Mi pueblo todavía tiene cole

R. GRIS
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Veinte municipios tienen centros educativos con menos de diez alumnos en la provincia • La Junta mantendrá el próximo curso un ratio minino de cuatro escolares para mantener estas escuelas abiertas

Pizarra perteneciente al centro de Peñaflor de Hornija, localidad adjunta al Centro Rural Agrupado de Medina de Rioseco, donde actualmente estudian seis alumnos.

La provincia vallisoletana viene sufriendo el efecto de la despoblación durante las últimas décadas. Una circunstancia que ha dejado a muchos municipios de la provincia con menos de tres centenares de vecinos residiendo tanto en verano como en invierno y ha provocado que el número de menores en edad de escolarización se vea reducido año tras año. Tanto es así que ya son 20 las localidades donde actualmente existen Colegios Rurales Agrupados (CRA) y se imparten clases de Educación Infantil y Educación Primaria con menos de diez alumnos por centro. En estas escuelas los pequeños lo comparten todo. Tanto es así que se imparten varios cursos de forma simultánea por un solo tutor con las aportaciones en diferentes especialidades como inglés, religión o educación física por parte de profesores itinerantes.

En concreto, en Cogeces de Íscar y Rodillana existen dos centros de Educación Infantil y Primaria, con seis y diez alumnos, respectivamente. Y también hay centros en Castroponce (7 escolares), La Unión de Campos (6), Palazuelo de Vedija (7), Peñaflor de Hornija (6), Villalar de los Comuneros (9), Castronuevo de Esgueva (7), Lomoviejo 9), Castrodeza (6), Torrecilla de la Abadesa (10), Villán de Tordesillas (4), Wamba (7), Valbuena de Duero (7), Ventosa de la Cuesta (4), Castrejón de Trabancos (4), Fuente el Sol (7), Nueva Villa de las Torres (4), Rubí de Bracamonte (8) y Torrecilla de la Orden (7), todos ellos pertenecientes a centros agrupados.  

Los menores escolarizados en este tipo de colegios tienen, según sus propios tutores, muchas más ventajas que los pequeños que acuden a los escuelas de Educación Infantil y Primaria de Valladolid capital. La masificación denunciada en las aulas de las grandes ciudades es completamente ajena a los niños y su educación puede ser incluso más completa y, sobre todo, más cercana que para aquellos escolares de las grandes ciudades.

En el municipio de Castrodeza tienen unas magníficas instalaciones en un edificio con dos amplias aulas donde estudian seis alumnos con edades comprendidas entre los cinco y los 13 años. En el municipio de Castrodeza tienen unas magníficas instalaciones en un edificio con dos amplias aulas donde estudian seis alumnos con edades comprendidas entre los cinco y los 13 años. María Luz Abía es la tutora de cuatro menores de Villán de Tordesillas. «Son como mis hijos». Lleva con ellos impartiendo clases con un contacto «muy cercano» tanto dentro como fuera de las clases. «En cualquier momento ves a los padres en el pueblo. Los conoces perfectamente y puedes hablar con ellos de cualquier asunto que surja de forma inmediata. Estás muy encima suyo». Sin embargo, éste será el último año que permanezca en el pueblo, ya que el próximo curso tendrá que cambiar de centro.

La Junta mantendrá para el  año que viene la ratio mínima actual de cuatro alumnos por colegio rural. En el caso de haber menos es mucho más rentable para el Ejecutivo regional cerrar las puertas y trasladar a los niños a otro CRA. Es el caso de Villán de Tordesillas, que verá como sus alumnos tienen que acudir a otro colegio, ya que se quedará solo con tres escolares. «Me imagino que iré a Torrelobatón, aunque no lo sé todavía», lamenta Abía.

La mayoría de los menores tienen un horario continuado, aunque todavía quedan centros donde acuden por la mañana desde las diez hasta la una y media y de las tres de la tarde hasta las cinco menos cuarto. Es el caso de los siete alumnos (cuatro  de Educación Infantil y tres de Primaria) que acuden a diario al centro de Wamba, perteneciente al CRA Padre Hoyos de Torrelobatón. Su profesora, María Jesús Aguado, bromea delante de los pequeños. «Ahora están callados, pero...». A muchos de ellos los conoció cuando tenían tres años y los ha visto crecer.

Considera que lo que está sucediendo ahora en materia educativa es un «retroceso», ya que la masificación en las aulas va en contra de la educación de los alumnos. «Creo que 15 alumnos es lo ideal».

Mientras habla su profesora, los alumnos miran de reojo, aunque como si de estudiantes poco aplicados se tratara disimulan pintando de colores sus cuadernos.  Sergio Nieto es su profesor de religión e intenta que le presten su atención enseñándoles un cuento justo antes de la hora del recreo. Este joven educador vallisoletana imparte clases en el centro Martín Baro de la capital los lunes y martes, mientras que el resto de la semana se reparte entre los centros de Castrodeza y Wamba. «Me quedo con el CRA porque la enseñanza es mucho más personal»

 

Diez años. La misma opinión sostiene Enrique Puerta, quien lleva una década como tutor en el colegio de Peñaflor de Hornija, perteneciente al CRA Centros Góticos. La relación que mantiene con sus alumnos es muy especial. Se nota nada más entrar en su clase. Los pequeños miran a su profesor de una forma singular. «A muchos los he visto nacer».

Ahora, desde hace unos años está viviendo algo novedoso. Tres de sus alumnos son marroquíes. Sus padres están trabajando en el pueblo y gracias a ellos el centro educativo se mantiene abierto. «Tenemos el futuro asegurado para unos años gracias a su llegada. Al menos durante cuatro o cinco años más».

Sin embargo, este experimentado profesor sí reconoce que tienen una desventaja muy grande respecto a los alumnos de centros más grandes. «Las relaciones entre ellos son solo entre ellos. En una clase de 30 alumnos hay más posibilidades de comunicarse que aquí».

La coordinación de estos colegios con el municipio que dirige el CRA resulta fundamental para la buena educación de los pequeños. «Desde Medina de Rioseco nos dicen las acciones que tenemos que seguir y nos mandan propuestas de actuación para que todos los alumnos reciban los mismos programas durante el año», relata Puerta.

Los menores, con sus ilusiones e inquietudes, mantienen una clara preferencia por ir a clase cerca de sus casas y no tener que viajar todos los días a un pueblo que no es el suyo. «A mí no me gusta estudiar, pero quiero seguir viniendo aquí. El año que viene tendré que irme», explica Álvaro Arroyo, quien a sus 11 años acude a diario al colegio de Castrodeza.

Solo el tiempo dirá el número de colegios rurales de Educación Infantil y Primaria que se mantienen abiertos en la provincia en el futuro. Ahora, son 20, y sus alumnos todavía pueden decir que su pueblo tiene ‘cole’.