Las elecciones autonómicas gallegas del próximo 18 de febrero tienen un punto de singularidad y otro de normalidad. De singularidad, porque los electores gallegos no votan igual según cuál sea el ámbito de los comicios, aunque el común denominador es que el PP resulta siempre el partido vencedor; y de normalidad, porque como estaba previsto van a ser unas elecciones con repercusión en el ámbito nacional. De hecho, el ligero adelanto electoral tiene que ver con los intereses nacionales del PP y de su líder, Alberto Núñez Feijóo, que los va a plantear como un plebiscito sobre las últimas decisiones de Pedro Sánchez sobre la ley de amnistía y el pacto con EH Bildu en Pamplona.
En las tres últimas elecciones, las autonómicas de 2020, las locales del 28-M y las generales del pasado mes de julio, el PP ha ido aumentando el número de votos recibidos, desde los 628.000 de entonces, un 48% de los votos, que proporcionaron una nueva mayoría absoluta a Feijóo, a los 700.000 conseguidos en las últimas elecciones generales, con un 43% de los votos, pero que se quedarían por debajo de la suma conseguida por PSOE, BNG y Sumar.
Si los gallegos votan como en las últimas autonómicas el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda tendrá al alcance de la mano obtener la quinta mayoría consecutiva del PP y presentarlo como un éxito vicario de Feijóo, que se repondría así del "berrinche" -en palabras de Pedro Sánchez- por no haber logrado acceder a La Moncloa. En las anteriores autonómicas el BNG fue la segunda fuerza política con un 24% de los votos, y Podemos quedó como fuerza extraparlamentaria al no alcanzar el 5% de los votos. Pero el BNG quedó en cuarto lugar y Sumar en el tercero el pasado 23-J. Los socialistas gallegos, por su parte han tenido una senda ascendente en los últimos cuatro años, y de 253.000 votos en 2020 han pasado a 480.000 en el mes de julio y del 19% al 30% de los votos. Todo ello, antes de los pactos para la investidura con los independentistas catalanes y con EH Bildu.
La singularidad de los comicios autonómicos viene también dada por otros tres factores; el primero que Vox obtuvo hace cuatro años el 2% de los votos y en las generales casi un 5%, que si lo alcanza le permitiría entrar en el Parlamento autonómico, en el que todavía no ha conseguido representación; en segundo lugar, porque el partido Democracia Ourensana, dirigido por el peculiar alcalde de la ciudad, Gonzalo Pérez Jacome, -que no será el candidato- podría arrebatar al PP al menos un escaño por esa provincia, y aspira a ser el partido que decida la gobernabilidad de Galicia. Y en tercer lugar, porque Sumar, Podemos y Esquerda Unida han alcanzado un acuerdo para concurrir en coalición que está amenazado por el factótum del partido morado, Pablo Iglesias, que ha pedido a sus militantes que rechacen el acuerdo y que voten al BNG de Ana Pontón. La dirigente independentista asiste con discreción a esas discrepancias que le benefician.
Para Feijóo que las elecciones gallegas tengan proyección nacional es normal. "Lo que ocurre en Galicia suele tener y ha tenido históricamente mucha repercusión en España", dijo al hacer balance del año que termina. Por supuesto, no prevé perder el feudo del que salió y en el que gobernó durante trece años antes de su traslado a la calle Génova. En cualquier caso, los resultados no afectarán a su liderazgo interno: él no es el candidato. Pero no renovar la mayoría absoluta sería un cierto fracaso.