Si nos atenemos exclusivamente al lema con el que el barón Pierre de Coubertin inauguró los Juegos de Atenas en 1896, los primeros de la Edad Moderna, España se marcha de Tokio sin ser más rápida, más alta ni más fuerte.
Las 17 medallas cosechadas por los atletas españoles en la cita olímpica que ayer puso su punto final igualan las ganadas en Río de Janeiro y suman dos menos que las de Londres 2012. Tres oros, ocho platas y seis bronces que mantienen a España en ese cómodo puesto en mitad de la tabla al que los responsables del olimpismo español parecen haberse acostumbrado, dando por bueno un nivel competitivo que ha permitido, además, lograr 42 diplomas olímpicos, pero dejando en evidencia el escaso interés patrio en cumplir con el citius, altius, fortius en cada edición.
Para el Comité Olímpico Español y el Consejo Superior de Deportes el balance varía entre unos «resultados magníficos» y un «éxito sin precedentes» de la delegación española, y eso que de los siete campeones olímpicos de Río de Janeiro se ha pasado a solo tres. El problema, más allá de si se está de acuerdo o no con sus valoraciones del medallero, vuelve a ser el dinero. Sin la inversión adecuada, es muy difícil crear las condiciones necesarias para que aquellos deportistas que hoy despuntan lleguen a colgarse una medalla en París dentro de tres años o en Los Ángeles en 2028.
El programa de la Asociación de Deportes Olímpicos (ADO) apenas ha contado con 22 millones de euros para Tokio 2020, y aunque llegar a los 79 que se desplegaron para lograr los históricos resultados de Barcelona 92 hoy se antoja una utopía, desde el Gobierno sí se debería dar un paso para hacer más atractivo este modelo de colaboración público-privada.
Por encima del análisis meramente estadístico del medallero, Tokio nos ha dejado imágenes para el recuerdo, como la plata de la jovencísima taekwondista Adriana Cerezo, el bronce que Pablo Carreño arrebató a Novak Djokovic, los triples saltos con los que Ana Peleteiro batió el récord de España o, más recientemente, la vibrante victoria del escalador Alberto Ginés. A Maialen Chorraut celebrando su presea plateada en el eslalon de K1, al karateka Damián Quintero subir al segundo cajón en kata y a Saúl Craviotto alzarse como el olímpico español más laureado igualando a David Cal en el k4-500 junto a Marcus Cooper Walz, Carlos Arévalo y Rodrigo Germade. También, por qué no reconocerlo, algún metal agridulce, como la plata de una selección de fútbol de la que se esperaba más o la forma en la que EEUU ahogó las posibilidades de oro del combinado femenino de waterpolo.
A Alberto Fernández y Fátima Gálvez, Sandra Sánchez, Ray Zapata, Teresa Portela. David Valero, Joan Cardona, Jordi Xammar y Nico Rodríguez y a la selección de balonmano, gracias también. Y al resto, ánimo porque París 2024 está a la vuelta de la esquina.