Germán Díez 'dibuja' a Carlos V en un nuevo libro

D.V.
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El profesor de Lengua y Literatura en Valladolid busca en 'Los placeres y los días del emperador' (Algorfa Editorial) una aproximación a la figura del César durante los veinte meses que residió en el monasterio de Yuste

El lado más humano de Carlos V, lejos de sus campañas militares y políticas, aflora en el libro 'Los placeres y los días del emperador' de German Díez Barrios. - Foto: Efe

Arrumbado por el peso de su propia biografía y desbordado por sus últimos fracasos políticos, Carlos V abdicó en 1555, repartió el imperio entre sus próximos y emprendió un camino geográfico y espiritual con estación término en el monasterio de Yuste donde mostró su faceta más depresiva, voraz y caprichosa.

Así lo dibuja, entre otros rasgos, el escritor Germán Díez Barrio, profesor de Lengua y Literatura en Valladolid y autor de numerosos libros de sustrato histórico como 'Los placeres y los días del emperador' (Algorfa Editorial), una aproximación a la figura del César durante los veinte meses que residió en el paraíso extremeño.

"Renunció a los placeres del sexo pero nunca a la comida y a la bebida a pesar de que los médicos se lo tenían prohibidísimo por sus frecuentes ataques de gota que lo dejaban postrado en medio de grandes dolores", explica a Efe Germán Díez, natural de la localidad palentina de Buenavista de Valdavia (1952), pero residente en Valladolid.

Situado en el norte de Cáceres, en uno de los vuelos de la falda serrana de Gredos junto a Cuacos de Yuste, el monasterio jerónimo recibió el 3 de febrero de 1557 al titular del Sacro Imperio Romano Germánico, "preso de sus banqueros y de su propio cuerpo" como apuntó el historiador Agustín García Simón ('El ocaso del emperador'/1995).

Veinte meses -hasta su muerte el 21 de septiembre de 1558- padeció, holgó y no se recató en expresar su personalidad más dramática con constantes cambios de humor y caprichos, como apuntó Ramón Carande ("El atlante patético"/1997), el historiador que dedicó toda una vida al estudio y conocimiento del padre de Felipe II.

"Lo que menos me ha interesado a la hora de abordar su figura ha sido destacar la grandeza del emperador", que durante décadas han enjuiciado prestigiosos hispanistas e investigadores como Ramón Carande, Geoffrey Parker, Henry Kamen o Joseph Pérez, sino "su lado más humano, sus debilidades", su actitud hedonista hasta el final, ha aclarado Díez.

Durante su retiro cenobita mandó que las mujeres no se le acercaran "a más de dos tiros de ballesta", pero jamás abdicó de los placeres de la mesa hasta el punto de que su despensa glosaría un recetario de primer orden, ha añadido.

Ranas de Renedo de Esgueva, longanizas de Tordesillas, truchas frescas del Pisuerga, lampreas pescadas en Sevilla y Portugal, ostras de Ostende y Aveiro, ternera de Ávila, caza de Aragón y de la Nueva Castilla, además de perdices especialmente enviadas desde Valdegama (Palencia), desfilaban por la mesa del decrépito emperador, ha apuntado.

El Carlos V más humano

Díez muestra el lado más humano del hombre más poderoso e influyente de la Cristiandad en su época, después del Papa, a través de una novela histórica rigurosa pero de fácil digestión donde no faltan acontecimientos históricos como las visitas a su madre Juana en Tordesillas, la batalla de Villalar o "el secreto mejor guardado", ha apuntado sobre Isabel de Castilla, la hija que Carlos V concibió a los 18 años de edad con su abuelastra Germana de Foix.

"Lo que más me ha gustado es ver el aspecto totalmente humano de un emperador que mientras otros lo tapaban él lo mostraba, se manifestaba como era, su pasión por las cosas terrenales que le atraían inmensamente", ha subrayado.

Alemanes en Yuste

El dueño de medio mundo vino a morir a Extremadura después de sonoras derrotas como el cerco fallido de Metz (1552) y la que propició la Paz de Augsburgo (1555), el último mazazo que definitivamente separó el imperio en dos confesiones distintas, una con epicentro en España (catolicismo) y otra en Alemania (luteranismo/protestantismo).

A unos metros del monasterio donde dicen que Carlos V asistió a sus propios funerales, se encuentra el cementerio militar alemán con los restos de soldados de ese país fallecidos cerca de España durante las dos guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945): más Alemania, más guerras y descanso eterno donde también lo encontró el emperador.

Mientras los hispanistas y maestros de historiadores optaron por la figura de imperial de Carlos V, el camposanto de los alemanes en Cuacos de Yuste (Cáceres) ha sido siempre territorio de poetas como José Luis García Martín o Juan Lamillar, lugar donde la exquisita sensibilidad de Álvaro Valverde observó cómo "Tiene la muerte una medida exacta": un mundo encerrado en un endecasílabo.