Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Para qué ha servido

30/04/2024

Ni al presidente el Gobierno, Pedro Sánchez, le hacían falta cinco día de reflexión para decidir seguir al frente del Ejecutivo, ni el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo parece  haberse enterado de que también él tendría que haber pasado este tiempo en el rincón de pensar, porque en la queja de Sánchez sobre la degradación de la vida política nacional tienen mucho que ver unas actitudes y comportamientos del principal partido de la oposición que Feijóo debiera atemperar para hacer más respirable y sensato el debate político. Que se haya transmitido desde su entorno que estaba dispuesto a volver a presentar su candidatura a una nueva investidura o su apuesta indisimulada por una anticipación de las elecciones demuestran también que le preocupaba más llegar al poder, que se le escapó hace un año por sus errores estratégicos, que sentar las bases de una forma más racional de hacer política.   

Tras la declaración del jefe del Ejecutivo en la que ha manifestado su compromiso de no dar por finiquitada su etapa al frente del Gobierno y después del diagnóstico realizado a la vista de cómo ha transcurrido el último año en el que se ha exacerbado la degradación de la vida pública, la única propuesta posible habría sido convocar al líder de la oposición a una reunión en La Moncloa para intentar llevar un poco de racionalidad al debate político y rebajar el tono de la polarización y la crispación en la que se vive.

A la vista de la reacción de Feijóo y otros líderes del PP -como Díaz Ayuso que también va de agraviada- que mantienen que antes de la carta de Sánchez a la ciudadanía ya tenía tomada la decisión de seguir y que todo ha sido un paripé, es imposible llegar a un mínimo diagnóstico común sobre el deterioro político que se vive y lejos de poner freno a esa deriva aumentará la presión sobre Sánchez tras un episodio inédito en la política nacional, que quedará para los anales de la historia sin que haya tenido eficacia para serenar los ánimos, y bien estará si los llamamientos a la movilización de unos y otros no derivan en enfrentamientos más allá de las sedes parlamentarias.   

Después de cinco días de una incertidumbre acompañada de un plebiscito social y político por parte del PSOE y de los socios de la investidura -aunque ahora a los independentistas catalanes, elecciones mediante, se le haya pasado el susto de una posible espantada y critiquen la perfomance- Pedro Sánchez apela a una mayoría social para abordar una regeneración democrática cuyos extremos, y cómo la piensa llevar a cabo, tendrá que aclarar en los próximos días, porque la mayoría parlamentaria no le da para realizar cambios sustanciales -el PP advierte de un cambio constitucional por la puerta de atrás- y para desmentir que, en efecto, su carta y su queja eran un aldabonazo para airear un clima irrespirable que se deriva del shock de la derecha por no haber alcanzado el gobierno de la nación, y por la dependencia de Sánchez del partido de Puigdemont y la ley de amnistía.  

El momento de comunicar su decisión de continuar al frente el Gobierno quizá no era el adecuado para plantear un nuevo programa legislativo, pero no puede demorarse mucho en demostrar que el "punto y aparte" que ha anunciado se concreta en medidas legislativas que sus propios socios ya han señalado: acabar con la ley mordaza y proceder a la renovación del CGPJ, que obstruye el PP, cuanto antes.  

A Pedro Sánchez le corresponde demostrar que su periodo de sede vacante ha servido para algo más que para obtener un plebiscito sobre su persona.