Hace años, ya algunos, los barrios de la capital estaban plagados de bares conocidos como los 'de toda la vida'. A saber, barra amplia, con un ingente número de pinchos; comunicación con los fogones mediante una ventanilla y el clásico 'oído cocina'; frascas de vino, chatos y cortos; carteles que hacían recordar tiempo mozos; dinero encima de la barra, servicio mediante; y camareros capaces de memorizar seis comandas, el vermú de los mismos grupos, a la vez que cobrar y saludar a los lugareños. Pocos bares quedan ya de estos, pero los hay. Uno de ellos, quizá el más antiguo con los mismos dueños del barrio de Pajarillos, es el Vela, que el pasado 5 de septiembre cumplió 55 años.
El establecimiento lo abrieron Pablo, Maura y sus tres hijos, Carlos, Félix y Pili, en 1969. Por entonces, en la calle Pelícano, 1, no había los pisos que se elevan ahora –estaban en plena construcción–. De hecho, Pablo, que se había trasladado con su familia desde La Pedraja de Portillo, de donde son naturales, a la capital, trabajaba en el sector y en la zona, y vio el local: «Dijo para mí».
Y así fue. Ese 5 de septiembre abrió la verja de un modesto bar, un poco diferente a como está ahora, con una pequeña cocina y una barra de menores dimensiones que la actual, que comanda Félix, tras el fallecimiento de sus padres y la jubilación de Pili y su marido, Eugenio. «Nunca hemos sido un restaurante de menú del día, pero siempre hemos dado de comer. En la primera etapa a los obreros de la construcción, con mesas corridas de 10-12 trabajadores; y luego a los vecinos del barrio, como ahora, y a muchos que vienen de otras zonas», señala Félix, controlando esa amplia barra, en la que los fines de semana sobresalen los pinchos y las raciones, de cuya preparación se encarga desde hace cinco años Patricia, con la ayuda de Héctor. «Empecé a aprender viendo en la cocina, hasta que entré a encargarme de ella», señala Patricia, colombiana de nacimiento y ahora experta en la cocina tradicional española.
Porque el bar Vela, cuyo nombre escogieron los padres de Félix por ser el apellido principal de la familia, es un local donde se puede degustar la comida de siempre, la de casa. «Tenemos más de 30 preparaciones. Los sábados y los domingos son los días grandes, con la barra repleta», asegura Félix mientras sirve a Fernando, de bodegas Sanzoles, su distribuidor de toda la vida. Entre semana, a partir de la 1 de la tarde, esta barra tampoco está mal. Con las tortillas, sin y con cebolla; la oreja rebozada, «cojonuda», apunta Miguel, un cliente de toda la vida desde el fondo de la barra; los mejillones, los callos, la lengua con tomate, la ensaladilla rusa, los puerros, el calabacín rebozado, los boquerones en vinagre o los bacaladitos y la merluza rebozada. Pero no pueden faltar tres clásicos: las patatas alioli, la ensaladilla rusa y los filetes rusos con tomate. «A mí me gusta todo», añade Luis, el Moreno, que asegura que tenía su 'oficina' de reuniones en este bar desde que abrió.
Porque el Vela tiene eso, clientela fija; que entre semana chatea y toma pinchos; y el fin de semana vermutea y cena –sobre todo los sábados–. En invierno, desde la cocina salen cazuelas de patatas con callos o con níscalos, fabadas... «de tapa o si nos lo piden, se puede poner un plato».
Abierto todos los días de 9.00 a cierre, menos lunes por la tarde y martes todo el día; tiene mesas –donde se echaba la partida hasta la pandemia– con capacidad para 60 personas y una amplia terraza en zona peatonal.