Santiago González

CARTA DEL DIRECTOR

Santiago González

Director de El Día de Valladolid


La larga lucha de la sociedad contra el tabaco da sus frutos

16/02/2025

Nuestra mirada hacia el tabaco probablemente será una de las cosas que más ha cambiado a lo largo de nuestra vida. Aún tengo vagos recuerdos de cuando era un chaval y no me extrañaba ver fumar al profesor en clase, donde nunca faltaba un cenicero lleno de colillas encima de su mesa, e incluso al médico en su propia consulta sin que a nadie eso le pareciera extraño. Desde entonces, cuando el interior de los bares tenía menos visibilidad que un día de niebla cerrada en Valladolid, ha cambiado tanto la tolerancia social hacia el tabaco que los fumadores cada vez tienen menos espacio y más dificultades para una práctica que atenta contra la salud pública, la propia y la de los demás. Las sucesivas leyes antitabaco han provocado un desplome en el consumo y en la actualidad no llegan a la mitad de los que lo hacían en 2006, hace algo menos de veinte años.

Desde aquella primera ley antitabaco siempre ha habido sectores que se han opuesto a ir cercando ese humo pernicioso que sale de los cigarrillos y puros. Algunos colectivos han pronosticados grandes catástrofes para la economía, pero luego se ha ido demostrando con el tiempo que la sensatez se impone y ya nadie, en su sano juicio, se plantearía volver a fumar en colegios, centros de salud, hospitales, ni siquiera en los establecimientos hosteleros o restaurantes. El tabaco siempre estuvo muy asociado con el ocio y la fiesta, pero ni las discotecas han desaparecido ni los pubs o bares musicales han perdido sus clientela por la prohibición, algo que llegó en 2011 tras grandes polémicas sobre sus consecuencias. Por suerte, volvió a imponerse la sensatez y la salud pública se puso por delante de los intereses particulares de quienes aún seguían fumando.

Ahora, cuando ya el tabaco tradicional solo es consumido por apenas el 20 por ciento de la población, se plantean nuevos espacios 'sin humo' en las terrazas de los bares y cafeterías o un etiquetado genérico de las cajetillas para desincentivar su compra, entre otras medidas que la ministra de Sanidad, Mónica García, está empeñada en aprobar durante esta legislatura. Siendo tan loables y beneficiosas estas iniciativas para los no fumadores e incluso para el conjunto de la sociedad, su penosa gestión está llevando a un enfrentamiento político con las comunidades autónomas que hace peligrar la nueva ley que debería desarrollar el plan integral para la prevención y control del tabaquismo, aprobado ya hace casi un año. El diálogo siempre ha sido el mejor camino para llevar adelante una norma básica que luego deberán aplicar los gobiernos autonómicos, por ello primero debe haber una negociación y buscar un consenso que beneficie a todos los ciudadanos y al sistema sanitario. Hay que ir cerrando espacios al tabaco y en eso casi todos estamos de acuerdo, aunque los problemas surgirán al concretar cuáles, cómo y cuándo.

Por supuesto, como pasa siempre, hay sectores que no están de acuerdo, pero que finalmente tampoco se verán tan perjudicados. Me refiero, por ejemplo, a la hostelería. Ciertamente, nadie dejará de ir a tomar un refresco, un vino o una cerveza a la terraza de un bar porque no pueda fumar allí, aunque ciertamente los camareros no son policías y no pueden sancionar. Este argumento ya lo utilizaron cuando se prohibió fumar en el interior de los establecimientos y luego todo se desarrolló con normalidad. Evidentemente, los estanqueros y otros profesionales del sector del tabaco se quejan porque ellos sí que resultarán perjudicados en su bolsillo, que suele ser donde más duele. Sin embargo, como dije antes, siempre hay que poner la salud pública por encima de intereses particulares de un sector.

Finalmente, no me quiero olvidar de los productos que han ido evolucionando alrededor del tabaco tradicional. Los jóvenes, que han abandonado en una gran mayoría el 'fumeteo', son los principales consumidores de los cigarrillos electrónicos y vapeadores, unos productos que se han puesto de moda, pero que según los expertos son casi igual de perjudiciales. Ahora la lucha comenzará también dándole el mismo tratamiento que al resto del tabaco. Hay que seguir en la lucha hasta conseguir la desaparición del tabaco. Ese es el objetivo.