Imelda Rodríguez

Punto cardinal

Imelda Rodríguez

Especialista en Educación, Comunicación Política y Liderazgo


El sentido común

18/05/2024

Produce vergüenza ajena ver cómo se desvirtúan las instituciones por el mal uso que hacen de ellas algunos de sus miembros. Pasa a menudo, en muchos ámbitos. Hoy, el foco está en la Iglesia Católica, que no puede por menos que sonrojarse viendo el espectáculo retransmitido que están provocando las monjas de Belorado. Allí, en ese hermoso paraje burgalés, quince religiosas de clausura -que ya eran conocidas por elaborar sus cotizadas trufas- están protagonizando un serial repleto de absurdeces que no hace más que distorsionar (pronostico que poco) la inmensa labor a favor del bien común que realizan tantos religiosos a lo largo y ancho de nuestro mundo. Eso sí, hacen el bien con poco ruido. Porque con el ruido pasa como con los cántaros vacíos, que resuenan, pero no hay nada dentro. Pues en esta historia, ocurre lo mismo. Muy probablemente, la falta de sentido común está llevando a estas monjas clarisas a dejarse manipular por dos sujetos que aparecen en escena, uno que se hace llamar obispo y otro que dice ser sacerdote y se ha erigido en portavoz. Un folletín de primera, contado incluso por una de las monjas en su cuenta de Instagram, que relata la rebeldía de unas religiosas que deciden abandonar la Iglesia Católica y pasar a otra orden tutelada por un obispo excomulgado. Todo ello, dicen ellas, por la constante persecución a la que son sometidas a causa de una operación de tipo inmobiliario. A partir de aquí, cargan contra el obispo de Burgos, la Iglesia Católica, el Papa y quien se ponga por delante. Manipular a quien vive en la ignorancia, como vemos, es pan comido. Un espectáculo lamentable, objeto de entrevistas estos días en todas las televisiones, que sirve para entretener, claro, pero que provoca también una reflexión importante sobre la falta de sentido común -y por extensión de liderazgo- en tantos otros ámbitos. La Conferencia Episcopal se ha pronunciado, evidenciando las conexiones de las religiosas con un grupo que está considerado como una secta y pide que cada monja pueda expresar su opinión ante la decisión tomada de apartarse de la Iglesia. Algo que me parece fundamental. Porque la falta de valentía y el miedo condicionan que muchas personas reaccionen con el silencio ante las barbaridades que se cometen en las instituciones (en este caso, en una comunidad religiosa). La ausencia de perspectiva lleva a algunos a diluirse ante las imposiciones de quien capitanea un grupo. Y la sumisión suele aparecer cuando no se cuenta con recursos intelectuales ni económicos para salir de una situación asfixiante.  Por eso, apelar a la «libertad de conciencia» de cada religiosa es clave para comprender una situación de tintes tan rocambolescos. En esa libertad de conciencia, seguramente, estará la verdad de este asunto.

El problema de un caos como este es, habitualmente, la ausencia total del sentido común. «No pretendas apagar con fuego un incendio, ni remediar con agua una inundación», dice Confucio. Pues eso. El sentido común, a lo largo de la historia, ha estado siempre ligado al éxito social, porque ayuda a tomar las mejores decisiones y a acertar. Desde aquí se avanza en la dirección correcta y se reconoce quién es un líder auténtico. Se trata de una habilidad que ha estado presente en las figuras más decisivas de la historia, en los mejores gobernantes y en los directivos más valorados por sus organizaciones. El sentido común es el talento para tomar decisiones coherentes, equilibradas y acertadas, en el momento adecuado, generando prosperidad y tranquilidad social, sin fisuras. Cuando desparece, avanza el populismo, la mediocridad y la decadencia. De hecho, esta capacidad para razonar, para aplicar la sensatez a cuestiones prácticas, cada vez está más valorada en los entornos empresariales. Hoy se buscan líderes con un alto sentido común, por eso los sistemas educativos deben integrar valores sólidos en el aprendizaje que se realiza en las aulas. Está demostrado que quien lidera desde el sentido común aumenta la productividad y fideliza mejor a los equipos. Además, frena la pérdida de tiempo, desarrolla una mayor compresión de los objetivos y de los procesos, reduce los malentendidos y los conflictos, genera ambientes más colaborativos e innovadores y sabe resolver los problemas de forma eficiente. Es tan relevante, que incluso se considera esencial para el éxito de los sistemas de inteligencia artificial. Todo esto y nada menos que esto. La satisfacción social que produce el sentido común define hoy a los liderazgos resolutivos que están en manos de personas honestas. En la empresa, en la política, en las organizaciones… y en los conventos. Sembremos la llanura antes de arar la loma. Ya lo decía el poeta Pablo Neruda. Y cómo me gusta esta expresión. Es el poder imbatible del sentido común.