Mañueco, impasible. Llueva o truene, coge la linde y no se sale. Se desenvuelve como un reloj de arena, poco a poco, haciendo montoncitos. Anoche se le notó inquieto al enfrentar a Igea, su ahora antagonista y socio hasta hace un mes. Pelea desagradable con un asunto trágico como la Covid. Y poco fino al defenderse de los embates sobre la regeneración democrática. Pero tenía la tesitura más difícil y salió con vida. Aprovechó con más acierto que sus antagonistas para colocar sus propuestas. A partir de anoche comienza la segunda parte, decisiva, de la campaña electoral y por ahora Mañueco va salvando la papeleta.
Tudanca es como Murray en el día de la marmota: por mucho que se empeñe, su carrera comienza de nuevo a cada rato. Sobre Villaquilambre habló de las cosas de la gente pero poco más bajó al detalle. Anoche se satisfizo al comprobar que el Gobierno que censuró, por dentro, en efecto, carburaba poco. Se puso de oyente en la disyuntiva entre Mañueco e Igea pero atizó fino cuando de fiscalidad se trataba. Olvidó reivindicarse lo suficiente como ganador de las anteriores elecciones. Le falta el segundo debate y seguramente de los tres es el que más va a necesitarlo. Salió vivo como aspirante pero aún no parece haberse podido desembarazar del día y de la marmota.
Igea es un tipo barroco. Atrapado en su propio destino, confinado con covid, se enfrentó a su ex socio tras el derribo del Gobierno. A veces cuando las cosas se están derrumbando es cuando en realidad se ponen en su lugar correspondiente. Sólo que el desplome le pilló de lleno y le causó heridas que solo cicatrizan con catarsis como la de anoche. Presumir de saber el nombre del piloto del avión de los 'epis' no fue la idea más elegante. Aprovechó al máximo el capítulo judicial, su caballo de batalla. In crescendo, el segundo debate será quizá su oportunidad final.