No había más que ver el rostro, los gestos y escuchar las palabras de la media hora de intervención (sin preguntas) del aún fugado. Se analice como se analice, el delicadísimo encaje de bolillos que constituye el texto del acuerdo entre el PSOE y Junts arroja una conclusión clara: Puigdemont ha ganado todo en la negociación, sin ceder un paso. Por tanto, hay que deducir que quien ha cedido ha sido la otra parte negociadora, el Gobierno central representado por Pedro Sánchez y sustentado por el Partido Socialista y Sumar. Sánchez garantiza su investidura ya la semana próxima, doce días antes de que venza el plazo legal para ir a una repetición de elecciones. A cambio, concede a Puigdemont casi todo lo que el expresident de la Generalitat y aún prófugo en Waterloo ha pedido. Y, a tenor del propio discurso del (todavía) prófugo, lo que aún queda por pedir: referéndum y pacto fiscal, aparte de un 'reconocimiento nacional'. Lo conseguido este jueves, para el independentismo, no es sino 'un primer paso', así que atención a la marcha.
Es decir: el huido líder independentista consigue amnistía total -incluyendo a gentes del entorno de Puigdemont encausadas por otros motivos--, un 'mediador internacional' -a ver quién va a ser: sorpresa al canto--, plantea un referéndum 'dentro de la Constitución' -veremos hasta qué punto y cómo se sustancia esta cuestión--, cesión en la recaudación de tributos -al cien por cien, contradiciendo anteriores 'barreras' puestas por el Partido Socialista-- , unilateralidad en cuanto que se reconoce una total diferenciación del resto de las autonomías...
Y lo más importante: reivindicación de todo lo actuado por el secesionismo entre 2012 hasta ahora, y que llevó al juicio contra el 'procés', al encarcelamiento de varios dirigentes independentistas y a la huida a Bruselas del propio Puigdemont, que este jueves se presentó como "una víctima" de la 'guerra' del Estado español contra el independentismo. La victoria ha llegado al punto de que Junts eligió esperar a anunciar el acuerdo hasta el 9 de noviembre, aniversario del primer referéndum de autodeterminación 'fake' celebrado ese mismo día de 2014 y que marcó el inicio formal de la 'marcha hacia la independencia'.
El texto reconoce las diferencias entre PSOE y Junts, pero ya el simple planteamiento de las mismas, en el tono en el que se hace, constituye un triunfo para una de las partes negociadoras, por si no bastase con el tenor del discurso de Puigdemont este jueves en la capital belga. La otra parte, la no ganadora, digamos, no es solamente el PSOE negociador --que al menos logra seguir gobernando--, sino el Tribunal Supremo que enjuició el 'procés' y todos los que se pronunciaron contra la amnistía y las cesiones para la investidura: desde la oposición hasta Felipe González, pasando por la patronal y por no pocos juristas y, sobre todo, por una parte significativa de los medios y la ciudadanía reflejada en las encuestas.
Es decir, la investidura, así lograda y con toda probabilidad refrendada en una sesión plenaria en el Congreso la semana próxima, tendrá, sin duda, muchas consecuencias. La primera, la intervención de los tribunales europeos, ante los cuales presumiblemente se llevará la amnistía, acerca de cuyos términos concretos se ha interesado el comisario de Justicia de la UE, Didier Reynders. Después, la reacción de los organismos e instituciones controlados por el PP, comenzando por el Senado, que retrasará todo lo que pueda la entrada en vigor de esta amnistía y, por tanto, el regreso triunfal de Puigdemont a tierra catalanas.
Finalmente, pero no lo último, habrá que aguardar a las reacciones en la calle, que han sido inaceptablemente violentas en algunos casos recientes, pero de repulsa masiva, como se demostrará este fin de semana en las manifestaciones convocadas por el PP. Cuyos dirigentes, por cierto, procuran tascar el freno y no caer en acusaciones tan globales como la de la presidenta madrileña. Isabel Díaz Ayuso, calificando de 'dictadura por la puerta de atrás" el paso dado este jueves en Bruselas. Para colmo, está, desde luego, el atentado contra alguien tan significativo como el ex dirigente 'popular' en Cataluña Alejo Vidal-Quadras, luego ligado a Vox. Por supuesto, establecer cualquier conexión entre este ataque y los acontecimientos políticos es gratuito, pero no deja de ser un elemento más que contribuye a la crispación patente en la ciudadanía.
Pese a que el acuerdo extiende su vigencia a toda la Legislatura, todo hace pensar en que la inestabilidad política -y con ella amenazó claramente Puigdemont si no se producen 'avances'-- va a seguir tras la investidura de Sánchez. Comenzando por la formación de su próximo gobierno, en el que serán muchos los representantes de grupos que apoyan a Sánchez que quieran estar, de un modo u otro, representados. Y luego, claro, todo lo demás. Vienen tiempos movidos. Aún más movidos, quiero decir.