En épocas de cambio o reacción, y Xavi Hernández lo sabe, hacen falta líderes dispuestos a abanderar esos procesos. De todos los señalados 'de la casa', la lesión de Gavi ha truncado la progresión de ese joven gran símbolo de 'ADN Barça' y carácter irreductible. Y como 'de afuera' el carácter de Frenkie de Jong no ayuda a elevarle al sillón de mando y la temporada de Araújo está trufada de errores y actuaciones irregulares, el Barcelona ha entregado la vara de mando a Ilkay Gündogan.
Ha sido algo casi lógico. No ha habido que forzar, a pesar de que apenas lleva media temporada en el equipo, para asumir de forma natural el liderazgo del alemán (Gelsenkirchen, 24 de octubre de 1990). Primero, en la regeneración del mediocampo: la salida de Sergio Busquets estuvo lejos de compensarse con la entrada de Oriol Romeu, y la ausencia de un pivote eminentemente defensivo obliga al bloque a asegurar el pase más que nunca -a pesar de ello, el conjunto culé está en una de las peores campañas defensivas de los últimos tiempos por este motivo-. Y segundo, en el paso adelante ante los malos resultados.
Gündogan fue la gran voz crítica en el primer clásico de la temporada, con poco más de dos meses de competición en las botas. «Esperaba ver caras más tristes, más autocrítica», fue el mensaje contundente de un futbolista que siempre aporta algo más que la habitual colección de tópicos. El '22' azulgrana es, al mismo tiempo, uno de los 'hombres de Xavi' sobre el césped y también una de las voces críticas en el vestuario. Exigente consigo mismo y después con el combinado. Un trabajador incansable con un pie fino. Un jefe nato.
El gol
En Vitoria cuajó una actuación casi redonda. Unas molestias en la espalda, que finalmente se quedaron en un mero susto, le impidieron terminar un partido del que salió con una asistencia a Lewandowski y un gol (volea a pase de Pedri). Con cinco tantos y nueve asistencias, el ex del Manchester City superó a Ferrán Torres como el segundo jugador blaugrana, solo por debajo del delantero polaco, con más dianas generadas. Esos 14 tantos que han nacido de sus botas le sirven para igualar los de la temporada pasada a las órdenes de Pep Guardiola (11 goles y tres asistencias) y ponerse a las puertas del año ofensivo más prolífico de su carrera: la 20/21, en la que terminó con 13 dianas y dos asistencias, también con los 'citizens'.
El alemán se relaciona con relativa sencillez con la portería contraria. No es algo complicado, según su formación: se fogueó en las categorías inferiores del Schalke 04 y del Bochum y siempre actuó del centro del campo hacia adelante. De hecho, en su primera campaña con el equipo sub'19 del Bochum, anotó 26 goles en 39 partidos.
En el Nuremberg y el Dortmund retrasó su posición para crear desde atrás, pero en el Manchester City se movió con fluidez en casi cualquier parte del mediocampo. Con Guardiola disputó 304 encuentros, y su media es casi perfecta: generó un tanto cada tres partidos, ya que fueron 60 marcados y 40 'entregados' (asistencias). Su estilo, pulido en Inglaterra, es el descolgarse o irrumpir, ser el tipo indetectable que se cuela entre líneas para filtrar el último pase o, aprovechando esa cualidad, el que rompe desde segunda línea entre central y lateral. A sus 33 años quizás no está en su mejor momento físico, pero esa condición de 'futbolista total' que ha forjado en casi 15 temporadas en la élite es uno de los clavos a los que el Barça se agarra para no seguir cayendo al vacío y para intentar un 'imposible':limar la desventaja que tiene con los dos primeros puestos, seis puntos con el Girona y ocho con el Real Madrid. Juega ante ellos a domicilio (y en el Metropolitano, y en San Mamés...), pero al menos ya ha encontrado a quién 'escuchar' sobre el césped.