Juan Tarín vive en Santander. A sus 70 años se dedica a disfrutar de su jubilación después de haber trabajado como director general de Agricultura en el Gobierno cántabro, pero nunca olvidará la madrugada de ese fatídico 3 de marzo. «Casi no me enteré del golpe porque iba completamente dormido, pero recuerdo un gran estruendo y encontrarme poco después debajo de la cama». Allí fue a parar después del impacto.
Reconoce que está vivo de milagro porque cuando un tren chocó contra la parte trasera del otro el vagón en el que él estaba «se fue comprimiendo» hasta llegar justo delante de él. En ese momento se frenó para salvar su vida.
Tan cerca estuvo de alcanzarle que un brazo le quedó atrapado en el amasijo de hierros. «No podía salir y estuve así unas cinco horas», explica. Recuerda que algunas enfermeras y psicólogos que estaban fuera hablaban con él para tranquilizarle. Pero tranquilizarse en unas circunstancias como esas es muy complicado.
El desconcierto le llevó a pensar en un principio que se habían caído por un barranco, pero al oír el sonido de la estación de Valladolid sus esperanzas crecieron al entender que sería más fácil que le sacaran allí. Pero de fácil, nada de nada. «Yo me enfadaba porque no entendía que tardaran tanto, pero después del accidente me di cuenta de lo complicado de las labores de rescate». Él, como otros tantos, salió por uno de los agujeros que se crearon en el desmontaje ‘trozo a trozo’ del tren.
Recuerda sus gritos... y los de los demás. Poco a poco se iban apagando y él pensaba que era porque «los iban sacando», pero nada más lejos de la realidad. De las diez personas que viajaban en el vagón ocho murieron allí mismo.
Las secuelas del accidente fueron mucho más allá de los daños en el brazo. Eso sí, logró salvar su extremidad aunque estuvo con molestias durante algún tiempo. Lo peor fue enfrentarse de nuevo a un tren. «Dejé de utilizarlos, pero por mi trabajo era necesario y un día me decidí a subir otra vez». Todavía se acuerda del pánico que pasaba cada vez que ese Talgo hacía un movimiento brusco.
Fue muy duro, sí, aunque Tarín dice que su familia lo pasó peor que él. «Mi mujer se llevó un susto terrible porque la llamaron muy pronto y en el viaje a Valladolid no hacía más que escuchar noticias sobre los muertos en la radio».
25 años después de todo, Juan Tarín está completamente recuperado, pero con la espina clavada de haber tenido que pasar ese trago y, además, perder a un compañero de trabajo en el accidente.