A las 8.30 horas suena el despertador para los once inquilinos de la casa de acogida Miguel Ruiz de Tremiño. Después del aseo diario y del desayuno, toca pasar por el gimnasio para, en la medida de lo posible, mantenerse en forma. El ejercicio físico y mental es muy importante dentro de unas instalaciones dedicadas a ofrecer recursos asistenciales a enfermos de sida. Todos los que están allí, nueve hombres y dos mujeres, se encuentran en un estado muy avanzado de la enfermedad. Por eso, algunos ven limitadas las actividades que se organizan desde una casa que está gestionada por la Asociación de Ayuda al Drogodependiente (Aclad) y las Hijas de la Caridad.
Hace 23 años que estas instalaciones abrieron sus puertas para mejorar la calidad de vida de estos enfermos. En este periodo han pasado por allí 330 personas, aunque se han recibido más del doble de solicitudes: 730. Y esta demanda se han incrementado en los últimos años. «Los centros que trabajan específicamente con enfermos de sida están disminuyendo, por eso las peticiones son cada vez mayores», explica Mercedes Iturralde, directora de la casa y miembro de la Compañía de las Hijas de la Caridad. Aparte del de Valladolid, en Castilla y León hay otros dos, uno en Burgos y otro en Salamanca.
Las solicitudes de ingreso que llegan a esta casa lo hacen desde todos los puntos del país, aunque la mayor parte de los residentes actuales son de Castilla y León. Suelen ser hospitales y centros penitenciarios los que se ponen en contacto con la casa para saber si hay plazas. En el segundo caso, se trata de enfermos que salen de la cárcel debido a su estado terminal, pese a no haber cumplido la condena que les corresponde. La estancia allí es limitada y se prolonga hasta que los beneficiarios logran un cierto nivel de autonomía.
El hogar de acogida para enfermos de VIH, desbordado - Foto: Jonathan TajesRecursos limitados. Iturralde explica que atender a estas personas las 24 horas de los 365 días del año supone un coste «muy elevado». Actualmente este hogar se financia con subvenciones de la Junta de Castilla y León, donativos, fondos de las Hijas de la Caridad y una «pequeña parte» que aportan los enfermos. Además, recibe comida del Banco de Alimentos u de campañas puntuales que realizan organizaciones sociales, parroquias y ayuntamientos de algunos pueblos de la provincia.
Para los residentes, el hecho de asegurarse una alimentación equilibrada y el cumplimiento de unos horarios representa una mejora en su calidad de vida. Después de hacer sus ejercicios en el gimnasio, comienzan los talleres, que están enfocados a mejorar las lagunas que algunos tienen a nivel cognitivo. «El contenido es muy variado...cultura general, salud, motrocidad manual, etcétera», asegura la directora. En la medida de lo posible, se intenta mejorar la formación. De hecho, en algunas ocasiones se intenta que algún usuario obtenga la titulación de los estudios más básicos.
Por la tarde, después de comer y reposar, comienzan de nuevo los talleres, antes de disfrutar del tiempo libre, que los usuarios suelen dedicar a ver la televisión, utilizar el ordenador y leer la prensa. Eso sí, a las 00.00 horas todos tienen que estar en su habitación. Algunos días también se organizan paseos y visitas a centros de día.
Todos están supervisados por una enfermera, una trabajadora social, una psicóloga, una médica y tres auxiliares de clínica, y su tiempo en la casa está limitado.