Antes Octógono y ahora la Academia de Caballería. Una institución que va más allá de lo militar. De hecho, una de sus dos sedes, el Acuartelamiento General Shelly de Paseo Zorrilla, es un emblema para la ciudad. Con historia y encanto, como se refleja en sightsmap.com, una web que elabora un mapa a nivel mundial con las fotos más compartidas y que reflejaba no hace mucho que la fachada de esta institución es la más retratada de Valladolid.
Y por dentro impresiona mucho más. Son muchos los vallisoletanos que ya conocen parte de este acuartelamiento, ya que abre todos los viernes el museo de caballería que alberga. Pero esta estructura, cuya primera piedra se colocó en 1921 y que se terminó siete años después, en 1928, encierra joyas como un salón de recepciones jalonado por cuadros de gran valor y el escudo de armas de la Academia donde se han realizado cenas, bailes de sociedad. Además, cuentan también con el mayor picadero de Europa, ahora reconvertido en polideportivo, entre otros departamentos de un edificio con casi cien años de historia.
Una historia con ‘poso’ como reconoce el director de la Academia, el coronel José María Castaño Fernández. «Son más de 150 años de relación de Valladolid con la Academia de Caballería y eso se nota. Ya sentí esa simbiosis cuando estuve aquí como alumno hace 30 años y, aunque no había vuelto a estar nunca destinado en la Academia, sí que se nota esa relación con la ciudad. La mejor vacante para un coronel de Caballería es dirigir esta Academia», avanzó.
Dos acuartelamientos conforman la estructura de esta institución de excelencia militar. El mencionado de General Shelly y el Teniente Galiana, situado en la carretera de Rueda. En ellos se imparte la Enseñanza de suboficiales -tres años- y el quinto curso de oficiales. Teniente Galiana acoge a los de primer y segundo y los últimos cursos de suboficiales y de oficiales se dan en General Shelly. En total, 109 alumnos, que forman parte de los 409 efectivos que mueve la Academia de Caballería (incluido personal civil).
La mayoría de los alumnos están en régimen interno, salvo que estén casados o con pareja de hecho, o tienen alguna circunstancia especial que les hace acreedores de un permiso para dormir fuera. De hecho, el Acuartelamiento de Paseo Zorrilla cuenta con medio centenar de habitaciones, todas individuales.
Esa es una de las «ventajas» que tiene con respecto al octógono, de cuyo incendio se celebró el pasado año el primer centenario. «El edificio está pensado para ser una Academia, no como el otro que era una cárcel y luego hubo que adaptarla. Aquí no y eso sólo ofrece que ventajas. Además se ha ido transformando conforme a las necesidades que tiene la enseñanza tanto de oficiales como de suboficiales», reconoce el coronel Castaño Fernández.
Todos los alumnos salen con una doble titulación, tanto civil como militar, reconoce el capitán Agustín Fernández. De ahí que haya profesores civiles, que pertenecen a la Junta de Castilla y León, y que dan en primero y segundo de suboficiales, que cuando terminan tienen un título de técnico superior de Asistencia a la Dirección. Los aspirantes a oficiales, por su parte, llegan de Zaragoza, donde cursan sus primeros cuatro años, con un grado de Ingeniero de Organización Industrial.
Las clases comienzan poco después de las ocho, tras el izado de bandera. Evidentemente, cada grupo tiene materias específicas. Formación ‘civil’ y una militar dividida en tres grupos para los suboficiales: «una parte técnica de conocimiento del sistema de armas, vehículos de ruedas, de cadenas, carros de combate. Una parte táctica, que gira entorno al empleo de esa unidad; y un tercer grupo que es la parte de humanidades: idiomas inglés y francés obligatorios, historia, cultura general, legislación...», explica el director de la Academia. Primero y segundo está más enfocado al título civil y en tercero ya se vuelcan en las asignaturas militares. En cuanto a los oficiales, su formación es estrictamente militar después de los cuatro años que han pasado en Zaragoza. «Su enseñanza se resume en una parte técnica de vehículos, táctica, manejo de una sección, y humanística», resume el coronel que, pese a la dureza de los cursos, asegura que «el porcentaje de éxito es muy alto». «En oficiales se puede decir que del cien por cien, la criba se ha hecho en los cuatro años anteriores», puntualizó. «En suboficiales solo hay dos repetidores y por una asignatura, el inglés», continuó.
Pese a los recortes en el presupuesto de Defensa, la academia está equipada con lo último en tecnología que sirve la vallisoletana Indra. «Tenemos una sala de simulación que está en las antiguas cuadras de caballo para que los alumnos practiquen tiro y conducción», explica el coronel Castaño Fernández. En este sentido, el teniente coronel y jefe de simulación, Paulino Ojanguren, resumen en tres los beneficios de estas prácticas. «Economía de medios, disminuye el riesgo de accidentes y, además, preserva el Medio Ambiente», señala. La Academia cuenta con un simulador de conducción en aula para carro de combate Leopardo, un aula de enseñanza asistida por ordenador para carro y vehículo de combate, un entrenador de tiro/táctico de simulación virtual ‘esteel beast’ y un simulador del sistema Spike de lanzamisiles contra carros.
¿Y la caballería, dónde ha quedado? La evolución del Ejército y de las tácticas militares han relegado al caballo por los vehículos ligeros, pero no lo ha apartado. De hecho los alférez de quinto y los sargentos de tercero siguen montando a caballo en un club una vez por semana. «Es importante que sigan montando a caballo, es nuestra seña de identidad», concluye el coronel.