extrañan de que la gente tome cada vez más distancia con la política o que recojan miles de votos formaciones populistas que se crean de la nada y que consiguen representación en las distintas cámaras legislativas. Hay que cuidar a los ciudadanos, estar con ellos, interesarse por sus problemas y escuchar sus protestas y sus propuestas, y no solo de los que apoyan a un partido en concreto, casi es más importante hacerlo con los que votan al adversario o con los que no piensan como tú… muchas veces sus mensajes pueden llegar a ser más provechosos. Las personas que pisan a diario la calle suelen ser más prácticas, ir a los problemas reales y dejarse los debates políticos para el Congreso y el Senado. Muchas veces, los ediles pasan más tiempo en el pleno hablando de la política nacional y defendiendo las decisiones de Sánchez, Feijóo, Abascal o Díaz que de la Rondilla, Delicias, Huerta del Rey o Parquesol. Aplíquense el cuento, señores concejales.