La vida de este médico intensivista de 49 años cambió por completo hace justo un año. En solo unos días, pasó de intubar a los primeros infectados de Valladolid a ocupar él una de las camas de ‘su’ UVI. El doctor Nicolás Hidalgo permaneció ingresado cerca de tres meses, dos de ellos en la Unidad de Vigilancia Intensiva del Hospital Clínico; uno de ellos «intubado, sedado y mal... bastante fastidiado», recuerda hoy, aún apartado de la vida laboral. «Este mes se cumplirá un año de mi contagio y todavía no he recuperado mi vida. Sigo con secuelas y de baja, y aunque voy recuperando, es muy poco a poco».
En su caso, la voraz pandemia le expulsó pronto de esa trinchera en que se convirtieron los hospitales. Recuerda que tuvo que intubar a cuatro pacientes con covid-19 y que a los pocos días se vio ingresado con una severa neumonía bilateral. Tras superar lo peor del virus y obtener el alta, la pandemia le enclaustró por las bravas en su domicilio, «convertido en una persona muy dependiente»: «La recuperación está siendo muy dura y muy lenta. Salí con 30 kilos menos, sin apenas músculo... y, poco a poco, gracias a la ayuda de mi familia, he podido ir recuperando, aunque estoy lejos de estar como estaba», describe. «Hasta hace un par de semanas, apenas salía de casa, únicamente para ir a alguna consulta», apostilla.
La vida de Nico no tiene «nada que ver» con la que llevaba hasta hace un año. «Yo trabajaba mucho, porque en la UVI, con las guardias, se trabaja mucho; y luego yo era un tío deportista. Llevaba una vida que ha desaparecido completamente por ahora, aunque espero poder recuperarla algún día».
Por el momento, se conforma con los pequeños avances que va logrando, como haber recuperado parte de aquellos 30 kilos o poder dar un paseo sin muletas o sin el bastón que le ha acompañado durante su recuperación. «Todavía me canso mucho, por las mañanas cuando me levanto casi no puedo andar, aún tengo un pie paralizado, el otro ya no, pero sí un nervio de la mano que también continúa paralizado... Y me van a tener que operar del hombro. Son todo secuelas de mi estancia en la UCI, tanto motoras como neurológicas», resume el doctor Hidalgo.
Mentalmente asegura sentirse «fuerte» pese al desgaste de llevar tanto tiempo de baja, con una vida lastrada por completo por aquel contagio y aquellas semanas en la UVI: «Intento no pensar mucho en el futuro, en cuando podré volver a trabajar, para no venirme abajo. Lo que más me cuesta es imaginar cómo será mi vuelta al trabajo, a la normalidad, a mi vida... porque ahora mismo yo estoy desplazado de lo que es mi vida. El coronavirus me ha sacado de mi carril y aún no he vuelto, no he recuperado mi vida; y me va a costar aún bastante».
Conoce bien a lo que se están enfrentando cada día desde hace un año sus compañeros y lo ensalza: «No se sabe bien el trabajo que se ha hecho en esa UVI. Yo no he podido echar una mano porque me pillo esto muy pronto, pero lo que han hecho allí mis compañeros es algo increíble; se han dejado ahí años de vida... es que se ha pasado de hacer 4-5 guardias al mes a 13-15».
«Yo estoy deseando volver, pero no puedo todavía. No aguanto de pie, tengo un pie paralizado aún... pero aunque la evolución es lenta, va bien. Lo de la parálisis de los pies se suele tardar entre uno y dos años, pero sí me gustaría poder volver en verano», confiesa.