Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


La trampa

18/10/2024

No deja de sorprenderme la agresividad de los mayores hacia los jóvenes, tratados como ignorantes, maleducados, jetas y con debilidad psicológica. Basta para observar un paso de cebra o ver quién no respeta una modesta cola en el supermercado, para percatarse que la edad tiene un peaje vital.

No significa que comprenda la existencia de algunos individuos de menor edad, cuyo único esfuerzo vital consiste en no hacer nada. La pasividad juvenil, la desesperanza como las crecientes adicciones son signos visibles de carencias vitales; impropias de su edad, pero con múltiples causas.

Mi envidia hacia este colectivo socialmente decreciente es obvia, porque hace tiempo que dejé de serlo. Y mentiría si dijese que les comprendo, porque es falso y no pretendo perder tiempo y energías en una actividad abocada al fracaso.

Pero me entristece su confusión y falta de objetivos al ser la generación que nos debe sustituir en algún momento. Hay dos ideas tóxicas que han comprado en el relato occidental moderno.

La primera es que la voluntad es generadora de derechos; por tanto, nuestros deseos son por definición respetables, sanos y productivos. Sería cómodo parafrasear a santa Teresa, pero cualquier mayor de sesenta sabe por experiencia que eso es erróneo. No todo lo que deseamos es conveniente y pocos son los elegidos que pueden decir que han mantenido la misma idea toda su vida.

La segunda idea peregrina consiste en creer que no existen consecuencias. Hace unas décadas este concepto se limitaba al plano individual y se le añadía la coletilla de siempre y cuando el sujeto acepte las mismas. Ahora existe una corriente que está convencida que los actos colectivos no tienen ningún tipo de impacto real o que solo importan las intenciones. La historia está acompañada de múltiples ejemplos que demuestran la inconsistencia del argumento.

Es más útil acudir a lo reciente. El comunismo soviético no implosionó por falta de ganas o muertos; simplemente era inviable. La China de Deng Xiaoping abrazó el mercantilismo para evitar el mismo futuro, pero repudió el capitalismo y la democracia. Podemos comprar camisetas del Che Guevara, pero Cuba y Venezuela son más pobres que antes de sus experimentos. Nos dejará sin palabras el histriónico Milei, pero Argentina a principios del siglo XX era la cuarta nación más rica del planeta.

No seremos libres sin responsabilidad, esfuerzo o principios. Estos elementos no le harán feliz, pero le garantizarán una autonomía. ¿Queremos la pastilla roja o la azul?


 

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