¡Aquí no llega ni el pan!

R. GRIS
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Los vecinos de estas localidades ven con preocupación el futuro y se resignan ante la falta de servicios • La carne y el pescado llegan en un camión y el pan cada dos días

María Jesús Maestro es la vecina más mayor de Adalia, a sus 81 años. - Foto: J. Tajes

El presidente de la Diputación, Jesús Julio Carnero, viajó la semana pasada hasta Adalia en una visita institucional. Allí tuvo la oportunidad de ver que numerosas casas del municipio están en un estado de ruinas lamentable y que únicamente siete casas están abiertas en el municipio. Y eso tirando por lo alto. Sus calles están prácticamente desiertas, sus edificios en el suelo, sus calles estrechas no dejan lugar a la duda. La mayor parte de las casas están cerraras y no hay nada reseñable que hacer allí. Dos vecinas conversan a la puerta. Es el único entretenimiento posible. María Jesús Maestro nació en Adalia y ahora, a sus 81 años, continúa viviendo en el pueblo. «Soy la mayor, pero aquí no hay jóvenes», afirma, mientras alimenta a unos gatos junto a la puerta de su casa. «Cuando yo nací, íbamos 70 niños a la escuela, ahora da mucha pena ver el pueblo así, sin gente».  Esta adorable anciana recordó que cuando ella era una niña el sacerdote, el maestro y todos los funcionarios vivían en el pueblo. «Había gente por todos los sitios. Ahora no se sabe ni qué futuro nos espera».


Un caso similar se puede ver en Torrecilla de la Torre, donde incluso su parada del autobús está completamente cubierta de piedras de adobe de una pared que ha terminado derrumbándose con el paso del tiempo. Los perros tumbados en la calle son la única muestra de que el pueblo tiene algo de vida. El palomar está derruido, los edificios en el suelo, las enormes vigas de madera reinan en los tejados y únicamente las naves ganaderas y agrícolas otorgan un aspecto más moderno y menos deprimente. Uno de los vecinos del pueblo es Eugenio Negro, agricultor de 70 años que ha vivido toda su vida en la localidad. Se ríe con ironía cuando le preguntan por los servicios existentes en el pueblo.

«Aquí viene el médico un día a la semana, pero es mejor que te bajes hasta Torrelobatón porque no te hace ni recetas cuando las necesitas». «Aquí no hay ni un bar, ni tiendas, aquí no hay nada», relata.
La imagen lamentable que desprende el pueblo al andar por sus calles se ha convertido en costumbre. «Se caen más casas que se levantan y llevamos así muchos años». Las expectativas de mejora son escasas y los vecinos ya tienen asumido que poco a poco el pueblo puede terminar desapareciendo. «Hay varios pueblos en la comarca de Torrelobatón que están igual que éste. No hay nada en ninguno».

Eugenio Negro es uno de los pocos vecinos que reside todo el año en Torrecilla de la Torre.Eugenio Negro es uno de los pocos vecinos que reside todo el año en Torrecilla de la Torre. - Foto: J. Tajes


En la provincia, 19 municipios están por debajo de los 50 habitantes, según las cifras del padrón del Instituto Nacional de Estadística (INE). Otro de ellos es Berceruelo. Juan Casares es un vecino del municipio. Nació allí hace 71 años y toda su vida ha sido agricultor y ganadero y reconoce que la vida en el pueblo es mucho más pobre que hace unas décadas. De pie junto a la pared, entabla una conversación con los vecinos Félix García (61 años) y Ángel Casares (69). «La vida no ha cambiado mucho», dice uno. «Llevamos muchos años igual», replica el otro. Pero poco a poco van encaminándose hacía la esperanza. «Hay siete niños que van todos los días en el autobús hacia el instituto de Tordesillas todos los días, lo que supone un avance en comparación con otros pueblos», sonríe, sabedor de que otras localidades están en peor situación. «Y otro pequeño que va a Torrelobatón», recuerda Félix García, entre risas.


«Aquí llevamos muchos años igual. No avanzamos, pero tampoco retrocedemos», comentan entre ellos, pero no las tienen todas consigo a la hora de hablar de futuro. «Aquí hay muchos pueblos que lo vamos a pasar fatal. Nosotros hemos tenido suerte de que los jóvenes se han quedado en el pueblo cuando se han casado, pero no en todos los sitios es así».


Es cierto que el futuro de estos pueblos es incierto, pero por ahora siguen manteniendo una vida, unas costumbres y, sobre todo, una identidad.