Tras el éxito del pasado Encuentro de Poetas Iberoamericanos celebrado en 2019, en el que participaron un total de 120 poetas y 44 traductores de 63 países, este año la conmemoración más importante de la poesía en español tendrá un guion inusual a causa de la pandemia del coronavirus que registra el planeta. A pesar de ello, la organización del evento, dirigido por el poeta Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca, y coordinado por la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes, ha querido mandar un mensaje de tranquilidad y confianza sobre la realización de esta ya clásica velada literaria anual. Así, se prevé que el simposio tenga asistencia limitada, aunque contará con lecturas a través de viodeconferencia, además de presentación de libros y otros eventos.
La cita, que alcanza ya su edición número 23, tendrá lugar en Salamanca durante los próximos 14 y 15 de octubre y homenajeará al poeta charro José María Gabriel y Galán (Frades de la Sierra, 1870 – Guijo de Granadilla, 1905), que este año conmemora el 150 aniversario de su nacimiento, dentro del encuentro y la antología titulada Regreso a Salamanca.
Además, este año, en el apartado de La poesía no descansa aparece el Premio Tino Barriuso (Burgos, 1948-2017). El periodista Jesús Fonseca será el encargado en el encuentro de leer algunos poemas del autor y profesor burgalés.
La Fundación ha querido volver la mirada en esta ocasión a la tierra más cercana para proyectar la imagen de un poeta ilustre como es el de José María Gabriel y Galán tras homenajear el año pasado la obra poética de San Juan de la Cruz.
El trabajo del salmantino, de verso sencillo y alejado del modernismo imperante en la época, elogia las virtudes tradicionales campesinas, además de expresar un concepto cristiano y optimista de la vida en la naturaleza.
La familia patriarcal, la existencia hogareña y la austeridad del agricultor castellano fueron la materia de sus composiciones, que bebió en las fuentes de la literatura pastoril latina y del Siglo de Oro español, así como en algunos autores españoles románticos y contemporáneos.
Hijo de labradores, fue a su vez campesino tras haber ejercido la profesión de maestro, que abandonó al contraer matrimonio. Su consagración como poeta arranca de 1901, cuando en los Juegos Florales celebrados en Salamanca fue galardonado con la flor natural por su composición El ama.
Grandes escritores de aquel tiempo, como Emilia Pardo Bazán, José María de Pereda, Miguel de Unamuno y Joan Maragall, en pleno auge del costumbrismo literario regionalista, contribuyeron a su rápido encumbramiento. Posteriormente, la crítica le ha regateado méritos, aunque sigue siendo uno de los poetas españoles más leídos.
Un canto a las tradiciones
Cantó a las tierras y las gentes de Salamanca y Extremadura, en una poesía realista y con una clara y musical expresión a sentimientos muy arraigados en la conciencia colectiva del país. Es precisamente en ello donde reside uno de sus principales méritos, pues como señala el escritor e hispanista británico Gerald Brenan, José María Gabriel y Galán es «uno de los pocos escritores de esta nación de campesinos que siente verdaderamente la vida del campo».
También se advierte en su poesía influjos de la escuela poética salmantina, de Espronceda, de José Zorrilla, de Vicente Medina y del colombiano José Asunción Silva. Los Aires murcianos de Vicente Medina fueron los que, según Unamuno, le sugirieron a Gabriel y Galán sus composiciones en dialecto extremeño, entre las más famosas de las cuales figuran El embargo y El Cristu benditu.
‘Llama de amor viva’
En la edición XXII del pasado año del Encuentro de Poetas Iberoamericanos, la Fundación Salamanca Ciudad de la Cultura y Saberes homenajeó al poeta místico del Renacimiento español, San Juan de la Cruz.
Bajo el epígrafe Llama de Amor Viva, como el título de unos de sus poemarios, la ciudad charra honró la memoría del santo como alumno ejemplar de la ciudad y también recordó versos como Cántico espiritual y Noche oscura.
Igualmente se recordó en 2019 el centenario de la poeta costarricense-mexicana Eunice Odio, cuyo libro Los elementos terrestres sigue la estela del Cantar de los Cantares.