52 años con nosotros

I. A.
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Desde la confitería del Sol, pasando por la nave de la calle Esquila, hasta llegar al polígono San Cristóbal, Dulciora ha ido creciendo de la mano de la ciudad

Dulciora es Valladolid. La empresa forma parte de la vida de varias generaciones. «Es un símbolo», reconocía uno de los fundadores de la marca de caramelos y golosinas, Antonio Pérez, al que pilló en Madrid la noticia del cierre de la planta que está situada en el polígono de San Cristóbal. Con su adiós, se van 52 años de historia, medio siglo de vida acompañando la infancia de miles de vallisoletanos. Una lágrima más.


Porque Dulciora, al igual que Lauki, era una de esas empresas que tenían ‘patio de recreo’. Todos los colegios de Valladolid han pasado por sus instalaciones. Visitas con premio. Horas que endulzaban la semana y que hacían salivar y soñar con tener una fábrica igual. Una historia con fecha de caducidad, finales de 2017.


Pero que tuvo su origen. Porque Dulciora existió antes de que se creara la empresa en 1964. Hay que remontarse a 1889 en el obrador de la confitería El Sol, donde el bisabuelo de Antonio Pérez ya producía caramelos, bombones, dulce de membrillo, turrones y otras frutas confitadas que en algunos casos iban a parar a la Casa Real. De estas confiterías de la calle Santiago y Fuente Dorada, en 1936 se patentó el nombre de la marca Helios (el Dios griego del sol) hasta que en 1957 se inaugura la primera fábrica en Valladolid. Hubo que pasar momentos muy malos como la crisis de 1959, el Plan de Estabilización, además de la muerte del padre de Rafael y Antonio,  Rafael Pérez Barrigón, pero la empresa siguió adelante sumando a la misma a Dulciora.


Dulciora fue un empeño de los hermanos Pérez, Rafael y Antonio ,tras la muerte de su padre.  Aunque no tenía nombre era una sección de la empresa familiar. Los caramelos formaban parte de la vida familiar y en su apuesta por potenciarlos llegaron a fusionarse con un conocido farmacéutico de Valladolid, Lisao Parra Antón. «Con él fundamos la empresa Paypesa años antes de que apareciera Dulciora. Pero el experimento no cuajó y la sociedad se disolvió poco después», reconoce un apenado Antonio Pérez.


Sin embargo, la familia siguió con su empeño por tener entre sus productos caramelos y dulces. Fruto de esa ilusión nació poco después Dulciora que se instala en una pequeña nave situada en la calle Esquila, en pleno barrio de Los Pajarillos. Era noviembre del 64. El despegue de esta firma vallisoletana acababa de comenzar. «Empezamos a viajar, a movernos por ferias, países, a comercializar nuestros productos. Fueron años de mucho trabajo pero que sirvieron para darnos a conocer y posicionarnos como una marca referente en el sector», recuerda su máximo responsable hasta 1994. «Muchas firmas europeas nos devolvían visita, se interesaban por nuestros productos. Nuestros ositos de gominola irrumpieron con fuerza en el mercado. También lo hicieron los Gummy Jelly, etc», afirmaba Antonio Pérez.

 

interés del exterior. Su crecimiento era una realidad y las multinacionales del sector comenzaban a mirar con más atención a la empresa vallisoletana. Su expansión era tal, que a principio de los 80 ampliaron el negocio para trasladarse a la planta del polígono San Cristóbal. «Dábamos empleo a cerca de 200 personas, una cifra similar a la que hay en la actualidad y que desde entonces se ha mantenido», continúa Antonio Pérez. Fueron años de trabajo, expansión  y facturación. Productos como ‘Barriletes’ ganaban cuota de mercado en el sector. Era una de las golosinas favoritas de todos los niños en la década de los 80 y los 90 en España «y se hacían aquí», puntualizaba el expresidente de la empresa.


Dulciora facturaba 4.500 millones de pesetas cuando fue vendida por sus propietarios al grupo británico Cadbury Schweppes, en 1995. «Durante cuatro años permanecí en la empresa. La condición de venta implicaba el mantenimiento de los puestos de trabajo y la instalación en Valladolid de la fábrica central de caramelos y dulces de Cadbury en España. Durante mi estancia en la compañía cerramos la fusión con Chocolates Hueso, un paso más en la expansión de la firma», señaló.


Transcurridos 21 años, la factoría del polígono de San Cristóbal Cadbury producía en Valladolid caramelo de goma, duro, masticable y grajeado y llegó a ser líder nacional con unas 50.000 toneladas anuales, casi un tercio del total fabricado en España. La filial de Cadbury era, además, el segundo mayor exportador del sector nacional, por detrás de Chupa Chups, con ventas en el exterior por valor de 69,5 millones de euros y emplea a más de 200 personas. Mientras, Cadbury fue comprada en 2010 por la estadounidense Kraft.  «Fue un movimiento que no me entusiasmó mucho y que me hizo pensar en que la planta de Valladolid podría cerrar, como así ha sucedido poco después», reflexiona Antonio Pérez.


El viernes,  Mondelez International anunció el cierre de su planta de Valladolid, que afectará a 220 empleos, y la venta de la marca Dulciora a Eurazeo, una compañía de inversión de origen francés, según informó la empresa en un comunicado. En concreto, esta desinversión forma parte de una transacción global con Eurazeo, que incluye varias marcas y licencias de caramelos y chocolate en Europa y cinco centros de producción ubicados en Francia.


La noticia ha tocado la fibra a Antonio Pérez y de su familia. «Todo obedece a decisiones empresariales, ahí no me voy a meter. Pero si dijera que me es indiferente, mentiría. Han sido muchos años, muchos esfuerzos, una tradición familiar y que desaparezca duele. Son muchas las familias que dependen de esta empresa que, además, creo que es un símbolo de la ciudad, ha crecido junto a Valladolid y ha formado parte de la infancia de muchos de nosotros», concluyó.