El modelo de desarrollo urbanístico de la segunda mitad del siglo XX provocó la pérdida de gran parte del patrimonio industrial en las ciudades. Valladolid no fue una excepción, pero ahora se vuelve la vista atrás y se quiere recuperar parte de esa memoria abandonada y dar nuevos usos a estas construcciones distribuidas por toda la ciudad.
En la capital hay una gran variedad de construcciones incluidas en este catálogo patrimonial, pero hay tres en concreto que se califican como ‘joyas’ por su singularidad. Se trata del Depósito de Locomotoras, la antigua Azucarera Santa Victoria y el edifico de la Electra Popular Vallisoletana. Estos edificios, dos de titularidad pública y uno de propiedad privada, están relacionados y protegidos en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), pero se encuentran en un deficiente estado de conservación tras décadas sin uso. Una situación de emergencia que ha motivado que el Ayuntamiento lleve tiempo trabajando en alternativas para rescatar de la ruina estos espacios y dotarlos de nuevos usos.
Depósito de locomotoras.
Patrimonialmente la construcción más significativa es el Depósito de Locomotoras, para la que el Consistorio ha solicitado al Ministerio de Cultural la declaración de Bien de Interés Cultura (BIC). Esta iniciativa, que surgió fruto de una moción institucional, pretende que se incoe el expediente de declaración BIC para poner en marcha el punto 4 de la Proposición No de Ley (PNL) aprobada el pasado 18 de diciembre por la Comisión de Fomento del Congreso de los Diputados para conseguir financiación a través del 1,5% cultural para su restauración. «Si se consigue que se incoe tiene el mismo efecto que la declaración BIC y se podría optar a esa financiación, que daría el empujón definitivo para su recuperación», detalla el concejal de Planeamiento, Manuel Saravia.
El Depósito de Locomotoras ya está catalogado como Bien Protegido desde 2004 y se considera único en España por su diseño, novedoso para la segunda mitad del siglo XIX, ya que fue uno de los primeros que adoptó soluciones como la forma de pseudo-herradura, que permitía ampliar el espacio disponible. Esta instalación, con más de siglo y medio de historia, ha sido uno de los depósitos de máquinas de vapor de mayor importancia de Europa. Otra particularidad era su estructura de hierro (más adelante sustituida por acero) en previsión de los tan frecuentes incendios de la época.
El edificio sufre una ruina progresiva, agravada desde la última intervención en 2015 para la retirada del tejado de uralita, lo que dejó al construcción al descubierto. Una situación que el Ayuntamiento, que ha solicitado a ADIF Patrimonio su titularidad, espera revertir si se logra la financiación asociada a la declaración BIC. «No se ha cedido la propiedad porque hay un problema con la banda de seguridad de las vías. Sigue en manos de Adif a la espera de que se ceda toda la parcela al Ayuntamiento y en ese momento pasará a ser un equipamiento municipal», explica Manuel Saravia.
Lo que está por definir es qué uso tendría tras esa rehabilitación tan necesaria. El Ayuntamiento se ha reunido en distintas ocasiones con la asociación de Amigos del Ferrocarril, que llegó a plantear transformarlo en un museo del ferrocarril, pero también se planteó, asociado al proyecto de Richard Rogers para el soterramiento, la construcción de una gran biblioteca. Ahora, el futuro uso se definirá en el plan de reconversión espacial que está diseñando la Concejalía de Cultura.
Santa Victoria.
Muy próximo a la otra estación de la capital, la de Ariza, está la antigua Azucarera Santa Victoria, único de los tres edificios que es de propiedad municipal. Esto ha facilitado que se hayan realizado algunas actuaciones de consolidación de la estructura para evitar su derrumbe y peligros para los vallisoletanos que disfrutan de las 4,3 hectáreas de zonas verdes e instalaciones deportivas que lo rodean. Unas dotaciones que se inauguraron en 2007, en un intento frustrado de recuperar la memoria urbana de la arquitectura industrial vallisoletana del XIX, la del ladrillo.
De hecho, tras la inversión municipal de 8,7 millones de euros, el edificio principal de la fábrica, y los elementos industriales rehabilitados, como el horno de cal o las dos norias utilizadas para mover el agua, que dan nombre al parque y que son el origen de un eje de canales que lo recorre, son los más afectados por el paso del tiempo. «En el edificio, que estaba dentro del convenio con Ebro, no se hizo nada. E incluso, en algunos casos, había hasta peligro para la gente que estuviera cerca» denuncia Saravia.
Tanto que la semana pasada se terminó la primera fase de las obras de consolidación. «Lo que hemos hecho es una operación rápida, que ya ha acabado, en la que se han eliminado todos los elementos de riesgo, tanto para el edificio como para las personas. Ya está en disposición para afrontar la segunda gran intervención, que será costosa, para hacerlo accesible, que no sea un enclave cerrado y sin uso», detalla. Esto implica que las plantas altas quedarán en disposición de acoger otros usos, cuando se decidan, y las bajas serán una extensión del parque de Las Norias.
La Electra.
Cualquier proyecto de recuperación para el inmueble de la Electra Popular Vallisoletana, ubicada en el Paseo de Isabel la Católica, está vinculado a la operación que se proponga en la parcela, que es de propiedad privada. El edificio está actualmente en la Lista Roja de Patrimonio y desde hace más de dos décadas se han sucedido los proyectos de nuevo uso, pero ninguno ha salido adelante. En 2007 se anunció un hotel de 5 estrellas, pero no se llegó ni a iniciar su construcción. Y después, en 2018 el Ayuntamiento intentó una permuta a tres bandas entre el Colegio el Salvador, terrenos en el Plan Parcial Zambrana y la autorización para construir un bloque de viviendas en el solar, manteniendo la parte protegida. Tampoco fructificó. Y ahora se exploran nuevas vías para evitar su degradación. «Hemos hablado con muchísimos promotores para ver las distintas posibilidades de actuar y estamos intentando que se haga de tal manera que se pongan en valor los restos que tiene», reconoce Manuel Saravia.