El día que el protagonista de las próximas líneas acudió al Catastro para dar de alta unos trasteros que había creado en un viejo local en desuso de la calle Gallo, en Pajarillos, asegura que se encontró con ciertas dificultades para tramitar la división horizontal de la superficie utilizada: «Entonces no existía esta opción como tal, se creó unos dos años después» para agilizar. De aquello hace «unos ocho» y afirma que fue el primero en apostar en Valladolid por lo que bien puede considerarse un nuevo 'nicho de negocio', si se mira desde la perspectiva del empresario, o una 'solución de almacenamiento' por la parte que le toca al ciudadano-cliente; o incluso de 'revitalización urbanística'. No da la misma vida que un supermercado, un gimnasio, un bar o cualquier comercio que hubiera antes en ese mismo lugar, evidentemente, pero algo da a falta de alternativas, y como poco mejora el aspecto de fachadas abandonadas, habitualmente cargadas de pintadas y carteles sobrepuestos, e interiores reducidos a nidos de insalubridad.
El protagonista de estas líneas se considera pionero, al menos, en la conversión de viejos locales en trasteros a pie de calle que son legales, dado que cuando fue por primera vez al Ayuntamiento a solicitar una licencia de obras le dijeron que «nadie había pedido nunca algo parecido en Valladolid». ¿Y también es el rey de los trasteros? Él no se declara como tal, pero José María Alonso, propietario y gerente de la constructora y promotora Casal OPS, dice que ha creado y vendido o alquilado «2.000 y pico» de los más de 5.000 que han surgido como setas por Valladolid en apenas ocho años. Más de 5.000 y subiendo porque sigue sin faltar demanda, aunque empiecen a escasear los locales convertibles con un tamaño mínimo para poder rentabilizarlos. «Unos 200 metros como poco para sacar los suficientes y que compensen los gastos», calcula Alonso, y depreciados después de que el propietario de turno haya dado por perdida otra alternativa de uso.
Empezó sobre todo comprando y transformando supermercados, pero después también tiendas de muebles, gimnasios, oficinas bancarias… «No nos podemos quejar». Ni él ni sus socios, tal y como cuenta a pie de obra de los próximos ocho trasteros que ya está preparando (junto a plazas de garaje independientes) en las antiguas galerías de alimentación de la calle Victoria, en el barrio de La Victoria, comercializados bajo la marca que creó al comienzo de esta etapa, Mastrasteros. En los últimos años han surgido otras empresas o marcas como Trastevall o Megatrasteros, ambas con personas al frente vinculadas al proyecto inicial de Alonso; pero hay unas cuantas más.
Pasillo de trasteros que ya están en uso en la calle Victoria. - Foto: Jonathan TajesDestaca también Desarrollos Urbanos, por ejemplo. Su administrador, José Ángel Astorga, matiza que llevan "casi 30 años" adaptando interiores para garajes y trasteros, y la novedad se centra en la apuesta por los segundos como actuación principal, con más de un millar creados con su sello en los últimos años, según calcula a bote pronto. Ahora preparan 60 en un viejo súper de la calle Andalucía, unos 20 donde hubo un negocio hostelero en Santuario, al menos 60 donde hubo otro en Felipe II... «Siempre tenemos dos o tres de estas actuaciones en marcha, según terminamos unas iniciamos otras», destaca.
Alonso, por su parte, cuenta que compraron el local de las galerías de alimentación de la calle Victoria a los propietarios de la veintena de puestos que hubo allí, y que allí seguían tal cual pero abandonados. Unos calendarios de 2021 tirados en el suelo atestiguan el vertiginoso paso del tiempo desde que se bajara la última persiana.
A sólo unos pasos, en la misma calle Victoria, separados sólo por el local de un bar cerrado también desde hace tiempo, ya hay en uso más de medio centenar de trasteros aprovechando un negocio de reparación de aparatos electrónicos y una oficina de Caja de Burgos, sin solución alternativa de continuidad desde hace más de una década. Todos vendidos o alquilados, igual que los que hizo recientemente a 350 metros, en la calle Neptuno, donde hubo un Froiz que cerró hace más de 15 años y «seguía intacto» por dentro: «Terminamos de hacerlos el 30 de agosto y el 31 estaban los 60 alquilados», destaca. Por algo lleva ya siete obras de este tipo en La Victoria, «un barrio que funciona muy bien», pero no el único. Coincide con el Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria al señalar que percibe demanda en prácticamente cualquier zona que sea más antigua que Parquesol, donde también hay pero menos, ya que después se han ido creando más trasteros en edificios de viviendas. De hecho, según datos del portal Idealista, el 60% de las viviendas que estaban a la venta en Valladolid todavía carecían de trastero en 2014, así como el 68% de las que se alquilaban.
«En la primera obra que hicimos, la de la calle Gallo (Pajarillos), en una semana vendimos los 45 trasteros que hicimos. En la calle Linares (Rondilla), todos alquilados en la primera semana. La gente llama en cuanto pones el cartel y así ya vas cogiendo reservas mientras haces la reforma», apunta.
Sólo en La Rondilla ha reaprovechado locales en Penitencia, Peña de Francia, González Dueñas o Lope de Rueda, aparte de Linares; y en cada uno de ellos, «50 o 60» trasteros. En Delicias ha hecho lo propio por las calles Sevilla, Alicante, Vegafría o Caamaño. En La Rubia, por Mota, Zorrilla, Gabilondo o Toreros.
«También funcionan muy bien» San Juan, San Blas, Cárcel Corona, Nicasio Pérez, Renedo, Huelgas, la zona de Circular… «Antes de acabar las obras, todos vendidos o alquilados». La demanda para los de la calle Victoria ya la tiene asegurada, y también para los que está preparando a la vez, en paralelo, en la calle Industrias, donde había un gimnasio que cerró hace más de diez años.
En todas partes salvo en zonas nuevas de la ciudad
José Manuel Martínez Iranzo, presidente del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria (API) de Valladolid, da fe del boom de los trasteros que ha estallado en la ciudad en los últimos años: «Son locales que desgraciadamente no tienen otra salida por estar en calles de poco flujo comercial», resume. «Se hacen más para venta que para alquiler, aunque hay de todo». Y en casi todas partes, «salvo zonas nuevas de la ciudad donde las viviendas ya cuentan con sus propios nichos de almacén».
«Las empresas han empezado hace poco, estamos realizando cierta prospección de mercado porque realmente ha sido en los últimos años cuando ha surgido con cierta fuerza. Antes era algo más esporádico y ahora una actividad que se puede dar por consolidada», continúa el presidente del Colegio de API. Añade que las empresas apuestan más por la transformación de locales para la venta posterior de los trasteros que resulten, mientras los particulares se inclinan más por el alquiler.
Un ejemplo es Rodrigo Macón, propietario del Centro Veterinario Neptuno, que hace unos meses decidió compartimentar el local que ocupó la clínica hasta que la trasladó enfrente y que ha permanecido sin uso desde entonces, hace siete años. «Ya están terminando», le salen nueve trasteros de cinco metros cuadrados cada uno y ya los anuncia para alquilar por 62 euros al mes. El mismo precio que por los diez que decidió emprender hace apenas cinco meses en una calle paralela a Neptuno, San Lázaro, donde años atrás hubo una ferretería.
El precio más habitual que se viene pagando por la venta no ha variado mucho en los últimos años, según Alonso. «Con cinco o seis metros cuadrados, suelen costar entre 8.500 y 10.000 euros más IVA», calcula. El alquiler sí reconoce que se ha disparado: «Los primeros trasteros que hice fueron de seis metros y los saqué a 25 euros, y ahora los nuevos se alquilan a 60, 65, 80, 100…», pero matiza que también los costes han cambiado. «En papeleo, haciendo todo legal, gastas el equivalente al 40% del coste de la reforma, las propias reformas han subido, los materiales, y las calidades ya no son las mismas que al principio». Ahora se comercializan con acabados «en condiciones», videovigilancia, seguro por robo, sistemas automáticos de iluminación y apertura… Un negocio que evoluciona y, a cierta escala, también revoluciona el aspecto de la ciudad.