Hacía solo unos meses de su excarcelación cuando las investigaciones de los agentes antidroga de la Guardia Civil y la Policía Nacional confluyeron otra vez en ella. La ‘Reina del Speed’ estaba poniendo en marcha de nuevo su imperio, aunque con la lección aprendida en su caída por la Operación Queen, en febrero de 2018, con más de diez kilos de ‘speed’ en su poder y por la que su marido ocupa una celda en la prisión provincial. Él se erigió en el cabecilla de una trama que dejó a su mujer como mero adlátere en el juicio y con una pena de cuatro años de cárcel por la que apenas estuvo «unos meses» recluida; el esposo aceptó algo más de seis años y entre ambos aceptaron una multa de medio millón de euros por el delito de tráfico de drogas que desarrollaban desde su piso de la calle Pólvora.
Ahora Tsonka V.Z., búlgara de 44 años, trabajaba como cocinera en un restaurante de la N-122 y se había propuesto ser invisible para casi todos. Su vida se había vuelto austera y no hacía ninguna ostentación de su poder ni de su capacidad económica, a pesar de que volvía a ser la lideresa de un entramado para la compraventa de drogas en Valladolid. Además, ya no solo se dedicaba a ese sucedáneo de la anfetamina que le granjeó ese apelativo de la ‘Reina del Speed’ en el mundillo, sino que había ido ampliando su ‘gama’ de productos a marihuana y heroína, gracias a un acuerdo con un conocido narco bilbaíno, con contactos en media Europa y que tenía establecida una compleja y lucrativa red dedicada a la exportación de marihuana de gran pureza y a la importación de esa heroína y ese ‘speed’ que Tsonka movía en Valladolid con una banda de apenas una docena de miembros, pero sometidos todos a las órdenes de la ‘Reina’.
Las pesquisas desarrolladas en los últimos catorce meses por los investigadores del Grupo VIII de la Brigada de Policía Judicial de la Policía y de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Comandancia de la Guardia Civil de Valladolid permitieron hace unas semanas la desarticulación tanto de la rama vallisoletana como de la vasca, con 32 detenidos (14 de ellos están en la cárcel) y con 200 kilos de droga intervenida, valorada en un millón y medio de euros. A la investigación ‘vallisoletana’ de la Operación Drache se sumó luego un equipo de la Ertzaintza, en un trabajo a tres bandas ensalzado hace unos días por Interior.
EL 'AFTER' DEL BARRIO BELÉN
Pero el trabajo empezó en el mes de noviembre de 2018 en El Nuevo Rincón del Cómico, un ‘after’ del Barrio Belén en el que los agentes ‘antidroga’ investigaban el flujo de clientes y el posible tráfico que se podía estar llevando a cabo allí. Las pesquisas no tardaron en llevarles, de nuevo, hasta la ‘Reina del Speed’ a pesar de sus esfuerzos por pasar desapercibida. Ella no tocaba ya la droga, ni la guardaba, ni la vendía... pero los investigadores de Guardia Civil y Policía descubrieron que Tsonka estaba al mando.
En Valladolid cayó ella, sus dos principales colaboradores y otras nueve personas –una de ellas ya estaba en prisión por otro asunto cuando se ejecutó la Operación Drache– que desarrollaban otras funciones en esta organización, desde la venta al menudeo en ese bar hasta el cobro y el transporte de la droga.
LOS DOS GUARDADORES
Junto al de Tsonka, el papel destacado en la banda de la ‘Reina’ lo ejercerían sus dos ‘guardadores’, uno afincado en Esguevillas de Esgueva, con más de veinte antecedentes y que era el que se encargaba del almacenaje de la heroína (allí se encontraron 105 gramos); y otro en un piso del barrio de La Victoria, donde había un incipiente laboratorio para el corte y preparación de las dosis de ‘speed’ (se intervinieron tres kilos y medio). Además, la organización contaba en Cigales con un segundo laboratorio, de tipo ‘indoor’, para el cultivo de marihuana.
Era lo único que no compraban a I.A.M., el narco bilbaíno al que se sitúa como el cabecilla de toda esta trama. Su marihuana ‘skunk’ era toda para exportación a Alemania y Holanda, donde su ‘pureza’ y su elevado contenido en THC era muy apreciada. Lo ‘subía’ desde Sevilla en un camión ‘caleteado’ de una empresa de transportes que hacía portes legales a Europa (en uno de esos viajes se aprehendieron 140 kilos de ‘skunk’). Cuando regresaba lo hacía cargado tanto de heroína turca como de ‘speed’ holandés, donde este traficante de 38 años tenía contactos. Ya había caído hace 15 años con tres kilos de cocaína y hace nueve, en un operativo de la DEA (de EEUU) en Rumanía, con 170 kilos. Ahora ya no tocaba la droga ni el dinero y solía adoptar medidas de seguridad, y tenía a su cargo a un exboxeador profesional para las labores de cobro.