Entre la calma y la concentración, una veintena de mujeres trabaja laboriosamente. Unas tintan la lana y la seda que otras tejerán de inmediato; otras se afanan con el punto turco, que, ajustado al milímetro, debe calcar el diseño; un trabajo milenario que hace de cada alfombra del Congreso de los Diputados un objeto que no solo ha visto pasar la historia de España, sino que es, en sí mismo, patrimonio de la cultura nacional.
Por su manos pasan los cerca de 3.300 metros de moquetas que visten el suelo de salas, salones, despachos y el Hemiciclo de la Cámara Baja y que estos días regresan al Congreso tras pasar varios meses en proceso de limpieza y reparación en la Real Fábrica de Tapices.
Entre las restauradoras (la gran mayoría de ellas son mujeres), están Pilar y Mercedes López, dos hermanas que llevan más de cuatro décadas, desde los 15 y los 14 años, respectivamente, trabajando en la Real Fábrica, donde se reparan y fabrican textiles de la Cámara Baja, pero también del Senado, de la Casa Real, instituciones de otros países o pedidos de clientes privados.
Una trabajadora teje un desperfecto en una de las moquetas - Foto: Chema MoyaPara ambas, el tiempo ha pasado deprisa y, aunque lleven ya varias décadas tejiendo, no se aburren de esta delicada labor que puede ocuparles meses, ya que en la tarea de coser una alfombra, cada persona dedica una semana completa para acabar un metro de tejido.
«El Congreso es mi segunda casa, llevo toda mi vida viniendo, pero me sigue haciendo ilusión, tengo fotos con todos los políticos», afirma orgullosa Pilar, quien luego repara en que le falta la instantánea con el presidente del Gobierno, aunque se pone rápidamente ese objetivo: «De este año no pasa», sentencia.
Las alfombras se retiran durante los meses de verano, se levantan del suelo del Parlamento y se llevan a apenas un par de kilómetros de distancia, cerca de la estación de Atocha, donde se encuentra la fábrica. Poco después del comienzo del curso político, cuando entra el otoño, vuelven a su lugar.
Su gran tamaño exige la intervención de varios operarios para volver a colocarlas - Foto: Chema MoyaLos tacones, su enemigo
«Los tacones son nuestro peor enemigo», bromea Miguel Ángel Vargas, director de Alfombras y Tapices de la Real Fábrica, quien explica que estas piezas tienen un ciclo de vida que depende del lugar en el que se coloquen, y precisa que la del Hemiciclo es la que más reparación exige, por el paso constante de los diputados, periodistas y personal.
Vargas pasea por la fábrica como quien conoce perfectamente cada rincón de su casa. En ella trabajan 51 personas, la mayoría lleva varias décadas dedicadas a una labor milenaria que con el paso de los años está también centrada en la economía circular, trabajando con otros muchos actores de la industria del textil, según cuenta el director general de la institución, Alejandro Klecker de Elizade.
«En el caso del Congreso ha pasado de todo, las alfombras se empiezan a entregar a mediados del siglo XIX, así es que han visto monarquías de todo tipo, sexenio y trienio liberal, las regencias, la República... han escuchado todo y la única vez que alguien decidió quitarlas, a la semana las tuvieron que volver a poner porque el eco sin ellas era tal que no podían entenderse», rememora.
«Son un objeto artístico, de decoración, práctico y una herencia patrimonial española en las alfombras de nudo que viene desde la etapa hispanomusulmana», asevera.
La primera que se puso fue en 1850 cuando se terminó de construir el Congreso. Ahora, se conserva en la propia Real Fábrica de Tapices, donde las restauradoras se emplean con el mismo esmero que destinan a las alfombras de la Cámara Baja.