Mucho se hubieran tenido que torcer las cosas para que Aimar Bretos (Guipúzcoa, 1986) no acabara delante de un micrófono haciendo periodismo. Ya apuntaba maneras cuando en su época de preadolescente se encerraba en su habitación para grabar programas musicales. Y cuando, con 15, se colaba en los plenos municipales para confundirse con los periodistas «serios», grabar declaraciones de los políticos y hacer su propio informativo. Lo que quizá no podía imaginar el joven Aimar por entonces es que con solo 35 años llegaría a estar al frente de Hora 25, en la Cadena Ser, uno de los programas de radio más importantes del país, líder en su franja horaria. Cuando él habla, más de un millón de personas escucha. Este viernes lo hará desde el Teatro Calderón con motivo del inicio de la 67 edición de Seminci.
Lleva más de un año al frente de uno de los programas más importantes de la radio. ¿Este periodo ha sido tal y como esperaba?
Cogí un miura y lo estoy toreando como buenamente puedo. La primera temporada fue de ubicación, de tomarnos la medida, tanto yo al programa como el programa a mí, y de generar un equipo y una confianza con la audiencia. En esta segunda temporada, en base a esa confianza y a que los oyentes ya saben lo que hay, vamos explorando nuevos territorios, pese a que el programa está muy chequeado. Es un formato que tiene 50 años de historia y en este tiempo se ha demostrado que los oyentes quieren análisis en profundidad de la política y la economía.
Director de Hora 25 con solo 35 años. ¿Da vértigo ser el siguiente de una lista con nombres como Pepa Bueno, Àngels Barceló, Iñaki Gabilondo y Manuel Campo Vidal, entre otros?
Si lo enfocara desde el vértigo, que obviamente existe, me bloquearía. Es algo que asumí desde el primer momento, por mi bien y por el del programa. Lo hago desde un intento permanente de estar a la altura de los directores que ha tenido este programa, que están entre los más grandes periodistas que ha habido en las últimas décadas en España. Que mi nombre aparezca en esa lista es un orgullo, pero implica que cada día tienes que hacer un esfuerzo titánico para intentar que el programa que haces esté a la altura de la historia de Hora 25.
¿Cree que el periodismo que se practica hoy cumple bien la función que se le presupone de control del poder? ¿Cómo ve la profesión hoy en día?
Muchas veces los periodistas somos muy cenizos en el sentido de que nos regodeamos en una autocrítica que nos bloquea, cuando realmente en España se está haciendo un periodismo de una calidad extraordinaria. Se hace periodismo de muchas calidades, eso es verdad, y se hacen cosas que incluso se hacen pasar por periodismo y no lo son. Pero también se hace un periodismo de una calidad extraordinaria. Tenemos que ponerlo en valor. Y sí, se ejerce control, no solo al Gobierno, sino a los distintos poderes, que es muy exhaustivo y riguroso. No creo que tengamos que dejarnos llevar por ese espíritu cenizo de 'qué mal está todo o qué mal lo hacemos todo'.
¿Considera que la población tiene la misma percepción?
Todo lo que es discurso 'antiestablishment' se vende fantástico y entra como cuchillo en mantequilla. Hay gente que legítimamente ha decidido desconfiar de los medios de comunicación porque ha tenido una mala experiencia o porque ha decidido confiar en quien le está diciendo que los medios no valen para nada y mienten. ¿A quién toma como referencia esa gente? A nuevas ofertas que se hacen pasar por medios de comunicación cuando no lo son, porque no aplican criterios periodísticos, como contrastar y aplicar la tasa de rigurosidad necesaria. Es legítimo que el oyente, el espectador o el lector decida qué consume, pero hay que tener en cuenta que el periodismo se hace con unos criterios de calidad que no se aplican a cosas que se hacen pasar por periodismo y no lo son.
¿Cómo fue su primer contacto con la profesión?
Empecé en un taller pequeñito de radio en San Sebastián a los 15 años. Antes de eso yo ya estaba absolutamente enamorado de este medio y me dedicaba a jugar a emitir radio musical desde mi habitación. A los 15 años conseguí que me hicieran un hueco en una radio de barrio y empecé a probarme delante del micrófono, a ir a ruedas de prensa al Ayuntamiento. Yo era un mico que se colaba por los pasillos, grababa y hacía mis propios informativos. Los periodistas serios me hacían un hueco a su lado y aprendí muchísimo de ellos.
¿Nunca se le pasó por la cabeza otra profesión que no fuera el periodismo?
No, nunca. Lo tuve muy claro desde pequeño. Tenía mucha pasión por el periodismo y por la radio.
A pesar de su juventud, son muchos años ya delante de un micrófono. ¿Cuáles han sido sus mejores momentos?
Recuerdo con mucho cariño el último Hoy por hoy que hice en sustitución de Pepa Bueno, que creo que fue en verano de 2019, cuando todo el equipo de Pepa pasamos a Hora 25. Lo recuerdo con un cariño inmenso, rodeado del equipo en el estudio y despidiéndonos de nuestros oyentes. También recuerdo el 50 aniversario de Hora 25 que celebramos el año pasado en un teatro de la Gran Vía de Madrid. Juntamos allí a oyentes y locutores que son historia del programa. Se creó un ambiente realmente fantástico.
También habrá recuerdos menos buenos…
Algunas entrevistas que no salieron como esperaba. Programas que en tu cabeza eran mucho mejor de lo que terminaron siendo después. Esa sensación de impotencia, de terminar y decir… realmente lo habíamos diseñado mucho mejor. Pero bueno, después de hacer un programa solo hay tiempo para pensar en el del día siguiente. No hay que andar lamiéndose las heridas demasiado.
Hora 25 llega a Valladolid con motivo del inicio de Seminci. ¿Qué referencia se tiene de este festival fuera de esta ciudad?
Seminci ha hecho un trabajo muy grande en los últimos años por posicionar la marca a nivel nacional y lo ha conseguido. Ahora mismo si tú pides por España que te citen tres o cuatro festivales de cine, lo señalan claramente.
En los últimos meses Castilla y León ha estado en primera línea de la política nacional debido al inédito pacto de gobierno entre PP y Vox. ¿Qué opinión tiene al respecto?
Hay que ser extremadamente respetuoso con lo que votan los ciudadanos y hay que analizar qué les lleva a apostar por determinadas opciones que pueden ser más radicales. Los periodistas no tenemos otra función más que hacer una auditoría permanente al ejercicio del poder, lo ostente quien lo ostente. En este caso es el PP con Vox, y hay que llevar esa auditoría a los mismos niveles que los llevaríamos con cualquier otra opción. A partir de ahí, hay que hacer un periodismo honesto y crítico con determinados mensajes que puedan atentar contra la igualdad.