‘Ya quisiera Lucio hacer los huevos como Araceli. Y Araceli cobrarlos como Lucio’. Con esa leyenda reciben a sus clientes Roberto, Josechu y la propia Araceli en La Puerta de la Ribera. Allí llevan más de dos décadas, cuando Josechu, o Chechu, Sánchez Gómez se decidió a adquirir lo que por entonces se conocía como el hotel de Sardón, aunque realmente aún no lo era. Él ya se dedicaba a la hostelería al tener un bar al lado, en mitad de Sardón, el Josechu, y desde su local veía la antigua casa como una posibilidad: «Era de cuatro hermanos labradores de Salamanca y siempre creí que se podría hacer un hotel rural». Así que se hizo con él y abrió lo que hoy se conoce como La Puerta de la Ribera, porque a partir de Sardón comienza la Denominación de Origen Ribera del Duero y es la entrada a la llamada Milla de Oro, por el gran número de bodegas y vinos en la zona, con un sinfín concentradas en apenas 15 kilómetros.
Ubicado en una casa con 110 años de antigüedad, quizá la que más tenga de Sardón, en su interior llegó a albergar incluso una capilla. Hoy es un hotel con restaurante, con Roberto, el hijo de Josechu y Araceli, al frente: «Es un proyecto familiar con una clara apuesta por el producto y el trato cercano».
La Puerta de la Ribera, situado en la avenida de Soria de Sardón, es un hotel de carretera que usan, entre otros, bodegueros, visitantes y muchos senderistas que buscan en las rutas de la zona su momento de naturaleza. Cuenta con un restaurante desde sus inicios, hace 21 años, donde prima, como no puede ser de otra manera por ser la zona en la que está, el pincho de lechazo. «Es la especialidad, igual que las chuletillas en brasas de sarmiento. También las carnes, como la chuleta o el entrecot de vaca», apunta Roberto sobre la cocina que se encuentran los clientes y donde, por supuesto, están esos huevos rotos, con picadillo y pimentón, made by Araceli, por 6,95 euros.
El lechazo churro de la zona es una de las claves, en este caso comprado ya troceado, aunque uno de los secretos es el embrochado: «Hay que apretar bien la carne, para que no queden huecos y se haga por igual, y quede jugosa por dentro». Luego está la mano del asador y la experiencia: «Normalmente estaría hecho cuando pasan unos 12 o 14 minutos». Así que el trabajo para lograr las brasas arranca entre la una y la una y media de la tarde.
Entre semana, el restaurante tiene un menú del día por 10 euros, con tres primeros y tres segundos a elegir, más bebida y postre. El resto funciona con carta, con esos pinchos, esas chuletillas, las carnes, los huevos rotos y mucho producto de temporada, como los espárragos, las setas, los tomates... «Y el pulpo a la brasa, que funciona muy bien».
Abre todos los días del año desde las seis y media de la mañana y hasta las doce de la noche, y cuenta con un comedor, en la planta inferior, para 40 comensales... aunque ahora con lo que se estila las terrazas, la suya tiene una capacidad para 120 clientes.
«Si llega alguien de fuera que no nos conoce, le ofrecería una degustación de quesos de la zona, de Pico Melero, con una crema y dos tipos; una ensalada ribereña, de lechuga, tomate y cebolla; un pincho de lechazo y un buen vino de la zona», apuesta Roberto por un ‘menú’ de la zona para una pareja, que puede salir por entre 25 y 28 euros por comensal, teniendo en cuenta que el pincho cuesta 18.
La Puerta de la Ribera es familia, es Roberto con sus iniciativas y sus ganas de seguir dando de comer y de dormir a visitantes; es Chechu, al frente de la barra; y Araceli, la que manda en la cocina, con alguna ayuda de Roberto y de algún extra los fines de semana.