Ilia Galán

LA OTRA MIRADA

Ilia Galán

Poeta y filósofo


Tradiciones y futuro

15/07/2024

«Pues me levanto todos los días para ver en televisión los encierros de San Fermín, así veo los toros corriendo por las calles de Pamplona mientras caen los mozos o se salvan de los cuernos, sudorosos.» Así me decían -¡varias personas!- el otro día, a bastante distancia de la capital navarra. Y es que la fiesta en torno a un santo, unida a los ancestrales y crueles juegos de la tauromaquia, forman ya parte del tejido espiritual de los navarros desde hace mucho, incluso del mito de España, convertido en evento internacional, gracias también a un escritor: Hemingway.
Hace años corrí allí, viendo pasar cornamentas a mi lado, al galope, buscando la emoción del riesgo, el fervor insensato de una hispánica y terrible tradición: no son pocos los que por eso murieron. Bien entendió Nietzsche, cuando se entusiasmó con Carmen, de Bizet, que ese arrojarse al astado arriesgando el pellejo por apenas nada, por el arte del vivir intensamente, era el culmen de la voluntad, que él entendía loca, irracional, sin sentido, brillante por eso mismo.
En realidad, muchas tradiciones son relativamente recientes, pero ¿por qué las gentes las siguen? Una planta necesita raíces para crecer, también nosotros las necesitamos, y más en tiempos donde se diluye el sentido, donde el materialismo es tan intenso, reducidos a vida abdominal, entregados al hastío.  Algunas tradiciones mutan o mueren, mientras otras nacen o resurgen, como han hecho en Italia en tantos pueblecitos con los desfiles renacentistas o medievales. En  ciertas zonas de España se han cerrado las puertas a las corridas de toros. Otras  continúan, también con bravos animales corriendo en las calles de muchos pueblos. 
Tradiciones de fiestas, de vestidos, músicas, bailes, pero también tradiciones religiosas y de encuentros sociales. Se tenga fe o no en ciertas estructuras mentales, las gentes necesitan mitos y formas artísticas (vestidos, folklore, fiestas, celebraciones o funerales) a los que agarrarse para dar sentido a sus vidas. La vida pensada solo de un modo racional no funciona, porque, pese a Aristóteles, el hombre no es solo un animal racional. Lo es, a veces, pero también es animal social y mitológico, simbólico. Buena parte de nuestros eventos tradicionales están penetrados de simbologías, alegorías que muestran cómo nuestro mundo no es solo lo que vemos, sino un entramado mucho más rico y fascinante. Por eso, cuando Marx profetizaba en vano un mundo ateo y materialista, después de que los comunistas, basándose en sus teorías rompieran con el pasado, destruyéndolo y matando a millones de personas, es cuando ha vuelto con más fuerza la religión (véase el islam creciente y a veces amenazante, el cristianismo creciendo en África o en Oriente, el hinduismo en India...). Si en Europa parece diluido el pensar transcendente, la vuelta a las tradiciones, sobre todo entre nacionalistas (vascos, catalanes, gallegos...) crece.