"Me encanta el rollo de una ciudad grande con cosas de pueblo"

David Aso
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Después de haber pasado por más de una decena de ciudades, Radek Dabrowski, de origen polaco, decidía instalarse hace ocho años en Valladolid, donde ya ha abierto dos bares "con mucho rollo cultural": en 2016 el Matilda y ahora, el Radial

Radek Dabrowski, en la plaza de Federico Wattenberg, junto a la fachada del Museo Nacional de Escultura y al lado de su nuevo bar, Radial. - Foto: Jonathan Tajes

Lugar de origen: Torun (Polonia).

Años en Valladolid: 8.

Profesión: Empresario hostelero.

Comida y bebida favorita: Lechazo y vino.

Rincón favorito: Café La Otra Librería.

Radek Dabrowski (Torun, Polonia, 1985) ha vivido en Berlín, Oslo, Londres y otros lugares de Inglaterra, aparte de su ciudad natal y la de Copérnico, entre otras de su país como Poznan, o ya en España en Madrid, Barcelona, Alicante, Cartagena, Valencia… Sin embargo, en ninguna de ellas, salvo en la que nació, estuvo tanto tiempo como lleva en Valladolid. «Por algo será», aprecia. Van ocho años y los que le queden, que ni él lo sabe. Apuntan a no ser pocos, después de que ya en 2016 abriera un bar en Cantarranillas que se ha hecho con un hueco en la agenda cultural pucelana, el Matilda; y sobre todo, después de que el pasado viernes inaugurase otro más grande «con el mismo rollo cultural», el Radial; y «con las mejores vistas» de Valladolid, en la plaza Federico Wattemberg, frente a la fachada del Museo Nacional de Escultura. 

Su primera experiencia en España fue en Cartagena. Estudiaba Antropología en Poznan cuando decidió tomarse un año sabático para aprender español y allí acabó de casualidad. Regresó a su país, terminó la carrera e inició una segunda etapa en España, pero esta vez en Madrid, donde se enamoró de una vallisoletana que por amor le terminó atrayendo a Valladolid tras compartir unas cuantas escalas europeas durante cinco años. Fue así entonces, a la tercera, cuando echó raíces. «Me sorprendió que siendo una ciudad grande tuviera cosas de pueblo hasta en el centro, o que las fiestas se vivan como se viven aquí, que entras en un grupo de amigos y parece que estás en rollo familiar de toda la vida», valora. Choca tal percepción por otro lado con que también sintiera a la vez como cierto el tópico del carácter reservado del vallisoletano. «La gente de aquí es más seria que la del resto de España y no lo esperaba, la verdad», pero no le ha supuesto un problema precisamente: «Al revés, la gente de aquí es lo que ha hecho que me quede. Me mola porque, cuando se abre, realmente te acoge, y hoy puedo decir que tengo una familia alrededor aunque esté solo». Sin parientes cercanos y ya desde hace tiempo sin la pareja que motivó su llegada, pero con buenos amigos; incluido el socio vallisoletano con el que ha abierto el Radial, Alberto Aguado.

Claro que también le gustaría que Valladolid fuera «más verde». «Campo Grande es muy bonito, pero no basta para una ciudad de más de 300.000 habitantes» que, «por fotos de hace 30 años», sabe que en Portugalete, por ejemplo, «tuvo muchos más árboles que ahora». Un entorno que aun así adora, desde Cantarranas hasta uno de sus rincones favoritos, la cafetería La Otra Librería, en Juan Mambrilla. Igual que la ciudad en su conjunto y su cultura, de la cual ya es parte.