El Ala Octa de la empresa Alamedics Germany, un perfluoroctano utilizado para pegar la retina tras un desprendimiento, pudo ser la causa de la pérdida de visión en un ojo en el caso de dos pacientes que fueron intervenidos en el Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid ante los efectos adversos provocados por la toxicidad de dicho producto.
Sin dar una certeza absoluta a esta hipótesis, el jefe del Servicio de Oftamología del Río Hortega, Javier M, considera "razonable" establecer un nexo de causalidad entre la pérdida de visión sufrida por Amaya G.S. y Rafael M, intervenidos por desprendimiento de retina en enero de 2014 y febrero de 2015, respectivamente, y el posible uso del Ala Octa utilizado en el Río Hortega en ese periodo, hasta que la Agencia del Medicamento ordenara su retirada ante alerta sanitaria activada por la toxicidad descubierta en algunos lotes.
El experto oftalmólogo, durante la vista del juicio celebrada en la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia, con sede en Valladolid, donde se han visto las reclamaciones de los dos afectados, que reclaman indemnizaciones superiores a los 200.000 euros, ha explicado que él no operó a los reclamantes pero sí ha reconocido que en aquella época, por espacio de dieciocho meses, el Río Hortega compaginó el uso del Ala Octa, producido por una empresa alemana que ya no existe, con otros dos más.
Aunque la Agencia Española del Medicamento no incluyó estos dos casos entre otros registrados en toda España en los que los pacientes fueron tratados con Ala Octa con una toxicidad del 100%, que sufrieron la necrosis de su retina en el mismo instante de la operación, el jefe del Servicio de Oftalmología del Río Hortega no descarta que Amaya y Rafael fueran también víctimas del producto.
"No son casos idénticos a los descritos por la agencia, ya que no se produjo necrosis de la retina, pero es razonable que pudieran estar también vinculados por el uso del Ala Octa, pues en el caso de Valladolid se identificaron cuatro lotes (080714, 180214, 110213 y 170713) que presentaban una toxicidad de entre el 41 y el 47 por ciento", ha precisado Javier M.
El experto se ha movido en el terreno de la posibilidad por cuanto ni siquiera se ha podido certificar que los dos pacientes fueran tratados con este perfluoroctano tóxico, ya que no se registró la marca y el lote utilizado en la hoja de quirófano y, por tanto, pudo haberse utilizado cualquiera de los otros dos de distinta marca que se empleaban también en el centro hospitalario.
PEORES RESULTADOS
En cualquier caso, Javier M. ha puntualizado que tanto él como sus otros tres compañeros de servicio se percataron de que a lo largo de dieciocho meses en el que usaron el Ala Octa, a diferencia del periodo anterior en el que no disponían de él, se registró un mayor porcentaje de casos en los que los pacientes, tras la operación, recuperaron menor visión de lo normal, algo que ocurrió en 22 de los 51 intervenidos.
Sin embargo, no fue hasta que saltó la alarma sanitaria, tras los graves casos detectados en Euskadi y Canarias, cuando el departamento de Oftalmología del Río Hortega empezó a sospechar y optó por remitir a la Agencia Española del Medicamento el medio centenar de intervenciones efectuadas en ese periodo en el centro vallisoletano ante su posible afección por el producto retirado.
El testigo-perito también ha explicado que el origen de la contaminación del producto, elaborado por la empresa alemana Alamedics Germany con materia adquirida en Rusia, pudo producirse en los tanques de almacenamiento al permanecer más tiempo del necesario. "Pudo aumentarse el porcentaje de átomos de carbono que no se unieran al de átomos de fluor, lo que provocó un incremento de la acidez", ha indicado Javier M, quien atribuye a este hecho la muerte celular en la retina al entrar el ojo en contacto con el producto.
En cualquier caso, el oftalmólogo, al igual que su compañero que operó a los dos afectados, ha eludido cualquier responsabilidad tras afirmar que en ambos casos las operaciones se realizaron de forma absolutamente correcta, aunque luego pudieran surgir complicaciones por el uso del polémico producto.
"Cuando uno va a un supermercado y compra aceite no duda de su seguridad sanitaria y por eso ni yo ni mis compañeros ponemos en tela de juicio la garantía de un producto que cuenta con el sello CE y que consideramos apto para su uso", ha sentenciado.
Otro perito, José María H, experto en Oftalmología, ha certificado también el cumplimiento de la lex artis seguido en ambas operaciones y no se ha pronunciado sobre la relación de causalidad entre la pérdida de visión de los afectados y el uso del Ala Octa, inconcreción que ha justificado por el hecho de que no haya constancia de la marca concreta del producto usado y la posibilidad de que esos efectos adversos pudieran estar relacionados con otras causas, entre ellas una patología previa del paciente, un fenómeno isquémico o la presión intraocular.
"Cuando se produce desprendimiento de la mácula, el pronóstico visual ya no es bueno, existe una pérdida de la agudeza visual y tras la operación el paciente nunca recupera la visión que tenía. Es absolutamente excepcional que vuelva a la visión de antes", ha explicado José María H, quien recuerda también las múltiples complicaciones que pueden darse a posteriori en el proceso de recuperación.
Será ahora la titular de la Sala de lo Contencioso Administrativo del TSJCyL, en Valladolid, la encargada de dictaminar si estima las reclamaciones de los afectados, con responsabilidad del Sacyl, Alamedics, la distribuidora WM Bloss de Cataluña y la aseguradora Mapfre, o bien atiende la petición desestimatoria de quienes figuran como responsables civiles.
Uno de los afectados, Amaya Gil Sendino perdió la visión de su ojo derecho tras la operación, con la suerte de que en el caso del izquierdo no utilizó la misma técnica sino el láser. "De haberme operado de los dos con la misma técnica, hoy estaría ciega", aseveró en su día la afectada, cuyo ojo izquierdo cuenta con una visión cada vez peor--tiene ocho dioptrías--debido al esfuerzo para sustituir al perdido.
RECONVERSIÓN LABORAL
La demandante, con todo, ha visto cómo a partir del día de la operación su vida a cambiado de forma "radical", no sólo porque no puede conducir sino porque tuvo que dejar su trabajo de administrativa, después de 17 años, para reconvertirse a un empleo que encontró, no sin mucho esfuerzo, en el sector servicios.
Idéntico caso es el del también reclamante Rafael Martínez, un profesor de autoescuela e integrante de un negocio familiar que se vino al traste a raíz de la operación de desprendimiento de retina en su ojo derecho a la que fue sometido en 2015 en el Río Hortega.
Pasó años "muy apurados" buscando un nuevo trabajo, primero limpiando casas, luego en la ONCE y desde hace un año como peón de obras para el Ayuntamiento de Arroyo.
Rafael pide también justicia y, sobre todo, "que acabe todo, pasar página", algo que, como así advierte con cierto enojo, "podría haber ocurrido hace ya mucho tiempo si tuvieran un poco de empatía", en clara alusión a los que considera responsables de lo ocurrido.