Este mes de octubre se cumplen veinte años desde que Pablo Moreno, el director del Festival Internacional de Cine de Ciudad Rodrigo, decidió crear Contracorriente Producciones (rebautizada a Stellarum Films en 2020) para sacar adelante sus proyectos como director y convertir el suroeste de Castilla y León en un polo de atracción de rodajes. Desde entonces ha estrenado largometrajes como 'Un Dios prohibido' (2012), 'Red de libertad' (2017) o 'La sirvienta' (2023), y mañana miércoles, a las 17.00 horas en la sala 3 de los Cines Broadway, presentará dentro del apartado Castilla y León en Largo el estreno mundial de 'Pastoris', su última película, en la que será su primera participación en el festival vallisoletano, recoge Ical.
¿Cómo surgió 'Pastoris'?
Era un proyecto que tenía en la cabeza hace varios años. Habíamos entrevistado para otra cosa a Carlos García Medina, que es un experto en tema pastoril, y nos habló de toda la mística que existe en torno a la figura del pastor y las sociedades pastoriles. Eso quedó ahí y en un momento dado, a finales de noviembre del 2022, se me ocurrió atar los cabos. Justo coincidía con que mi padre estaba quitando su rebaño de ovejas, después de muchos años con ellas. Mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo… Todos tuvieron ovejas y pensé que mis hijos ya no conocerán esa realidad. A partir de una serie de testimonios, leyendas e intuiciones que me fueron contando durante toda mi infancia, estructuré la película en intento de lanzar un mensaje en una botella, de intentar salvaguardar algo que es nuestro, que es patrimonio inmaterial y que a mis hijos les va a parecer ciencia ficción.
En la película los paisaje y entornos naturales son protagonistas fundamentales. ¿Le interesaba explorar la conexión que los pastores sienten con la naturaleza?
Sin duda alguna. La conexión hombre-naturaleza me parece fundamental. Hay algo en las sociedades avanzadas de ruptura con nuestras raíces. Vivimos en una sociedad que es muy comercial, podemos decir que es una 'consumidad' más que una sociedad, y se nos olvida muchas veces lo sencillo. No necesitamos tanto para vivir. En 'Pastoris' el protagonista pierde todo lo material a lo largo de su viaje. Luego también me interesaba mucho mostrar todo el desconocimiento que hay acerca de los rituales pastoriles y objetos como las piedras del rayo, que son amuletos que llevan muchos de ellos en sus alforjas para que no caiga un rayo sobre su rebaño. Son amuletos que han pasado de padres a hijos y que se remontan a las raíces de lo que somos como sociedad.
Rodaron la película durante año y medio, a lo largo de las cuatro estaciones. ¿Era una forma de reflejar ese tránsito y evolución del protagonista?
Sí, además queríamos reflejar todos los ciclos naturales. Hemos trabajado con una decena de rebaños, y las ovejas en cada estación tienen sus particularidades, en los momentos de cría, de la motila (esquilado), cómo están en invierno y en verano, y todo lo que tiene que ver con esos ciclos biológicos de los propios animales y los cambios del paisaje, porque el paisaje tiene un protagonismo decisivo en la película. Es una película netamente salmantina y hemos querido mostrar nuestros paisajes y la belleza, porque la belleza también es importante para vivir. Yo creo que, en este caso, el paisaje narra por sí mismo.
La película está hablada íntegramente en la palra del Rebollar, una variedad dialectal local de la lengua leonesa. ¿Esa decisión era una forma de reivindicar ese legado lingüístico?
Sí, mis abuelos paternos eran de Villarrubias. Mi abuela hablaba palra, aunque ya estaba muy castellanizada, y muchas veces mostraba el apuro que le daba hablar en público con otra gente que le decía que hablaba muy mal. La pobre mujer se me murió y no pude decirle: 'Abuela, hablas un código lingüístico distinto; no es que hables mal, es que te educaron en una variante dialéctica distinta'. Queda muy poca gente que lo hable, y en general suelen tener bastantes reparos en hacerlo, porque llevan mucho tiempo escuchando que eso es hablar pueblerino o de paletos. Para el rodaje contamos con el asesoramiento de José Benito, uno de los principales defensores de su uso, que está intentando rescatar la palra. Hace bien poco publicó una edición de 'El principito' traducido a la palra, y se la hemos regalado a todo el equipo.
Acaba de citar Villarrubias, donde enclavan la casa del protagonista. Este mismo año se han hecho prospecciones allí, en busca de litio. ¿Es un ejemplo más del enfrentamiento actual entre el hombre y la naturaleza?
No estoy muy puesto en el tema, pero sé que algo hay. Siempre ha sido una zona de labores mineras, hay minas de Wolframio muy cerquita y desde muy antiguo ha habido un aprovechamiento de los recursos. Demográficamente es una zona devastada, y eso te hace tener el corazón partido. Por un lado piensas que una explotación de estas características puede llevarse por delante los recursos naturales, paisajísticos y demás, pero por otro lado vemos cómo nuestros pueblos se mueren porque no hay oportunidad y la gente joven no tiene posibilidad de quedarse. Estamos heridos de muerte. Nuestra savia joven se desparrama porque no hay quien se quede. Vivimos esa dualidad y esa controversia.
Al rodar en la palra reivindican el patrimonio lingüístico, pero la apuesta se extiende al vestuario, la música y el folclore de la zona.
Se extiende a todo sí. Reivindicamos instrumentos de la zona como la flauta charra o el pandero cuadrado… Queríamos tocar todas las posibilidades, con esa idea de lanzar un mensaje en una botella que comentaba antes. Y queríamos que esas decisiones no resten, sino que sumen. Es decir, 'Pastoris' no es un documental, es una peli de ficción. Queremos que tenga cierto componente comercial y que la gente pueda ir a las salas a verla y disfrutarla. Está estructurada como una especie de viaje del héroe, un Odiseo a lo pastor, con todos sus elementos y con todo lo que hace que pueda ser atractivo desde el punto de vista narrativo.
Citáis 'El renacido', Alejandro González Iñárritu, y la fotografía de Lubezki en esa película como un referente estético a la hora de afrontar 'Pastoris'.
Sí, era una de las referencias a nivel estético y sobre todo de concepto, salvando las distancias evidentemente. Queríamos que fuese algo crudo. Hemos hecho prácticamente Dogma a nivel de iluminación, rodando en la mayoría de las localizaciones con los eventos naturales que teníamos. Si estábamos en una escena con un fuego, la luz tenía que ser la del fuego, y hemos usado cámaras con mucha sensibilidad para poder rodar en condiciones a veces muy adversas. Hemos tenido que fabricar algún decorado, pero prácticamente todo son lugares naturales porque queríamos que tuviese esa autenticidad, que no se viese la trampa.
¿Por qué decidieron ambientar la historia en la Guerra de la Independencia, unos años muy trascendentes en la comarca de Ciudad Rodrigo?
Aquello fue una hecatombe. Yo creo que no nos hemos recuperado todavía de la Guerra de la Independencia. El destrozo que se realizó a nivel patrimonial y personal… No fue solo una derrota militar sino también anímica y tiene sus raíces a principios del siglo XIX. La postfrancesada me parece un momento muy atractivo, por todo el saqueo que se produjo. La lana de merino era un valor fundamental con el que se han pagado grandes campañas bélicas. España era uno de los grandes productores, pero tras la Guerra de la Independencia la mesta, que había sido una institución fundamental a lo largo de muchos siglos, y todo lo que tiene que ver con la trashumancia, se debilita y queda tocado y herido de muerte.
¿Qué le pidió a Sergio Cardoso, el protagonista, que es quien sostiene la película?
Somos amigos desde niños en ciudad Rodrigo. Le llamé y le dije: 'Quiero hacer una locura. No sé si te apetece embarcarte en este proyecto, pero me pide el corazón hacer esto. Va a ser duro, vas a tener que aprender muchas cosa: a tocar la gaita, a manejar el rebaño, a asistir a un parto', y le pareció todo fenomenal. Ha sido difícil, porque a su personaje le toca defender la película en todo momento, pero el trabajo que ha hecho es sobresaliente y ha sido un viaje tan bonito que nos va a costar mucho desprendernos de ello. Hay películas que las terminas de rodar y te olvidas, pero esta nos ha marcado a todos bastante.
Usted dirige el Festival de Ciudad Rodrigo, ¿qué supone estrenar en Seminci?
Es un lujo. Seminci es un festival de mucho prestigio, muy consolidado, con 69 ediciones. Para los que hacemos festivales, salvando las diferencias, cada año es como subir el Everest: tienes que encontrar la financiación, montar el festival, todos visionados, la selección, todas las actividades complementarias y demás. Los festivales son una contribución cultural de primer orden. Además colocan el cine en primera línea, aunque sea momentáneamente, por una semana. Para nosotros estar ahí es un sueño, porque siendo de Castilla y León nunca habíamos estado antes y la selección nos sabe a mucho.