La crítica -
Por Juana Samanes
Una vida polifacética y apasionante, así podría definirse la de Lee Miller, que empezó, gracias a su belleza, como modelo y, con el paso de los años, se convirtió en una de las foto reporteras de guerra más famosas.
En 1938 Lee Miller ya estaba centrada en su faceta de fotógrafa, cuando viajó a Londres junto a su pareja, el marchante de arte Roland Penrose, allí buscó trabajo como fotógrafa para la edición británica de Vogue. Frustrada por las restricciones impuestas a las fotógrafas de la época, que se limitaban a documentar la vida en el ámbito doméstico, Miller le pidió a su jefa en la revista, Audrey Withers para solicitar permiso al Ministerio de Información para que ir al frente de batalla, pero le denegaron el permiso. Finalmente, tras agotar todas las vías británicas, Lee obtuvo una acreditación de guerra estadounidense y, completamente sola, viajó a Europa. Allí, durante la Segunda Guerra Mundial, formó equipo junto al fotógrafo David E. Scherman y fueron los primeros fotógrafos en entrar en los campos de Buchenwald y Dachau el día de la liberación y plasmar para el mundo los tremendos acontecimientos ocurridos allí.
Si finalmente vemos en la gran pantalla la vida de esta singular mujer se debe al empeño que puso en ello la actriz Kate Winslet que, además de la protagonista, es la coproductora de este biopic, narrado de forma clásica. Winslet en estrecha colaboración con Antony Penrose, hijo de Lee Miller, comenzó un largo proceso para conocer la auténtica y extraordinaria vida de Miller. Asi, tomando como punto de partida el libro de Antony, Las vidas de Lee Miller, Winslet se propuso adentrarse una etapa crucial de su vida, la infancia, que la marcó.
Con una correcta puesta en escena, y una vibrante banda sonora de Alexander Desplat, este biopic atrapa mientras sigue los pasos de Lee, y algunos pasajes de su vida curiosamente inmortalizados por la cámara. Por ejemplo, su decisión de colarse, junto con su compañero fotógrafo Scherman, en la casa abandonada de Hitler en Múnich, donde hicieron la icónica foto de Miller en la bañera del Führer.
La película también aborda la dificultad de separar la faceta personal de la profesional, puesto que las imágenes horripilantes de los campos de exterminio la persiguieron toda su vida.