Ricardo Blázquez se prodiga poco en entrevistas, pero cuando lo hace no rehusa ninguna pregunta y menos sus respuestas. Medio abulense, con impronta en el País Vasco, desde 2010 está a los mandos de la Iglesia en Valladolid. Hace cuatro, al cumplir 75 años, presentó su renuncia, como establece el Código de Derecho Canónico. Desde entonces, cada año se rumorea sobre su posible relevo. Este 2021 ese rumor es más fuerte que nunca.
Son once años los que lleva al frente de la Archidiócesis, ¿cómo se encuentra la Iglesia de Valladolid? ¿Qué momento vive?
Estamos participando como Iglesia, coincidiendo con cristianos y ciudadanos, padeciendo la pandemia. Va a hacer un año del comienzo del confinamiento y estamos deseando que podamos salir para ir haciendo la vida con normalidad, tanto en la libertad de movimientos como en la libertad para las celebraciones, sin que tengamos límites, precisamente impuestos por la pandemia, para el desarrollo de la vida cristiana. Estamos también preparando poco a poco el tránsito a la vida diaria de la comunidad cristiana porque hasta ahora estamos, como todos, sometidos a grandes límites. A ver cómo se va haciendo esa transición del miedo a la serenidad y la esperanza –ahora todos compartimos miedos, incertidumbres, también un problema de orden económico, social y humano–; y cómo se va haciendo ese tránsito a la vida laboral normal. Estamos todos con incertidumbres y también con esperanzas.
Querría trasmitir, y además convencidamente, que si es verdad que tenemos dificultades también hay motivos para poder confiar entre todos. Si hemos sido solidarios en los peligros, en los contagios, en las formas que nos ha impuesto el desarrollo de la pandemia, que también lo seamos en el apoyo para salir juntos. Que ninguno quede postergado, ni orillado al borde del camino. Y eso lo tenemos que hacer entre todos. Lógicamente se hace con sensibilidad para ver el sufrimiento del otro y también con generosidad para compartir.
Habla de solidaridad y de que nadie quede atrás, ¿esta solidaridad se hace más difícil al haberse producido una rebaja de ingresos con menos gente en las iglesias?
Creo que podemos afirmar que todos, a causa de la pandemia, somos más pobres. La reducción de recursos se manifiesta en todos los órdenes de la vida. Es verdad que, con la limitación y el miedo para participar en la celebración de la eucaristía, han descendido las colectas, pero ha habido otras formas, no solo por parte de cristianos practicantes si no también de personas que quieren apoyar la actividad de la Iglesia. Así por ejemplo, en Cáritas ha sido llamativo. Saben que lo que se coge con una mano se entrega con la otra y además hay trasparencia. Si las personas tienen generosidad y confianza a la hora de entregar su colaboración económica para que desde la Iglesia se administre, nosotros tenemos la obligación de informar, ser trasparentes y recibir iniciativas.
Cumplirá 79 años el próximo 13 de abril, presentó la renuncia hace cuatro y desde hace tiempo se rumorea con el relevo, ¿éste será su último año? ¿Tiene comunicación ya del Papa? Y si es así, ¿quién será su sustituto?
Efectivamente el 13 de abril cumpliré, si Dios quiere, 79 años. Ya son muchos. El día que cumplí 75 era Jueves Santo, llamé al Nuncio para decirle que tenía ya la carta pero que se la llevaría unos días más tarde. Desde entonces, estoy, como lo estaba antes, a disposición del Papa. Si me dice que haga las maletas, las hago... ya casi las tengo preparadas. Si me dice si puedo continuar un poco más, puedo porque tengo buena salud. De manera que estoy a disposición del Papa. ¿Que hay rumores?A veces a la persona interesada no le llegan, pero es lógico porque de los obispos en activo, yo soy el mayor en edad. El que lleva más tiempo ejerciendo el ministerio episcopal es el arzobispo de Granada, don Javier Martínez, y hasta hace poco tiempo era el del Huelva, José Vilaplana. Yo voy a cumplir 33 años de ejercicio ministerial el 29 de mayo. Estoy a disposición: encantado si puedo continuar un poco más o si me dicen ‘márchate’.
Se le ve con fuerzas y ganas.
Tengo que dar gracias a Dios porque tengo buena salud. Es verdad.
¿Luis Argüello sería un buen sustituto?
A mí me parece que es un excelente candidato.
¿Y debería renunciar si fuese él a la Secretaría de la Conferencia Episcopal Española?
En principio son dos cargos compatibles. Después, el desarrollo de las actividades irá diciendo.
Ya ha dicho que de los obispos españoles, usted es el de mayor edad ahora mismo. ¿Un obispo se llega a cansar de puestos de tanta responsabilidad?
Yo hasta ahora he podido desarrollarlos sin cansancio, sin tener que pecir ‘árnica’, tengan piedad de mí. Estoy, gracias a Dios, bien.
¿Qué hará cuando le llegue ese relevo? ¿Se ve en El Vaticano o en su Villanueva del Campillo natal?
Iré a la Casa Sacerdotal de Ávila, que está junto al Seminario. Es un pabellón de ese edificio. Allí viven ahora unos 25 sacerdotes y la mayor parte nos conocimos en el Seminario. El director de la residencia ya me ha dicho que me admite (sonríe). Iría allí si Dios quiere. Así estoy más cerca de la familia. Y se vuelve a la querencia de origen. Salí de Ávila hace muchos años y, salvo un par, he estado todo el tiempo fuera.
Hablando de El Vaticano, usted es un hombre de confianza del Papa Francisco, ¿cómo es él? Se le considera y se habla de él como un Papa reformista.
Cada Papa accede al Ministerio que el señor le confía con la trayectoria propia de su vida. El Papa Francisco llegó desde Argentina, igual que Benedicto XVIaccedió al Pontificado desde Alemania; y el anterior, Juan Pablo II desde Polonia. Cada uno tiene un lugar de origen, una trayectoria vital y también una preparación específica además de una manera de ser... y las situaciones en la Iglesia y en la sociedad van cambiando. Por lo que cada Papa intenta responder lo más acertadamente posible al Ministerio al que se le confía y a la situación concreta, y es lo que está haciendo el Papa Francisco, como el viaje a Irak, un viaje complicado y arriesgado. Me alegro de que haya sido posible porque celebró la Eucaristía con aquellos cristianos que han padecido tanto, encontrándose también con la otra corriente del mundo musulmán, los chiitas, que creo que es una misión de encuentro de los que creemos en Dios. Porque católicos, cristianos en general, musulmanes creemos en Dios. Además en la patria de Abraham, al que nos remitimos los judíos, los cristianos y los musulmanes. En Irak la paz no es fácil, está constantemente alterada. Y el que haya ido allí me ha parecido un viaje acertado.
Cada Papa tiene su formación, su trayectoria, pero en la Iglesia hay diferentes sensibilidades. Una de las últimas reformas es que las mujeres tengan mayor participación en la vida de la Iglesia: ya pueden ser lectoras de la Biblia, ayudar en el altar durante las misas y dar la Comunión. ¿Qué opina del sacerdocio femenino?
Varones y mujeres tenemos la misma dignidad. No debe haber ni discriminación ni privilegios. Nos tratemos con respeto también aportando cada uno la colaboración que pueda aportar. En el cristianismo aprendemos la fraternidad entre todos. Y yendo al origen, Dios creo que al ser humano a su imagen y semejanza, y lo creo varón y mujer. En el cristianismo, en Jesucristo todos somos uno, judíos y procedentes del paganismo, varones y mujeres, e incluso en medio de las diversidades de orden social que siempre ha habido. Ojalá estas diversidades no signifiquen menoscabo de los derechos de nadie, pero también en medio de las diversas localizaciones sociales, profesionales, culturales... somos hermanos.
En relación con lo del sacerdocio de la mujer, me remitiría a unas palabras en un documento del papa Juan Pablo II, en las que dijo ‘la Iglesia no se siente autorizada para que reciba el ministerio sacerdotal la mujer’. No es cuestión de gustos, deseos o convicciones personales. No se siente autorizada por nuestro Señor, presente a lo largo de la historia de la Iglesia. No es cuestión de opciones culturales, sociales, feministas o no, es de otro orden. Pero sí quiero agradecer la colaboración inmensa que las mujeres hacen. Me remitiría a algo muy cercano, en mi pueblo una vez al mes el párroco no va a la celebración de la eucaristía el domingo y un grupo de mujeres, los hombres no quisieron, en ausencia de presbítero, celebran el día del señor, aunque evidentemente no puede ser misa.
La pregunta viene por la crisis de vocaciones sacerdotales. ¿Podría ser una opción ese sacerdocio femenino en este contexto?
La Carta Pastoral de esta quincena de marzo lleva por título ‘Vocación y vocaciones’. Todos tenemos la misma vocación cristiana, la compartimos, que es la de ser bautizados. Y después se diversifican las vocaciones y cada uno va encontrando su camino. Es una vocación cristiana específica ser esposo o esposa en el señor; ser religioso o consagrado; ser presbítero, diácono, obispo para el servicio a la comunidad cristiana. De modo que hay vocación y vocaciones.
En nuestra historia, en España hubo una floración extraordinaria de vocaciones en los años 40-50, hasta mediados de los 60. Una abundancia de vocaciones para el ministerio sacerdotal. Ahora, desde hace tiempo, nos encontramos con un decrecimiento constante y hemos llegado a una situación de escasez y penuria vocacional.
En relación con la pregunta, que haya matrimonios cristianos, religiosos y consagrados, presbíteros y diáconos, que haya esta multiplicación de vocaciones. Cuando era niño éramos en mi pueblo unos 1.100 habitantes y había un solo sacerdote. Actualmente el párroco que atiende pastoralmente mi pueblo está encargado de seis parroquias, pero entre todas no suman la mitad de los habitantes que mi pueblo tenía entonces. Porque a veces se dice lo de que un sacerdote atiende a muchas parroquias, pero la cuestión es cuántos son los feligreses que atiende entra todas.
Cada vocación tiene su ámbito, no es solución que la penuria vocacional para el ministerio de presbíteros sea resuelta, por ejemplo, por lo del sacerdocio de la mujer.
¿Y cómo está la Diócesis de Valladolid en cuanto a vocaciones?
Estamos, a decir verdad, bastante bien dentro de la penuria vocacional que en general tenemos en Castilla y León. En el Seminario de Valladolid hay ocho. Y en el Seminario Menor hay unos 25-30, ya bastantes se han interesado por ir al Seminario Mayor el año próximo. Estamos en penuria pero tampoco en una situación desesperada.
Ya hace años hubo una reestructuración de los arziprestazgos, ¿hay en mente una nueva ante esa crisis vocacional a pesar de esa ‘cantera’?
De momento no pensamos en ello. Hubo una reestructuración de arziprestazgos, porque alguno coincidía con una vicaría territorial. Ahora hemos unificado dos instituciones que venían funcionando con relativa autonomía, el grupo de arciprestes y el consejo de gobierno. Ahora se ha unificado con una reunión al mes.
Retomando la figura del Papa, entre sus cambios está, incluso, el entrar en el mundo de las redes sociales, como hizo Luis Argüello en Twitter, ¿ha valorado usted el entrar en ese mundo?
Yo escribo y después hay colaboradores que son muy técnicos en el manejo de los instrumentos, que cada vez hay más nuevos. Yo encantado de poder hacerlo. Y es posible ver ese perfil de Twitter. Ya en el confinamiento hacíamos vídeos en Youtube, además de emitir la eucaristía por Castilla y León Televisión.
¿Ese confinamiento y la pandemia ha podido ayudar a la Iglesia en la apertura a las nuevas tecnologías?
Yo creo que sí. Pensemos en el caso de las empresas y en la educación en el teletrabajo. También ha servido para la comunicación de la Iglesia con los fieles y la sociedad, y ha sido una oportunidad. Pero no es lo mismo la participación en una eucaristía de presente que a través de una imagen. Solo con imágenes no podemos vivir, se necesita presencialidad. No es lo mismo rezar juntos en un templo, que rezar a la distancia a través de una pantalla. Pero es importante, debemos agradecer que tengamos tantos medios y vías de comunicación hoy.
Usted ha sido uno de los más batalladores con las limitaciones de aforo a esas 25 personas en las iglesias.
Agradeciendo el trabajo y servicio de la autoridad sanitaria, cuando apareció esta disposición, los obispos de Castilla y León hicimos público un documento pidiendo que se reconsiderase. Por eso yo tenía la obligación personal, y así lo hice el Miércoles de Ceniza, ya que me parecía que era una discriminación. Fue la palabra más acertada que encontré. En el teatro o en el cine bastaba con un tercio, en misa no un tercio si no un númerus clausus, me pareció discriminatorio y lo dije. Además éramos la única autonomía que tenía este límite y me parecía de escasísimo fundamento. Me he alegrado de que lo hayan quitado. Además tocaba a la expresión de la libertad religiosa.
Ante ello, ¿qué le pareció la frase de Igea: «No está en la Biblia decir amén a lo que diga un cardenal»?
Es verdad, como que no están en la Biblia otras tantas cosas, como lo que estamos viviendo este año. Evidente que no está, pero yo tenía libertad para decir lo que dije.
Francisco ha luchado contra la corrupción o los abusos sexuales dentro del clero. ¿Qué más nos encontraremos en la nueva Constitución Apostólica, ‘Praedicate Evangelium’?
En relación con los abusos hizo hace dos años hace pocos días de cuando el Papa convocó a los presidentes de las Conferencias Episcopales en Roma para tratar esta cuestión. Yo estuve como presidente de la Española y tengo que reconocer que fue uno de los encuentros que me han resultado más hondamente humanos, cercanos, de preocupación, angustia y vergüenza; con una hondura humana singular de lo que se decía y contaba. Diría un no rotundo al abuso de autoridad, de poder, de conciencia sexual; y en el caso que más se trató, de sacerdotes o clérigos en relación con menores o con adultos desde el punto de vista de edad pero con una fragilidad particular. Es verdad que en esta cuestión de los abusos todos hemos llegado tarde, todos, todos. No solo la Iglesia, aunque como Iglesia tenemos un motivo especial: ‘Dejad que lo niños se acerquen a mí’, de orden moral... pero todos hemos llegado tarde, en las familias, en la sociedad, en la educación en general. Me suelo remitir a unas palabras de la canciller alemán, Angela Merkel, cuando se descubrieron los abusos en un par de colegios en Berlín; ella dijo, tras un informe, que este problema de los abusos no era solo de la iglesia evangélica o de la católica, si no que es un problema de la sociedad; de todos nosotros. Aunque repito, como cristianos y sacerdotes, tenemos un motivo especial de orden moral, educativo y de la confianza que los padres depositan en los educadores cristianos en relación con sus hijos, pero es un problema de todos nosotros y tengo la convicción de que hemos llegado tarde todos.
A veces cuando ocurría en una familia lo sentían como una especie de deshonra, de que nadie se enterase. Hemos cambiado todos en ese sentido y ese encuentro del Papa responde a esa inquietud de cortar sin contemplaciones con esto y tomar las medidas para que no ocurra en el futuro.
Hablemos un poco de lo más cercano. El último debate ha llegado tras hacerse público el listado de inmatriculaciones. ¿Cree que habrá muchas reclamaciones? ¿Cree que se pudo hacer algo mal?
Las inmatriculaciones no son un título de propiedad, es sencillamente un registro de lo que tradicionalmente se ha considerado un bien propio. La Iglesia no quiere apropiarse de nada que no le corresponda y quiere poner lo suyo al servicio de la misión. El propio Gobierno ha reconocido que en las inmatriculaciones se procedió según la ley, pero puede haber quejas, como las que ocurrieron en nuestra diócesis con dos ermitas en Medina. ¿Habrá muchas? No lo sé. Aquí en Valladolid se procedió con mucha sobriedad; en otros sitios ha sido más abundante. Pero estamos abiertos a reclamaciones y la Iglesia no quiere apropiarse de lo que no le corresponde.
La eutanasia, la ley Trans, la ley Celaá, ¿se siente la Iglesia atacada o perjudicada o fuera de los principales debates que hay encima de la mesa en el marco nacional?
Hay una cuestión, como conjunto en todas estas leyes, que no me ha parecido correcta. Estas leyes se han ido gestando en el tiempo en el que estábamos bajo la preocupación, ocupación, inquietud y zozobra de la pandemia. No habido discusión social. Y son leyes de una gran trascendencia para la sociedad. Me parece que se ha procedido como protegidos por esta nube sin una discusión abierta. Cada una de las leyes tiene su punto. La de la Trans está pendiente. La palabra eutanasia que quiere decir buena muerte es un eufemismo; porque realmente significa la muerte causada, provocada. ¿Cuál es la buena muerte? La que uno, con las atenciones médicas del momento, pensemos en cuidados paliativos –¿por qué no se hace una ley de cuidados paliativos?–, con los avances de la medicina, con la atención de la familia y sabiendo todos que no somos inmortales, que la muerte forma parte del ser vivo, en este caso de la persona, y de una manera consciente. Porque la peculiaridad de ser personas es que sabemos anticipadamente de nuestra muerte. Entonces, ¿qué significa la eutanasia? Es la provocación de la muerte a una tercera persona. Ninguno tenemos la capacidad de disponer de la vida de nadie; somos personas, no somos cosas. Lo que hay en el fondo de estas leyes, en algunos casos nítida y en otros no, es qué idea de persona humana tenemos. Estas leyes tienen un inmenso calado y se tenían que haber discutido de otra forma. Llama la atención que grandes países como Francia, Alemania o Italia no tienen ley de eutanasia.
Anunciaron una especie de registro para renunciar a ella.
Eso es, podemos decir últimas voluntades. También se usa la expresión de testimonio vital, algo que podemos hacer todos. Cuando me llegue la hora o cuando no pueda disponer porque he perdido la capacidad o el conocimiento, quiero esto, esto y esto... Es una forma de que la persona se defienda de los efectos de esta ley.
Por segundo año no habrá procesiones de Semana Santa, ¿qué cree que se podrá hacer?
La Semana Santa la tendremos, como siempre, con las celebraciones en las iglesias. Lo que da a Valladolid un nombre internacional son las manifestaciones en las calles y en las plazas de procesiones y otros actos. Es algo genial desde un punto de vista religioso, cultural y social. Es una pérdida para todos nosotros, pero Semana Santa habrá litúrgicamente. Como Iglesia no pedimos ni ser privilegiados ni discriminados. No sé si habrá, hay que verlo, el Sermón de las Siete Palabras en la Plaza Mayor, que es un evento singular. Cuando se contempla desde otras latitudes, en el marco, con las imágenes, con el púlpito... es un acontecimiento de primera magnitud. No sé si lo podrá haber. Si lo hubiese, no es lo mismo al aire libre que en un templo. También manteniendo las distancias.
¿Están hablando o negociando con el Ayuntamiento esta posibilidad?
Nosotros, con la Cofradía, tenemos que pedir permiso. Si el Ayuntamiento da permiso... aunque en este caso al tratarse del marco de una pandemia, la autoridad la tiene la Junta (esta semana se reunió con ella, mostrándose abierta a estudiar opciones)... lo que decidan. Es un acontecimiento importante. Sé de televisiones que si se celebra el Sermón en la Plaza lo retransmitirían.
¿Sería el único acto al aire libre o popular que se podía ‘salvar’?
Es que no podemos tener otros, como por ejemplo la procesión del Domingo de Ramos. Otra cuestión es que a la puerta de las iglesias se pueda hacer alguna manifestación, pero no lo sé, hay que atenerse a las normas de ciudadanía.
¿Mantienen la idea, que se habló hace unos años, de reformar el actual formato de la Semana Santa vallisoletana y sus procesiones?
De esto no puedo decir nada porque no sé en concreto que se esté trabajando para una reforma. No lo sé. La Semana Santa tiene dos focos, el de Sevilla y otras ciudades del entorno; y Valladolid y otras ciudades como Zamora o Ávila. Valladolid tiene una Semana Santa, con esas imágenes...
¿La Semana Santa así será estática, con las imágenes en las iglesias?
Supongo que eso se hará, exponer las imágenes y que la gente pase. Nos encontramos muy condicionados y limitados por la pandemia.