La falta de lluvia y el aumento de la contaminación en los principales núcleos urbanos está complicando el inicio de la campaña de alergias ambientales en Valladolid, con un aumento de los nuevos casos y una intensificación de los síntomas en los pacientes ya diagnosticados de alguna alergia.
La acuciante sequía con la que ha arrancado 2022 deja un déficit de precipitaciones del 87% en la provincia. Enero y febrero suelen dejar una media de 67 litros y salvo diluvio en este final de mes, marzo comenzará con un acumulado de menos de nueve litros por metro cuadrado. La consecuencia es una mayor concentración y circulación de los pólenes de esta época final del invierno, ya que, «al no haber humedad, los pólenes se quedan flotando en el aire y se difunden de una manera muy fácil», tal como explica la doctora Alicia Armentia, jefa del Servicio de Alergología del Hospital Universitario Río Hortega (HURH) e integrante del Comité de Aerobiología y Cambio Climático de la SEAIC (Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica). «La ausencia de lluvia produce un incremento de los pólenes porque estos están continuamente volando por la atmósfera. En cambio, con la lluvia, los pólenes se humedecen, lo que hace que pesen más y caigan al suelo», apostilla.
De esta forma, se ha generado el caldo de cultivo ideal para que el arranque de esta temporada de alergias esté siendo especialmente complicado, a expensas de ver qué sucede dentro de un mes, cuando la primavera traiga de la mano el progresivo huracán de alergias ambientales. Los expertos todavía no se aventuran a llevar a cabo una previsión de cómo podría ser esa primavera alérgica, aunque sí apuntan que el papel de esta falta de lluvia, unido a la contaminación ambiental y, este año, a la ausencia de mascarillas anticovid en la calle perjudicará a los alérgicos.
SIN MASCARILLA
Armentia dice que «es obvio» que la retirada de las mascarillas en esta primavera va a provocar más casos y con peores cuadros que los registrados en 2021 y 2020, debido al «aumento de la entrada de polen tanto en las vías respiratorias como en las digestivas»: «La atmósfera que nos rodea no solo la respiramos, sino que también la deglutimos, con todas sus partículas biológicas y con las contaminantes», detalla la experta. «La sequía que padecemos, así como otros fenómenos meteorológicos que hemos padecido son consecuencias directas del cambio climático», añade.
Armentia recuerda que «uno de los fenómenos que definirá con mayor intensidad el siglo XXI será el impacto que los cambios irreversibles del clima tendrá en el bienestar de las poblaciones, y muy en particular de las poblaciones urbanas», por ser donde se registran los mayores problemas derivados de la contaminación. «En nuestra unidad del Hospital Río Hortega hemos publicado desde hace más de 20 años diversos artículos sobre cómo diferentes factores meteorológicos y ambientales modifican los alérgenos del polen, expresando proteínas de defensa o estrés. Uno de estos desencadenantes es la sequía», explica la jefa del servicio de Alergología del HURH.
Falta de lluvia y elevados niveles de contaminación... Es un cóctel que empieza a poner sobre la mesa ya estos primeros problemas para los pacientes que son alérgicos a especies como el ciprés y el fresno, dos de las primeras que irrumpen en febrero y marzo, y que este año lo hace impulsada por esa anormal falta de precipitaciones que deriva también en mayores picos de contaminación.
EL CIPRÉS
Igual que el ciprés, otras plantas de la misma familia (cupresáceas), como arizónicas, tuyas y enebros, también florecen entre octubre y marzo para dar la bienvenida cada otoño-invierno a la campaña alérgica primaveral, la que más problemas genera y las que genera un mayor número de nuevos casos.