Lo primero que uno se pregunta sobre una calle que tiene tal nombre es el porqué. Y hay que acudir a Juan Agapito y Revilla para que nos saque de la duda. Según él, desde el siglo XVI y hasta principios del XIX, detrás de la iglesia de San Pedro, que mira a Real de Burgos, hubo un convento de religiosas dominicas con la advocación de la Madre de Dios. De aquel convento no quedan ni los cimientos.
Y en este punto comienza la calle que nos aprestamos a recorrer. Podríamos decir que comienza en el Oviedo y termina en el Benito, los dos establecimientos (bares) más antiguos de la calle (rondan el medio siglo) y que cada uno ocupa un local en el principio y en el final. O podríamos decir que la calle va del colegio a la cárcel, pues en una esquina del principio está el colegio Macías Picavea, erigido en 1929 en el solar que hasta 1809 ocupó la última sede de la Inquisición en Valladolid, que ardió por los cuatro costados la noche del 6 al 7 de diciembre de aquel año. Y termina en la que fue Prisión Provincial desde 1935 hasta 1985, año en el que se inauguró la cárcel próxima a Villanubla, en un terreno propiedad de Valladolid.
Esta vieja cárcel conoció en julio y noviembre de 1977 sendos motines de presos en demanda de amnistía y libertad. En ambos episodios, unos ochenta reclusos se encaramaron a los tejados e inmediatamente las calles adyacentes se llenaron de simpatizantes políticos y curiosos.
Junto a la prisión, unas monjas que vivían en una casa en medio de una huerta, se dedicaban a atender a las reclusas.
La cárcel, en 1990 se reinauguró como Centro Cívico (el edificio histórico), y el terreno del patio y otras dependencias menores sirvieron para construir la Facultad de Comercio, que comenzó a funcionar en 1994. Mientras existió la cárcel hasta aquí se desplazaba la cofradía de la Piedad a recoger al preso que tradicionalmente se indulta por Semana Santa.
La calle Madre de Dios se fue haciendo poco a poco, y no comenzó a tener viviendas hasta avanzado el siglo XX. Mas, encierra un puñado de pequeñas historias que nos hablan de un Valladolid antiguo hoy inimaginable. Por ejemplo, en la zona del convento ya abandonado se guardaban los carros de la limpieza de las calles de la ciudad, y la basura se amontonaba en una parcela inmediata al Esgueva. A continuación del colegio Macías Picavea estaba la fábrica de gaseosas La Pitusa, cuando casi en cada barrio había una planta de elaboración de gaseosa.
Hasta que en la acera de los impares se construyeron la residencia de Labouré en 1970 y los enormes bloques de viviendas que ahora ahorman la calle, esto era una gran hondonada con huertas, conocida popularmente como la “huerta de los pobres”.
Pero, sin duda, lo que ayudó a colonizar residencialmente la calle fue la gran promoción oficial de viviendas José Solís Ruiz, en la acera de los pares, donde se abre la pequeña plaza del Doctor Marañón, ejemplo de los nombres de las calles que dominan la zona con reconocimiento a un puñado de médicos: Mercado, Barraquer, Bañuelos, etc. El grupo José Solís Ruiz, promovido por el Instituto Nacional de la Vivienda y la Organización Sindical Española, se aprobó en 1954 y permitió la construcción de aproximadamente 700 viviendas. Eran tiempos en los que la demanda de casas era enorme debido a la rápida industrialización que estaba conociendo Valladolid.
Si hemos citado algún establecimiento comercial, desde luego no se nos puede pasar por alto un negocio dedicado a entrenamiento mental, cuyos propietarios le han puesto el curioso nombre de Universidad de la Felicidad.
Se acerca el final de la calle. Rebasado el Centro Cívico se apunta el Esgueva y el Campus Universitario Miguel Delibes. También veremos unas naves, ahora reconvertidas en dependencias universitarias, que fueron construidas en el año 1928 para albergar una fábrica de tejidos de yute, conocida popularmente como la fábrica de sacos. Las naves llevan la firma del arquitecto Manuel Cuadrillero, profesional que legó a la ciudad varios edificios singulares.